No pasa nada entre la Unión Europea y el Mercosur

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Como preveían casi todos los observadores, no habrá acuerdo UE-Mercosur para el 31 del mers. Quizá tampoco después, pues la nueva guardia que asumirá en Bruselas es bilateralista y no se interesa ni por la Organización Mundial de Comercio.

El propio Mercosuir reconoció las nuevas realidades y rechazó la “inocua e inane” propuesta de la UE. Ahora, se juntan en Río de Jainero los cancilleres del grupo, para ver cómo sigue la película, cuyo actor sudamericano tampoco ha hecho bien los deberes: el Mercosur no es todavía una zona de libre comercio, sino una simple unión aduanera, con un socio hegemónico (Brasil), uno mediano (Argentina), uno pequeños (Uruguay) y uno casi inexistente (Paraguay, que funciona como una máquina de contrabando).

“No existen condiciones mínimas para cerrar acuerdo a fin de octubre”, admite un comunicado del palacio San Martín. No obstante y como corresponde, el rechazo formal quedó a cargo de Brasil, única economía del área con peso internacional. El esquema propuesto por Bruselas, sostiene Buenos Aires, “no modifica el perfil productivo argentino en los próximos treinta años”.

Al reconocer esto, el gobierno se alinea –quizá sin darse cuenta- con un “loggy” de cuño menemista y fuerte en el sector rural, que sigue cerca del ex presidente. Su discurso se basa en “agroindustrias” pero, en realidad, propone la reprimarización de la economía.

En cierto modo, también quienes auspician (con buenas razones) el ingreso de Chile al Mercosur piensan en una Argentina dividida entre el agro y los servicios; en particular, comerciales y financieros. No sin lógica, esos sectores prevén una división sudamericana del trabajo, donde la industria quedaría para Brasil y Chile. Sólo falta un punto: la tecnología, no sólo informática.

El propio Mercosuir reconoció las nuevas realidades y rechazó la “inocua e inane” propuesta de la UE. Ahora, se juntan en Río de Jainero los cancilleres del grupo, para ver cómo sigue la película, cuyo actor sudamericano tampoco ha hecho bien los deberes: el Mercosur no es todavía una zona de libre comercio, sino una simple unión aduanera, con un socio hegemónico (Brasil), uno mediano (Argentina), uno pequeños (Uruguay) y uno casi inexistente (Paraguay, que funciona como una máquina de contrabando).

“No existen condiciones mínimas para cerrar acuerdo a fin de octubre”, admite un comunicado del palacio San Martín. No obstante y como corresponde, el rechazo formal quedó a cargo de Brasil, única economía del área con peso internacional. El esquema propuesto por Bruselas, sostiene Buenos Aires, “no modifica el perfil productivo argentino en los próximos treinta años”.

Al reconocer esto, el gobierno se alinea –quizá sin darse cuenta- con un “loggy” de cuño menemista y fuerte en el sector rural, que sigue cerca del ex presidente. Su discurso se basa en “agroindustrias” pero, en realidad, propone la reprimarización de la economía.

En cierto modo, también quienes auspician (con buenas razones) el ingreso de Chile al Mercosur piensan en una Argentina dividida entre el agro y los servicios; en particular, comerciales y financieros. No sin lógica, esos sectores prevén una división sudamericana del trabajo, donde la industria quedaría para Brasil y Chile. Sólo falta un punto: la tecnología, no sólo informática.

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