En realidad, el propio Greenspan ha ventilado ciertas sudas en la reciente exposición ante el comité de Finanzas de la cámara baja. Igual actitud muestran analistas ajenos a las bajadas de línea inspiradas por los principales intermediarios bursátiles. “La exuberancia irracional ha vuelto y se olvidan sus burbujas y cómo terminaron”, apunta Paul Farrell, de MarketWatch, sitio de la web especiali
Naturalmente, el columnnista y algunos colegas suyos califican eso de dislate, cuando no de locura. Méximo en un mercado como Wall Street, donde todavía el Dow Jones industrial no ha vuelto al máximo histórico: 11.723 puntos, el 14 de enero de 2000, terminando el siglo XX. “Lo que ocurre es que, con máximos respecto de los últimos dos años, muchos creen que es oihra de tirarse a la pileta. No es así”.
En primer lugar, porque los “giles” compran cuando algo sube, venden cuando baja y, claro, pierden. Así señala la consultora Morningstar, aludiendo a la codicia de los ingenuos y al pánico que crean los descensos. Surge ahí el segundo rasgo: “los mercados dependen del azar, con irracionales e impredictibles”, recuerda Jeremy Siegel (Wharton), tras analizar las 120 alzas y bajas más pronunciadas en dos siglos, 1801-2000. Descubrió que sólo en treinta había explicaciones razonables.
En general, sostiene Farrell, “se peca por exceso de optimismo. Los inversores, aun los profesionales, sobrestiman su capacidad de juicio y, en lapsos alcistas, olvidan anteriores caídas. Tampoco notan que los retornos accionarios son a menudo inferiores a la inflación”. Al respecto, Braddock Barber, experto en conductas inversoras, estudió más de 66.000 carteras, comparando ganancias entre las más activas y las más pasivas. El promedio de las primeras rozó 11,4% anual, pero el de las segundas alcanzó 18,5%.
Ese mismo trabajo puso en evidencia un factor inesperado: “Las transacciones en línea elevan riesgos de pérdidas”, advirtió Terry Odean, colega de Barber. Ello sucede porque el mayor volumen transado en Internet aumenta posibilidades de error. Pero el hallazgo más divertido de estos análisis apunta a los profesionales, De acuerdo con la American Securities Administrators Association, en 2000-4 casi 77% de los “day traders” piedern dinero.
Entonces, ¿cómo tomar en serio a gurúes que cobran por dar concejos interesados a los ingenuos? Después de todo, con los mismos que, cada vez que sube Wall Street o aparecen estadísticas a su medmida, cren climas de euforia. Aunque se trate de alza tan sospechan como las de hace pocos dìas, mientras se desplomaban acciones o salía malos balances de empresas como General Motors, Hewlett-Packard o Ford.
En realidad, el propio Greenspan ha ventilado ciertas sudas en la reciente exposición ante el comité de Finanzas de la cámara baja. Igual actitud muestran analistas ajenos a las bajadas de línea inspiradas por los principales intermediarios bursátiles. “La exuberancia irracional ha vuelto y se olvidan sus burbujas y cómo terminaron”, apunta Paul Farrell, de MarketWatch, sitio de la web especiali
Naturalmente, el columnnista y algunos colegas suyos califican eso de dislate, cuando no de locura. Méximo en un mercado como Wall Street, donde todavía el Dow Jones industrial no ha vuelto al máximo histórico: 11.723 puntos, el 14 de enero de 2000, terminando el siglo XX. “Lo que ocurre es que, con máximos respecto de los últimos dos años, muchos creen que es oihra de tirarse a la pileta. No es así”.
En primer lugar, porque los “giles” compran cuando algo sube, venden cuando baja y, claro, pierden. Así señala la consultora Morningstar, aludiendo a la codicia de los ingenuos y al pánico que crean los descensos. Surge ahí el segundo rasgo: “los mercados dependen del azar, con irracionales e impredictibles”, recuerda Jeremy Siegel (Wharton), tras analizar las 120 alzas y bajas más pronunciadas en dos siglos, 1801-2000. Descubrió que sólo en treinta había explicaciones razonables.
En general, sostiene Farrell, “se peca por exceso de optimismo. Los inversores, aun los profesionales, sobrestiman su capacidad de juicio y, en lapsos alcistas, olvidan anteriores caídas. Tampoco notan que los retornos accionarios son a menudo inferiores a la inflación”. Al respecto, Braddock Barber, experto en conductas inversoras, estudió más de 66.000 carteras, comparando ganancias entre las más activas y las más pasivas. El promedio de las primeras rozó 11,4% anual, pero el de las segundas alcanzó 18,5%.
Ese mismo trabajo puso en evidencia un factor inesperado: “Las transacciones en línea elevan riesgos de pérdidas”, advirtió Terry Odean, colega de Barber. Ello sucede porque el mayor volumen transado en Internet aumenta posibilidades de error. Pero el hallazgo más divertido de estos análisis apunta a los profesionales, De acuerdo con la American Securities Administrators Association, en 2000-4 casi 77% de los “day traders” piedern dinero.
Entonces, ¿cómo tomar en serio a gurúes que cobran por dar concejos interesados a los ingenuos? Después de todo, con los mismos que, cada vez que sube Wall Street o aparecen estadísticas a su medmida, cren climas de euforia. Aunque se trate de alza tan sospechan como las de hace pocos dìas, mientras se desplomaban acciones o salía malos balances de empresas como General Motors, Hewlett-Packard o Ford.