<p>Quienes explotan derivados sostienen que sus instrumentos –los derivativos- no tuvieron casi nada que ver con la crisis occidental de 2007/09. Mucho menos, con el endeudamiento soberano en la Eurozona. Pero hay señales alarmantes: por ejemplo, los US$ 28.000 millones embolsados (durante el segundo semestre de 2010) por clientes de los diez principales fondos de cobertura.</p>
<p>El monto genera dudas sobre el aporte de este sector a la lenta recuperación de las economías centrales. Así, un medio tan ortodoxo como el Financial Times recuerda que esos guarismos, superiores a las utilidades netas totales obtenidas en ese lapso por seis de las más redituables bancas internacionales, resultaron de “apuestas” a corto plazo sobre variables financieras, monetarias y “reales”. Eso significa que las inversiones especulativas en aquellos diez fondos equivalen a la suma de todos los ingresos laborales y de capital erogados por una economía como la de Luxemburgo. Por lo mismo, las colocaciones en dos de esos fondos deparó ganancias (US$ 8.800 millones) algo superiores a las de Estonia.</p>
<p>Este tipo de comparaciones evidencia que ni la estimación más generosa de lucro sobre riesgos justifica semejantes rindes. Pero sí explica por qué la extrema liquidez hoy existente en los mercados mayores no se traduce en beneficios para la producción y el empleo. En efecto, para recobrar los niveles de ocupación prevalentes en 2006 (antes del colapso hipotecario y la recesión) es preciso reformar drásticamente los nexos entre colocaciones financieras cortas y largas, para adaptarlos a la “economía real”. No hacerlo llevará luego a una tercera crisis, entonces sí atribuible a los derivados. <br />
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Fondos de cobertura contra economía real
¿Será hora de nuevas normas en materia de futuros y opciones, o sea derivativos? A estos instrumentos especulativos volátiles sus usufructuarios los ven como formas de articular los mercados financieros. Los economistas sistémicos creen lo contrario.