Los doce adherentes a la moneda común, hoy minoría en la Comisión Europea, no saben qué hacer. Los directores del Banco Central Europeo, a su vez, deben soportar presiones políticas sin poder ni imaginación para manejar el “supereuro”.
Hasta el momento, la retórica de los bancos centrales (que subsisten pese a que haya un solo emisor de moneda, el BCE) es menos dura que la de septiembre de 2000. Por entonces, el BCE intervenía –junto con la Reserva Federal y el Banco de Japón- para sostener el euro. Su valor promedio: apenas US$ 0,857. La segunda semana de noviembre concluyó en US$ 1,298, aunque el proceso parecía menos caótico que hace cuatro años.
En verdad, martes, miércoles y viernes el euro tocó algo más de US$ 1,30. En ese punto, Standard Chartered Bank pronosticaba otra intervención como la de 200, pero recién si el euro llega a US$ 1,33/35.
Mucho más proactivo y menos vacilante, el jueves 11el emisor japonés salió a comprar dólares y llevó el precio de ¥ 105,20 a 107,40 en minutos. Pero el viernes 12 no se metió y ese precio volvió a 105,50. Por el contrario, el BCE –dominado por la estólida alta burocracia del Bundesbank- permaneció de brazos cruzados. Es más: algunos de sus ejecutivos preferirían esperar un euro a US$ 1,40 para moverse.
Mientras tanto, Alemania misma informó que –durante el tercer trimestre- su producto bruto interno crecía a apenas 0,1% de ritmo anual. El viernes, la propia Eurozona revelaba que PB regional seguía la senda germana, debido a vulnerabilidad entre el petróleo caro, la retracción económica global (dato que puso verdes a los estadígrafos del FMI) y –claro- el “supereuro”.
Poco antes, Washington señalaba que el déficit mensual de comercio había cedido de US$ 53.550 millones en agosto a 51.560 millones en septiembre (-3,72%). Los motivos eran dos: menores importaciones por alto costo de hidrocarburos y mayores exportaciones por la subvaluación del dólar ante el euro.
Los doce adherentes a la moneda común, hoy minoría en la Comisión Europea, no saben qué hacer. Los directores del Banco Central Europeo, a su vez, deben soportar presiones políticas sin poder ni imaginación para manejar el “supereuro”.
Hasta el momento, la retórica de los bancos centrales (que subsisten pese a que haya un solo emisor de moneda, el BCE) es menos dura que la de septiembre de 2000. Por entonces, el BCE intervenía –junto con la Reserva Federal y el Banco de Japón- para sostener el euro. Su valor promedio: apenas US$ 0,857. La segunda semana de noviembre concluyó en US$ 1,298, aunque el proceso parecía menos caótico que hace cuatro años.
En verdad, martes, miércoles y viernes el euro tocó algo más de US$ 1,30. En ese punto, Standard Chartered Bank pronosticaba otra intervención como la de 200, pero recién si el euro llega a US$ 1,33/35.
Mucho más proactivo y menos vacilante, el jueves 11el emisor japonés salió a comprar dólares y llevó el precio de ¥ 105,20 a 107,40 en minutos. Pero el viernes 12 no se metió y ese precio volvió a 105,50. Por el contrario, el BCE –dominado por la estólida alta burocracia del Bundesbank- permaneció de brazos cruzados. Es más: algunos de sus ejecutivos preferirían esperar un euro a US$ 1,40 para moverse.
Mientras tanto, Alemania misma informó que –durante el tercer trimestre- su producto bruto interno crecía a apenas 0,1% de ritmo anual. El viernes, la propia Eurozona revelaba que PB regional seguía la senda germana, debido a vulnerabilidad entre el petróleo caro, la retracción económica global (dato que puso verdes a los estadígrafos del FMI) y –claro- el “supereuro”.
Poco antes, Washington señalaba que el déficit mensual de comercio había cedido de US$ 53.550 millones en agosto a 51.560 millones en septiembre (-3,72%). Los motivos eran dos: menores importaciones por alto costo de hidrocarburos y mayores exportaciones por la subvaluación del dólar ante el euro.