Irán complica el escenario petrolero

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La buena noticia es que finalmente se levantaron las sanciones contra Teherán por la cuestión nuclear. La mala es que, desde ahora, el país puede exportar –de aquí hasta fin de año- un millón de barriles de crudo, lo que puede hacer caer más los precios.

El fantasma era, hasta hace pocos días, la posibilidad de que el barril de petróleo descendiera en su precio por debajo de US$ 30 (US$ 120 a 140 hace un año), y que iniciara un tobogán hasta los US$ 20.

Desde el lunes pasado cotiza a US$ 28 (por primera vez desde 2003). Y ahora ocurre lo de Irán. Cuando se levantaron las sanciones que le impedían exportar, en puerto había buques tanques con 50 millones de barriles a bordo, listos para zarpar.

Esto ocurre en el medio de un conflicto de desenlace imposible de prever entre el régimen shíita de Teherán y el sunnita de Arabia Saudita, principal productor mundial y responsable de la estrategia de bajar precios para no perder porción de mercado. No es solamente la diferencia de criterio sobre cómo enfrentar al Ejército Islámico. La queja iraní es que lo sauditas en Siria, toman posiciones a favor de los enemigos del gobierno, que es controlado por los alawitas (que también son shiítas).

Mientras tanto Xi Jinping, presidente de China, está en gira por la región visitando Arabia Saudita, Egipto e Irán. En la primera y tercera escala deberá extremar su habilidad diplomática. Beijing es el principal comprador de petróleo del Medio Oriente, y tras la progresiva retirada estadounidense de la región, es la principal potencia para intervenir e intentar pacificar la zona.

La Agencia Internacional de Energía advirtió que el mundo puede ahogarse en petróleo. Inversiones por centenares de millones de dólares fueron suspendidas en los últimos meses. Shell advirtió una caída en el dividendo que pagarán sus acciones por peores resultados que el año anterior.

El descenso en el precio de las commodities, pero el del petróleo en especial, hace tambalear los mercados bursátiles de todo el mundo. La fuga de capitales de países emergentes ascendió a US$ 735 mil millones (según el Instituto Financiero Internacional), de los cuales 90% provienen de China.

 

 

 

 

 

 

 

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