sábado, 19 de abril de 2025

Ronda Dohá: otro plazo se suma a una historia de fracasos

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Los pálidos esfuerzos para destrabar el intercambio internacional se anotan otra frustración. Las potencias económicas admitieron ya que el domingo 30 otro vencimiento pasará sin resultados. Nadie se ha sorprendido.

Las tratativas en nivel ministerial programadas para este fin de semana han sido postergadas, quizás hasta agosto. Si bien se esperan negociaciones parciales en mayo y junio, la ronda Dohá se marchita velozmente y pone en serias dudas el futuro de la Organización Mundial de Comercio. Por supuesto, este tipo de procesos suele tener altibajos, pero hoy las señales son más que ominosas.

Los principales países negociadores reconocen que el plazo impuesto por ellos mismo, 30 de este mes, ya no será cumplido en materia agrícola ni industrial. Pascal Lamy, viejo proteccionista rural e inexplicable presidente (¿también enterrador?) de la OMC, pedirá a los miembros aplazar todo a agosto.

Estados Unidos y la Unión Europea comparten culpas y cada cual se esfuerza en endilgárselas al otro. Por supuesto, el fracaso en el plano agrícola (o sea, la insistencia de ambas economías líderes en subsidiar la ineficiencia rural) bloquea acuerdos en los demás sectores. Por otra parte, la liberalización en servicios podría resultar muy difícil.

Hay otros síntomas de que las potencias comerciales no apuestan al éxito de la ronda Dohá (ni de la OMC). Verbigracia, los partidarios del libre intercambio saludaron, en marzo de 2005, cuando George W.Bush nombró a Robert Portman como negociador viajero del gobierno. Se esperaba que promoviese Dohá ante sus ex colegas legisladores. Pero, días atrás, Portman fue transferido a la oficina de gestión presupuestaria –tras apenas un año en el cargo anterior-, signo de que Bush ya no se interesaba por Dohá sino por las próximas elecciones parlamentarias.

Mientras tanto, la Unión Europea sigue tan dividida como ineficaz. Su comisario de comercio, Peter Mandelson (adepto a presionar países periféricos en aras de intereses empresarios), no ha logrado hasta el momento convencer a los socios escépticos de que los costos de fomentar competencia interna serán sobrecompensados por los beneficios hacia fuera. Especialmente en lo agrícola. Si bien Gran Bretaña y el bloque nórdico comparten una postura flexible, resulta imposible ablandar a Francia y otros proteccionistas. Ergo, Bruselas exige que, antes de cualquier concesión, los países en desarrollo, incluyendo los pobres, abran sus mercados a bienes y servicios exportados por los ricos. Eso solía llamarse mercantilismo en el siglo XIX y parte del XX.

Por supuesto, el grupo de los 20 (economías en desarrollo, encabezadas por Brasil e India) se niega a negociar si no hay concesiones reales en materia agrícola. Además, India y sus mil millones de habitantes presentan otro problema: su gobierno está inquieto ante la competencia de industrias chinas y chacras norteamericanas. Para Delhi, en cambio, el mayor acceso a mercados globales resulta un atractivo limitado.

El Banco Mundial estima que eliminar actuales distorsiones de origen agrícola generaría beneficios generales por unos US$ 300.000 millones cada año. En términos de ingreso nacional, los países periféricos aprovecharían un tercio más que los centrales. Sin embargo, casi la mitad de esos beneficios debiera surgir de reformas en esas economías, muchas de ellas proclives a crear tensiones geopolíticas. En este plano, el BM sigue cánones pro mercado del Club de Roma, la Comisión Trilateral, el consenso de Washington, la OCDE, etc.

El “impasse” en la ronda Dohá llevó primero a imponer un plazo “taxativo”: Hongkong, diciembre pasado. Su fracaso transfirió el término al 30 del corriente mes. Ahora, en teoría, todo pasa a agosto venidero. Aunque los plazos incumplidos parezcan normales en la OMC (como sucedía en su antecesor, el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, GATT), lo de ahora es muy preocupante, pues ya no queda margen para ulteriores posposiciones. Las facultades otorgadas temporariamente a Bush para firmar tratados comerciales -sin que el congreso los modifique- expiran en 2007. Pocos creen que se renueven.

Como ocurre en la UE, aunque por otros motivos, la dirigencia política norteamericana vuelve al proteccionismo. Así, fue arduo pasar por el Capitolio un acuerdo de libre comercio con las republiquetas centroamericanas, de escasos efectos en la economía estadounidense.

Washington propuso a Susan Schwab, ex segunda de Portman, como su remplazante. Experta en negociaciones comerciales, sostiene que el gobierno sigue empeñado en salvar Dohá. Pero muchos observadores sospechan que la Casa Blanca está más desvelada por el escaso apoyo a Bush –menos de 33%- que trasuntan las encuestas. Al respecto, el gobierno teme que nuevos intentos de reducir o eliminar subsidios agrícolas (en las eventuales negociaciones internacionales de agosto) le caigan mal al público en vísperas de comicios parlamentarios.

Si Dohá se extingue, la atención tal vez se vuelva a tratativas regionales, magro substituto de las globales en la OMC. Inclusive, pueden distorsionar los mercados tanto como el proteccionismo nacional, pues las perspectivas de cooperación intrarregional tienden a disminuir en la UE y las Américas. Por un lado, hay una dura lucha en torno de fusiones y adquisiciones transfronterizas en la UE, debido a un rebrote de “neonacionalismo”. Entretanto, Latinoamérica vive una fase similar, aunque centrada en ponerles límite a las injerencias de Estados Unidos.

