El otrora prestamista de última instancia señala que sus cuentas darán déficit de US$ 87.500 millones en 2007, rojo que alcanzará 280.000 millones para 2009. A raíz de apuros financieros presentes y futuros, algunos miembros de la junta sugieren vender oro.
Pero ¿será suficiente? La idea es desprenderse de una parte, pero el total no genera mucho entusiasmo: apenas 103 millones de onzas troy (31,104 gramos cada una) al 30 de septiembre. Su valor era, en ese momento, equivalente a US$ 64.700 millones, o sea 628,15 por onza. Esta semana, el oro en Nueva York no pasaba de 618.
Aun vendiendo todo, no se cubriría el rojo de 2007. Pero los promotores del esquema señalan que los lingotes debieran transformarse en inversiones que diesen interés. Por ejemplo, bonos de la Tesorería norteamericana. No obstante, la conversión llevará tiempo y, en todo caso, carece de lógica trocar oro por letras y luego malvenderlas para enjugar el déficit. Sucede que no existe un fondo monetario para rescatar al Fondo Monetario.
“En principio, apoyaríamos el uso de ese oro para afrontar necesidades de caja”, manifestaba el finés Tuoma Säärenheimo, jefe de un grupo que coordina a los directores de la Unión Europea. A su vez, integran la junta de veinticuatro que manejan la entidad.
La posibilidad de vender oro subraya los apuros del FMI, originados en la nueva actitud de muchos países deudores –Malasia, Argentina, Uruguay, etc.-, que cancelan pasivos antes de tiempo y, con ello, reducen los intereses percibidos por el organismo. Pero el recurso es resistido por Estados Unidos, máximo aportante al fondo, tercer productor del metal y mayor tenedor de reservas áureas: una venta masiva haría ceder los precios.
También ralean los pedidos de créditos, síntoma de la mala imagen que tiene el FMI en el mundo real. Washington, Londres, París y Berlín creen que, en lugar de vender oro, el Fondo debiera recortar un presupuesto que, en 1997-2006, se ha doblado y totalizar US$ 980.000 millones. En gran medida, por el aumento de personal estable.
Cabe señalar que los burócratas del ente y sus colegas del Banco Mundial ganan mensualmente más de US$ 15.000. Ello no les impide tercerizar tareas en consultores amigos, hábito común en Latinoamérica. De paso, ésta una de las distorsiones originadas en un largo proceso. Tras la muerte de John Maynard Keynes, arquitecto de Bretton Woods y la dupla FMI-Banco Mundial, ambos elencos fueron copados por monetarista neoclásicos -cuyo mentor era el difunto Milton Friedman- y bancos. Con los años, el Fondo pasó de prestamista de última instancia a cobrados de facturas por cuenta de fondos buitres. El escandaloso episodio con Argentina (2002/4) acabó con el prestigio del organismo.
El otrora prestamista de última instancia señala que sus cuentas darán déficit de US$ 87.500 millones en 2007, rojo que alcanzará 280.000 millones para 2009. A raíz de apuros financieros presentes y futuros, algunos miembros de la junta sugieren vender oro.
Pero ¿será suficiente? La idea es desprenderse de una parte, pero el total no genera mucho entusiasmo: apenas 103 millones de onzas troy (31,104 gramos cada una) al 30 de septiembre. Su valor era, en ese momento, equivalente a US$ 64.700 millones, o sea 628,15 por onza. Esta semana, el oro en Nueva York no pasaba de 618.
Aun vendiendo todo, no se cubriría el rojo de 2007. Pero los promotores del esquema señalan que los lingotes debieran transformarse en inversiones que diesen interés. Por ejemplo, bonos de la Tesorería norteamericana. No obstante, la conversión llevará tiempo y, en todo caso, carece de lógica trocar oro por letras y luego malvenderlas para enjugar el déficit. Sucede que no existe un fondo monetario para rescatar al Fondo Monetario.
“En principio, apoyaríamos el uso de ese oro para afrontar necesidades de caja”, manifestaba el finés Tuoma Säärenheimo, jefe de un grupo que coordina a los directores de la Unión Europea. A su vez, integran la junta de veinticuatro que manejan la entidad.
La posibilidad de vender oro subraya los apuros del FMI, originados en la nueva actitud de muchos países deudores –Malasia, Argentina, Uruguay, etc.-, que cancelan pasivos antes de tiempo y, con ello, reducen los intereses percibidos por el organismo. Pero el recurso es resistido por Estados Unidos, máximo aportante al fondo, tercer productor del metal y mayor tenedor de reservas áureas: una venta masiva haría ceder los precios.
También ralean los pedidos de créditos, síntoma de la mala imagen que tiene el FMI en el mundo real. Washington, Londres, París y Berlín creen que, en lugar de vender oro, el Fondo debiera recortar un presupuesto que, en 1997-2006, se ha doblado y totalizar US$ 980.000 millones. En gran medida, por el aumento de personal estable.
Cabe señalar que los burócratas del ente y sus colegas del Banco Mundial ganan mensualmente más de US$ 15.000. Ello no les impide tercerizar tareas en consultores amigos, hábito común en Latinoamérica. De paso, ésta una de las distorsiones originadas en un largo proceso. Tras la muerte de John Maynard Keynes, arquitecto de Bretton Woods y la dupla FMI-Banco Mundial, ambos elencos fueron copados por monetarista neoclásicos -cuyo mentor era el difunto Milton Friedman- y bancos. Con los años, el Fondo pasó de prestamista de última instancia a cobrados de facturas por cuenta de fondos buitres. El escandaloso episodio con Argentina (2002/4) acabó con el prestigio del organismo.