Algunos analistas, ajenos a Wall Street, no se sorprenden: "Las agencias
suelen errar por exceso de tolerancia, como ocurrió con Enron
o Global Crossing, o por exceso de dureza, como pasa con países
periféricos en problema". Así reflexionaba un ex alto funcionario
del FMI, hoy enfrentado con sus sucesores.
La actitud de Moody´s y la que puedan adoptar Standard & Poor´s
y Fitch reactiva la polémica sobre sus parámetros y su
visión de la tercera economía mundial.
Japón está detrás sólo de Estados Unidos y la Unión
Europea en volumen del PBI (US$ 4,7 billones a fin de marzo). También
es verdad que la deuda pública total superará en diciembre el
155% del PBI y algunas de sus empresas exhiben valores de mercado inferiores
a los activos netos.
Por ejemplo, la banca Mizuho Holdings (US$ 18.700 millones contra 25.480
millones), Toyota Industries (5.150 millones contra 6.120 millones) o Marubeni
(1.080 millones contra 2.110 millones).
Ahora bien, Moody´s esgrime la deflación crónica -data
de 1991/2-, la debilidad del sistema financiero y el consiguiente riesgo de
cese de pagos en la banca (no todavía en la deuda soberana). Pero, de
ser así, una crisis de confianza en esa economía arrastraría
a otras del Primer Mundo, para no hablar de las emergentes asiáticas.
No obstante, se vislumbra en las calificadoras una intención similar
a la ya explícita respecto de Buenos Aires: inducir reformas políticas.
En el caso japonés, esto equivaldría a ir "jubilando"
la gerontrocracia, beneficiaria de un régimen que ha perdido la confianza
del público. Pero, al revés de lo habitual en Argentina, Turquía
o Brasil, casi no hay ingredientes populistas en el sistema político
japonés.
Además, inversores, firmas, bancos y reparticiones del Sol Naciente
tienen un enorme volumen de bonos estadounidenses. Su venta masiva trastornaría
el gigantesco mercado secundario global de esos papeles y elevaría el
riesgo crediticio de EE.UU. a niveles intolerables. Ello explica que Moody´s
no revise la calificación de Tokio como deudor soberano y no parezca
creer en la probabilidad de un default convencional.
Como es natural, los japoneses reaccionan. "Carece de sentido decir que
nuestra solidez sea inferior a la de países a quienes asistimos",
apuntó el primer ministro Junichiro Koizumi. "Las familias japonesas
-agregó- acumulan ahorros por US$ 11 billones (el PBI norteamericano
ronda los nueve billones) y nuestras reservas internacionales son las más
altas del mundo, US$ 406.700 millones".
Algunos analistas, ajenos a Wall Street, no se sorprenden: "Las agencias
suelen errar por exceso de tolerancia, como ocurrió con Enron
o Global Crossing, o por exceso de dureza, como pasa con países
periféricos en problema". Así reflexionaba un ex alto funcionario
del FMI, hoy enfrentado con sus sucesores.
La actitud de Moody´s y la que puedan adoptar Standard & Poor´s
y Fitch reactiva la polémica sobre sus parámetros y su
visión de la tercera economía mundial.
Japón está detrás sólo de Estados Unidos y la Unión
Europea en volumen del PBI (US$ 4,7 billones a fin de marzo). También
es verdad que la deuda pública total superará en diciembre el
155% del PBI y algunas de sus empresas exhiben valores de mercado inferiores
a los activos netos.
Por ejemplo, la banca Mizuho Holdings (US$ 18.700 millones contra 25.480
millones), Toyota Industries (5.150 millones contra 6.120 millones) o Marubeni
(1.080 millones contra 2.110 millones).
Ahora bien, Moody´s esgrime la deflación crónica -data
de 1991/2-, la debilidad del sistema financiero y el consiguiente riesgo de
cese de pagos en la banca (no todavía en la deuda soberana). Pero, de
ser así, una crisis de confianza en esa economía arrastraría
a otras del Primer Mundo, para no hablar de las emergentes asiáticas.
No obstante, se vislumbra en las calificadoras una intención similar
a la ya explícita respecto de Buenos Aires: inducir reformas políticas.
En el caso japonés, esto equivaldría a ir "jubilando"
la gerontrocracia, beneficiaria de un régimen que ha perdido la confianza
del público. Pero, al revés de lo habitual en Argentina, Turquía
o Brasil, casi no hay ingredientes populistas en el sistema político
japonés.
Además, inversores, firmas, bancos y reparticiones del Sol Naciente
tienen un enorme volumen de bonos estadounidenses. Su venta masiva trastornaría
el gigantesco mercado secundario global de esos papeles y elevaría el
riesgo crediticio de EE.UU. a niveles intolerables. Ello explica que Moody´s
no revise la calificación de Tokio como deudor soberano y no parezca
creer en la probabilidad de un default convencional.
Como es natural, los japoneses reaccionan. "Carece de sentido decir que
nuestra solidez sea inferior a la de países a quienes asistimos",
apuntó el primer ministro Junichiro Koizumi. "Las familias japonesas
-agregó- acumulan ahorros por US$ 11 billones (el PBI norteamericano
ronda los nueve billones) y nuestras reservas internacionales son las más
altas del mundo, US$ 406.700 millones".