Las tratativas en nivel ministerial programadas para este fin de semana han sido postergadas, quizás hasta agosto. Si bien se esperan negociaciones parciales en mayo y junio, la ronda Dohá se marchita velozmente y pone en serias dudas el futuro de la Organización Mundial de Comercio. Por supuesto, este tipo de procesos suele tener altibajos, pero hoy las señales son más que ominosas.

Los principales países negociadores reconocen que el plazo impuesto por ellos mismo, 30 de este mes, ya no será cumplido en materia agrícola ni industrial. Pascal Lamy, viejo proteccionista rural e inexplicable presidente (¿también enterrador?) de la OMC, pedirá a los miembros aplazar todo a agosto.

Estados Unidos y la Unión Europea comparten culpas y cada cual se esfuerza en endilgárselas al otro. Por supuesto, el fracaso en el plano agrícola (o sea, la insistencia de ambas economías líderes en subsidiar la ineficiencia rural) bloquea acuerdos en los demás sectores. Por otra parte, la liberalización en servicios podría resultar muy difícil.

Hay otros síntomas de que las potencias comerciales no apuestan al éxito de la ronda Dohá (ni de la OMC). Verbigracia, los partidarios del libre intercambio saludaron, en marzo de 2005, cuando George W.Bush nombró a Robert Portman como negociador viajero del gobierno. Se esperaba que promoviese Dohá ante sus ex colegas legisladores. Pero, días atrás, Portman fue transferido a la oficina de gestión presupuestaria –tras apenas un año en el cargo anterior-, signo de que Bush ya no se interesaba por Dohá sino por las próximas elecciones parlamentarias.

Mientras tanto, la Unión Europea sigue tan dividida como ineficaz. Su comisario de comercio, Peter Mandelson (adepto a presionar países periféricos en aras de intereses empresarios), no ha logrado hasta el momento convencer a los socios escépticos de que los costos de fomentar competencia interna serán sobrecompensados por los beneficios hacia fuera. Especialmente en lo agrícola. Si bien Gran Bretaña y el bloque nórdico comparten una postura flexible, resulta imposible ablandar a Francia y otros proteccionistas. Ergo, Bruselas exige que, antes de cualquier concesión, los países en desarrollo, incluyendo los pobres, abran sus mercados a bienes y servicios exportados por los ricos. Eso solía llamarse mercantilismo en el siglo XIX y parte del XX.

Por supuesto, el grupo de los 20 (economías en desarrollo, encabezadas por Brasil e India) se niega a negociar si no hay concesiones reales en materia agrícola. Además, India y sus mil millones de habitantes presentan otro problema: su gobierno está inquieto ante la competencia de industrias chinas y chacras norteamericanas. Para Delhi, en cambio, el mayor acceso a mercados globales resulta un atractivo limitado.

El Banco Mundial estima que eliminar actuales distorsiones de origen agrícola generaría beneficios generales por unos US$ 300.000 millones cada año. En términos de ingreso nacional, los países periféricos aprovecharían un tercio más que los centrales. Sin embargo, casi la mitad de esos beneficios debiera surgir de reformas en esas economías, muchas de ellas proclives a crear tensiones geopolíticas. En este plano, el BM sigue cánones pro mercado del Club de Roma, la Comisión Trilateral, el consenso de Washington, la OCDE, etc.

El “impasse” en la ronda Dohá llevó primero a imponer un plazo “taxativo”: Hongkong, diciembre pasado. Su fracaso transfirió el término al 30 del corriente mes. Ahora, en teoría, todo pasa a agosto venidero. Aunque los plazos incumplidos parezcan normales en la OMC (como sucedía en su antecesor, el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, GATT), lo de ahora es muy preocupante, pues ya no queda margen para ulteriores posposiciones. Las facultades otorgadas temporariamente a Bush para firmar tratados comerciales -sin que el congreso los modifique- expiran en 2007. Pocos creen que se renueven.

Como ocurre en la UE, aunque por otros motivos, la dirigencia política norteamericana vuelve al proteccionismo. Así, fue arduo pasar por el Capitolio un acuerdo de libre comercio con las republiquetas centroamericanas, de escasos efectos en la economía estadounidense.

Washington propuso a Susan Schwab, ex segunda de Portman, como su remplazante. Experta en negociaciones comerciales, sostiene que el gobierno sigue empeñado en salvar Dohá. Pero muchos observadores sospechan que la Casa Blanca está más desvelada por el escaso apoyo a Bush –menos de 33%- que trasuntan las encuestas. Al respecto, el gobierno teme que nuevos intentos de reducir o eliminar subsidios agrícolas (en las eventuales negociaciones internacionales de agosto) le caigan mal al público en vísperas de comicios parlamentarios.

Si Dohá se extingue, la atención tal vez se vuelva a tratativas regionales, magro substituto de las globales en la OMC. Inclusive, pueden distorsionar los mercados tanto como el proteccionismo nacional, pues las perspectivas de cooperación intrarregional tienden a disminuir en la UE y las Américas. Por un lado, hay una dura lucha en torno de fusiones y adquisiciones transfronterizas en la UE, debido a un rebrote de “neonacionalismo”. Entretanto, Latinoamérica vive una fase similar, aunque centrada en ponerles límite a las injerencias de Estados Unidos.

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