<p>Parece otra manía de Wall Street y Londres, ahora centrada en un grupo relativamente chico de operadores capaces de dominar el mercado y manipular precios de activos. Estas transacciones a enorme velocidad, vía pares de computadoras tipo C-5, permiten procesar millones de órdenes al instante y ganar miles de millones de dólares a costa del resto de los jugadores.<br />
<br />
Muchos analistas se preguntan cómo grandes fondos de cobertura (derivados) y bancos prosperan así cuando, hace poco, el sistema estuvo al borde del colapso. Entretanto, observadores suspicaces vinculan esta ola con las crecientes presiones para hundir la reforma financiera de Barack Obama, cuyo objeto son justamente los instrumentos derivativos.<br />
<br />
No es casual que, entre las estrellas de la modalidad, brille Goldman Sachs. Esta máquina de utilidades ha resistido embates como los que tumbaron a Bear Stearns, Lehman Brothers, American International Group (ligado otrora a GS) o Merrill Lynch. Con cierta parsimonia, la Securities & Exchange commission (SEC, comisión federal de valores) comienza a examinar esta loca galaxia. Pero las supercomputadoras, en verdad, vienen causando estragos desde los años 90 y debieran regularse como si fuesen armas nucleares.<br />
<br />
Parte de todo es obra de la misma SEC que, en 1998, autorizó operaciones electrónicas sin techo. Su entonces presidente, el republicano William Donaldson, fue claro: “la idea era abrir los mercado a cualquiera con una computadora en mano”. Pero poco tardaron en irrumpir las gigantes C-5. Sus algoritmos y ecuaciones (1.500 millones por segundo) son capaces de procesar millones de órdenes escaneando precios y “conversando” entre sí, sin interferencias humanas. <br />
<br />
Verbigracia, a mediados de julio Intel, líder mundial en microprocesadores, declaró buenas utilidades. Algunos entonces se lanzaron a comprar papeles de un rival más pequeño, Broadcom. Pero –en un solo caso- los operadores convencionales acabaron pagando US$ 1.400.000 por unos 56.000 títulos, más que los operadores de alta frecuencia. Basta multiplicar esas cifras por millones de transacciones para medir la asimetría.</p>
<p> </p>
Supercomputadoras y especuladores en danza
Los negocios de alta frecuencia pueden desembocar en un desastre peor que la actual crisis sistémica occidental o la saturación de derivativos. Tres Nobel económicos han advertido al respecto: James Tobin (ya muerto), Joseph Stiglitz y Paul Krugman.