Ya definida la estructura del fondo rotatorio, Bank of America, Citigroup y JP Morgan Chase deben juntar en pocas semanas esos US$ 75.000 millones entre docenas de entidades alrededor del globo. El objeto es que el fondo empiece a operar antes de terminar el año. Pero ¿hasta qué punto funcionará este instrumento?
Analistas y grandes inversores se muestran escépticos. Este fondo –contra lo que se proponía inicialmente- no sacará de apuros a los vehículos de inversión estructurados (VIE), que representan unos 400.000 millones en paquetes crediticios. Pero podría demorar su colapso o, en el peor de los casos, prevenir una violenta malventa de títulos. Lo que el fondo no podrá hacer es frenar el deterioro de precios en bonos y activos conexos.
Los bancos, entretanto, quizá logren que el fondo estabilizador reanime la actividad en el segmento de créditos empaquetados y eviten que los VIE sean un lastre en sus balances. No obstante, e por sí el fondo no resolverá problemas, pues –tal como ha sido redefinido- se limitará a “descremar” el pastel, sin tocar las posiciones “envenenadas” en la base.
Así, el fondo no ayudará a que sobrevivan VIE en problemas. Tampoco parece ser su finalidad. A lo sumo, definirá precios de mercado para los bonos que contienen.
Hay un síntoma inquietante: ese mercado viene empeorando desde que se estableció el fondo pro rescate, con asistencia (inducción, más bien) de Henry Paulson, secretario de hacienda, en octubre. Hoy, ciertos detalles técnicos podrían limitar los efectos positivos del fondo. En primer lugar, los tres bancos fundadores aportarán apenas US$ 5/10.000 millones cada uno. Para seguir, treinta o más VIE remanentes suman US$ 250.000 millones en activos que necesitan recolocar en los próximos meses. Por tanto, el fondo no será tomador de última instancia.
Ya definida la estructura del fondo rotatorio, Bank of America, Citigroup y JP Morgan Chase deben juntar en pocas semanas esos US$ 75.000 millones entre docenas de entidades alrededor del globo. El objeto es que el fondo empiece a operar antes de terminar el año. Pero ¿hasta qué punto funcionará este instrumento?
Analistas y grandes inversores se muestran escépticos. Este fondo –contra lo que se proponía inicialmente- no sacará de apuros a los vehículos de inversión estructurados (VIE), que representan unos 400.000 millones en paquetes crediticios. Pero podría demorar su colapso o, en el peor de los casos, prevenir una violenta malventa de títulos. Lo que el fondo no podrá hacer es frenar el deterioro de precios en bonos y activos conexos.
Los bancos, entretanto, quizá logren que el fondo estabilizador reanime la actividad en el segmento de créditos empaquetados y eviten que los VIE sean un lastre en sus balances. No obstante, e por sí el fondo no resolverá problemas, pues –tal como ha sido redefinido- se limitará a “descremar” el pastel, sin tocar las posiciones “envenenadas” en la base.
Así, el fondo no ayudará a que sobrevivan VIE en problemas. Tampoco parece ser su finalidad. A lo sumo, definirá precios de mercado para los bonos que contienen.
Hay un síntoma inquietante: ese mercado viene empeorando desde que se estableció el fondo pro rescate, con asistencia (inducción, más bien) de Henry Paulson, secretario de hacienda, en octubre. Hoy, ciertos detalles técnicos podrían limitar los efectos positivos del fondo. En primer lugar, los tres bancos fundadores aportarán apenas US$ 5/10.000 millones cada uno. Para seguir, treinta o más VIE remanentes suman US$ 250.000 millones en activos que necesitan recolocar en los próximos meses. Por tanto, el fondo no será tomador de última instancia.