Desde ahora, uno de los problemas que afronta el hindú Vikram Pandit –nuevo director ejecutivo de Citigroup- no está en Nueva York (donde el ejecutivo dista de ser popular), sino en Riyadh. Allá vive el emir Alwalid, uno de los herederos potenciales al trono saudí y accionista del banco norteamericano.
Ahora, el príncipe ostenta una marca poco envidiable: es el multimillonario más perjudicado por la crisis de malas hipotecas, vías pésimas apuestas de la mayor entidad financiera norteamericana. Todavía a mediados de 2007, Alwalid figurada décimotercio entre los potentados del planeta, con un patrimonio superior a los US$ 20.000 millones, según “Fortune”. También por entonces, Citi –donde el emir tiene 4,9%- ostentaba US$ 280.000 millones de capitalización bursátil. A fin de noviembre, ese monto había caído a 157.000 millones (-44%) y los papeles del saudí valían apenas 11.000 millones.
Los problemas del príncipe distan de ser únicos. Quienes manejan dinero ajeno o estatal vía fondos soberanos en Asia oriental, sudoriental y occidental tampoco viven días agradables. Verbigracia, 10% de China Investment había sido tomado en junio por Blackstone, un fondo extrabursátil, en US$ 3.000 millones en junio. A principios de este mes, los quebrantos chinos ya habían reducido en 37% el valor del fondo.
Mientras tanto, Dubái se arrepentía de haber comprado 9,9% de Och-Ziff, un fondo de cobertura creado por Daniel Och, un aventurero despedido tiempo atrás de Goldman Sachs. Los US$ 1.250 millones colocados por el emirato se habían achicado 27% en dos semanas. Igual sucedió con el 10% de Apollo Management (compras apalancadas) adquirido por Abú Dhabí.
No le fue mejor al banco de desarrollo chino (BDCh) que, en julio, puso cerca de US$ 2.000 millones a cambio de 3% en Barclays Bank. El aporte formaba parte de un intento para comprar el holandés ABN Amro. La aventura fracasó y el paquete del banco perdió 22% de valor bursátil. Todos esos síntomas y varios más se relacionan con las crisis de malas hipotecas y crédito internacional. Las mismas que consumieron el salvataje de US$ 450.000 millones dispuesto por cinco bancos centrales (agosto) y van camino de hacer lo mismo con el segundo rescate, cuyo desenlace –teme Alan Greenspan- podría incluir un brote de estanflación en Estados Unidos.
Desde ahora, uno de los problemas que afronta el hindú Vikram Pandit –nuevo director ejecutivo de Citigroup- no está en Nueva York (donde el ejecutivo dista de ser popular), sino en Riyadh. Allá vive el emir Alwalid, uno de los herederos potenciales al trono saudí y accionista del banco norteamericano.
Ahora, el príncipe ostenta una marca poco envidiable: es el multimillonario más perjudicado por la crisis de malas hipotecas, vías pésimas apuestas de la mayor entidad financiera norteamericana. Todavía a mediados de 2007, Alwalid figurada décimotercio entre los potentados del planeta, con un patrimonio superior a los US$ 20.000 millones, según “Fortune”. También por entonces, Citi –donde el emir tiene 4,9%- ostentaba US$ 280.000 millones de capitalización bursátil. A fin de noviembre, ese monto había caído a 157.000 millones (-44%) y los papeles del saudí valían apenas 11.000 millones.
Los problemas del príncipe distan de ser únicos. Quienes manejan dinero ajeno o estatal vía fondos soberanos en Asia oriental, sudoriental y occidental tampoco viven días agradables. Verbigracia, 10% de China Investment había sido tomado en junio por Blackstone, un fondo extrabursátil, en US$ 3.000 millones en junio. A principios de este mes, los quebrantos chinos ya habían reducido en 37% el valor del fondo.
Mientras tanto, Dubái se arrepentía de haber comprado 9,9% de Och-Ziff, un fondo de cobertura creado por Daniel Och, un aventurero despedido tiempo atrás de Goldman Sachs. Los US$ 1.250 millones colocados por el emirato se habían achicado 27% en dos semanas. Igual sucedió con el 10% de Apollo Management (compras apalancadas) adquirido por Abú Dhabí.
No le fue mejor al banco de desarrollo chino (BDCh) que, en julio, puso cerca de US$ 2.000 millones a cambio de 3% en Barclays Bank. El aporte formaba parte de un intento para comprar el holandés ABN Amro. La aventura fracasó y el paquete del banco perdió 22% de valor bursátil. Todos esos síntomas y varios más se relacionan con las crisis de malas hipotecas y crédito internacional. Las mismas que consumieron el salvataje de US$ 450.000 millones dispuesto por cinco bancos centrales (agosto) y van camino de hacer lo mismo con el segundo rescate, cuyo desenlace –teme Alan Greenspan- podría incluir un brote de estanflación en Estados Unidos.