Impuestos: las rebajas de Bush no son como las presentaban

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Millones de ahorristas e inversores de ingresos medios compraron acciones, fiándose en la promesa presidencial de rebajar a 15% el impuesto sobre dividendos. Ahora empiezan a encontrar sorpresas: por ejemplo, muchos deben oblar hasta 50%.

El motivo reside en un truco de larga data, el mínimo imponible alternativo (MIA), un impuesto a los réditos paralelo. Originalmente pensado para contribuyentes ricos –los preferidos en los tres paquetes de descuentos lanzados por George Walker Bush-, empieza a afectar a la clase media. Su efecto indirecto eleva aquel 15% prometido más de tres veces en muchos casos.

Hasta 2003, los dividendos oblaban iguales tasas que los salarios, con máximas de 35%. Pero el MIA puede hacer tributar a contribuyentes que ganen menos de US$ 382.000 anuales (el umbral de la categoría más alta) un piso de 22% sobre cobro de dividendos. En muchas instancias, esa gabela afecta a quienes ganan apenas 75.000.

John Buckley, máximo experto tributario de la bancada demócrata en el comité de Recursos (cámara baja), sostiene que ese incumplimiento del compromiso presidencial no es un error. Por el contrario, forma parte de la estrategia republicana desde 1996. A juicio de Buckley, “el uso del MIA para diluir rebajas tributarias es uno de los trucos presupuestarios más frecuentes en los últimos años”. De ese modo, “los recortes de 1997, 2001 y 2003 son sugestivamente similares en un aspecto: aprovecha el MIA para limitar beneficios a la clase media y asegurárselos a los ricos”.

El régimen MIA puede denegar a los contribuyentes deducciones en impuestos municipales y estaduales para sí y sus dependientes. Las reformas de 2003, al percer, acentuaron el carácter restrictivo en demsedro de ahorristas e inversores de ingresos medios.

El motivo reside en un truco de larga data, el mínimo imponible alternativo (MIA), un impuesto a los réditos paralelo. Originalmente pensado para contribuyentes ricos –los preferidos en los tres paquetes de descuentos lanzados por George Walker Bush-, empieza a afectar a la clase media. Su efecto indirecto eleva aquel 15% prometido más de tres veces en muchos casos.

Hasta 2003, los dividendos oblaban iguales tasas que los salarios, con máximas de 35%. Pero el MIA puede hacer tributar a contribuyentes que ganen menos de US$ 382.000 anuales (el umbral de la categoría más alta) un piso de 22% sobre cobro de dividendos. En muchas instancias, esa gabela afecta a quienes ganan apenas 75.000.

John Buckley, máximo experto tributario de la bancada demócrata en el comité de Recursos (cámara baja), sostiene que ese incumplimiento del compromiso presidencial no es un error. Por el contrario, forma parte de la estrategia republicana desde 1996. A juicio de Buckley, “el uso del MIA para diluir rebajas tributarias es uno de los trucos presupuestarios más frecuentes en los últimos años”. De ese modo, “los recortes de 1997, 2001 y 2003 son sugestivamente similares en un aspecto: aprovecha el MIA para limitar beneficios a la clase media y asegurárselos a los ricos”.

El régimen MIA puede denegar a los contribuyentes deducciones en impuestos municipales y estaduales para sí y sus dependientes. Las reformas de 2003, al percer, acentuaron el carácter restrictivo en demsedro de ahorristas e inversores de ingresos medios.

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