Asustados por cifras que desvirtuaban el “optimismo fundamentalista” de Alan Greenspan y la secretaría de Hacienda o por predicciones sobre improbables megadeficit en gastos sociales que ese gurú -a punto de jubilarse en la Reserva Federal-, la semana pasada actuaron como la proverbial manada.
Hasta el miércoles, vendían y achataban indicadores, sin muchas razones. El jueves, sin ningún motivo substancial, hubo saltos de hasta 2,5%. El viernes, esos márgenes se recortaron en casi 1%. Lo extraño es que la “timba” subiese el jueves al conocer los pésimos números de las dos mayores automotrices norteamericanas (aunque algunos hablaran ya de General Motors en concurso).
Mientras tanto, los crudos tejanos remontaban de US$ 50,40 a 55,30 el barril (+9,7%) y nadie les prestaba atención. Mucho menos, agencias especializadas como Bloomberg’s o Reuters. Era tan raro que hasta los subrayó el “Financial times”.
Pero el problema de fondo era otro: las estadísticass ofrecían un cóctel preocupante en Estados Unidos: menos crecimiento y más inflación. Hubo datos tan inesperadamente negativos como los precios minoristas de marzo (+0,6%) y el déficit comercial de febrero. Por supuesto, siempre aparecen oportunos consuelos. Por ejemplo, subió un poquito la confianza de 320 administradores de fondos que sondea Merrill Lynch. Pero este tipo de números generalmente no significa gran cosa.
Asustados por cifras que desvirtuaban el “optimismo fundamentalista” de Alan Greenspan y la secretaría de Hacienda o por predicciones sobre improbables megadeficit en gastos sociales que ese gurú -a punto de jubilarse en la Reserva Federal-, la semana pasada actuaron como la proverbial manada.
Hasta el miércoles, vendían y achataban indicadores, sin muchas razones. El jueves, sin ningún motivo substancial, hubo saltos de hasta 2,5%. El viernes, esos márgenes se recortaron en casi 1%. Lo extraño es que la “timba” subiese el jueves al conocer los pésimos números de las dos mayores automotrices norteamericanas (aunque algunos hablaran ya de General Motors en concurso).
Mientras tanto, los crudos tejanos remontaban de US$ 50,40 a 55,30 el barril (+9,7%) y nadie les prestaba atención. Mucho menos, agencias especializadas como Bloomberg’s o Reuters. Era tan raro que hasta los subrayó el “Financial times”.
Pero el problema de fondo era otro: las estadísticass ofrecían un cóctel preocupante en Estados Unidos: menos crecimiento y más inflación. Hubo datos tan inesperadamente negativos como los precios minoristas de marzo (+0,6%) y el déficit comercial de febrero. Por supuesto, siempre aparecen oportunos consuelos. Por ejemplo, subió un poquito la confianza de 320 administradores de fondos que sondea Merrill Lynch. Pero este tipo de números generalmente no significa gran cosa.