<p>“No queremos que el estado se embarque en esas aventuras, salvo cuando se trata de emergencias” afirma Douglas Elliot, analista de la Brookings Institution. A su estilo, este “lobby” académico apoya la actual política del gobierno pero la inquietan sus consecuencias en el largo plazo. “No hay una clara divisoria entre quienes incluir, o no, en los salvamentos, porque es una cuestión política”. <br />
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Hay mucha plata en juego en este “emprendimiento conjunto” del Tesoro y la Reserva Federal conocido por un nombre abstruso: facilidades crediticias vía títulos respaldados por activos. TALF en la sigla inglesa (no confundir con TALP, otro galimatías para iniciados), ya ha generado US$ 27.000 millones en bonos originados en deudas por tarjetas de crédito, financiamientos automotores, etc. Al tomar títulos ligados a activos tóxicos, el estado emplea dinero de los contribuyentes.<br />
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Pese a un arranque pausado, ese programa bien podría expandirse al billón de dólares. Esta misma semana, la RF añade hipotecas comerciales, un enorme mercado. Pero, por el momento Hertz es el ejemplo más peligroso: la firma es propiedad de dos fondos extrabursátiles, Carlyle Group y Clayton, Dubliner & Rice. El primero es el cabildero más fuerte de Washington, inclusive el Pentágono, bajo George W.Bush, cuyo padre fue director de Carlyle. El nuevo operador, Eizenshtat, ya llegó a Ronald Bloom, codirector en grupo presidencial para el área automotriz, y a asesores del secretario de hacienda, Timothy Geithner. <br />
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<p>Ahora, el banco central y el departamento del Tesoro lidian con asuntos más terrestres y turbios. Desde marzo, ambos llenan el vacío crediticio dejado por bancos comerciales, bancas de inversión, firmas de valores y otras entidades financieras. Esto los ha metido de cabeza en polémicas y presiones relativas a la solvencia de industrias como la automotriz y la de vehículos agrícolas o sectores como el alquiler de coches. <br />
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En economías menos atadas al modelo anglosajón –Europa occidental, Asia oriental y meridional, Latinoamérica- esto parece casi natural. Pero es un universo muy ajeno a la experiencia monetaria norteamericana y saca de quicio a la Reserva Federal. <br />
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Dentro y fuera del gobierno, los ortodoxos temen que el nuevo papel como prestamista de última instancia le plantee dificultades al banco central. Pese a tratarse de un ente poco convencional, formado por trece filiales regionales, preexisten a la ley de 1913. Si la RF no se desembaraza pronto de esa misión –sostienen los monetaristas-, será un banco central politizado en desmedro de su independencia y fiabilidad. <br />
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Por cierto, los cabilderos profesionales han tomado Washington por asalto, bombardeándolo con argumentos a favor de ventajas crediticias o fiscales para actividades que van de maquinaria agrícola a alquiler de coches. Todos tienen una inspiración inevitable: el multimillonario rescate estatal a General Motors, Citigroup y otros naufragios de nota.<br />
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Hertz es un caso típico. La empresa reclutó a Stuart Eizenshtat (alto funcionario bajo James Carter y William Clinton) para presionar a favor de un refinanciamiento más blando para su flota de vehículos, la mayor de Estados Unidos pero, difícilmente, una actividad prioritaria. <br />
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