Cuando endeudarse era negocio, los ejecutivos no precisaban ser muy brillante para obtener utilidades y remuneraciones escandalosas. En efecto, los fondos “privados” (o sea, extrabursátiles) se lanzaron a compras apalancadas (o sea, tomar activos sacándolos de bolsa) y todos aplaudían. La receta era fácil: adquirir empresas, achicarlas echando personal y revenderlas al mejor postor.
Desde agosto, ya no es así. Varias operaciones han sido suspendidas o congeladas y esos fondos tan astutos se han desfinanciado. Cerberus Capial, por ejemplo, paga el silencio de gurúes y medios para que no digan que el rey está desnudo: el fondo no logra reunir los US$ 11.500 millones necesarios para solventar la toma de Chrysler.
Endeudarse ya no es negocio y los inversores ya no compran los paquetes de títulos emitidos por los bancos para financiar ese tipo de transacciones. Sucede que la crisis hipotecaria, que detonó todo, dista de haberse agotado. Sólo en vehículos de inversión estructurada (VIE) hay en el aire más de US$ 450.000 millones.
Por supuesto, el problema no termina en los fondos especulativos y sus compras apalancadas. Pero el sector es ejemplo piloto: sus protagonista intentan cambiar sobre la marcha el modelo de negocios. Eso no lo lograron sus lejanos antepasados rioplatenses que, en los años 90, dejaron un tendal de estafados.
Ahora, en Estados Unidos, Cerberus –otra vez el guardián de los infiernos- se resiste a completar la compra de United Rentals al precio pactado inicialmente. Mientras, JC Flowers busca modiifcar la oferta por Northern Rock, pero quiere alejarse de Sallie Mae, la prestamista de estudiantes terciarios. Poco antes, Kohlberg Kravis Roberts y Goldman Sachs frenaban el trato por Harman International Industries.
Cuando endeudarse era negocio, los ejecutivos no precisaban ser muy brillante para obtener utilidades y remuneraciones escandalosas. En efecto, los fondos “privados” (o sea, extrabursátiles) se lanzaron a compras apalancadas (o sea, tomar activos sacándolos de bolsa) y todos aplaudían. La receta era fácil: adquirir empresas, achicarlas echando personal y revenderlas al mejor postor.
Desde agosto, ya no es así. Varias operaciones han sido suspendidas o congeladas y esos fondos tan astutos se han desfinanciado. Cerberus Capial, por ejemplo, paga el silencio de gurúes y medios para que no digan que el rey está desnudo: el fondo no logra reunir los US$ 11.500 millones necesarios para solventar la toma de Chrysler.
Endeudarse ya no es negocio y los inversores ya no compran los paquetes de títulos emitidos por los bancos para financiar ese tipo de transacciones. Sucede que la crisis hipotecaria, que detonó todo, dista de haberse agotado. Sólo en vehículos de inversión estructurada (VIE) hay en el aire más de US$ 450.000 millones.
Por supuesto, el problema no termina en los fondos especulativos y sus compras apalancadas. Pero el sector es ejemplo piloto: sus protagonista intentan cambiar sobre la marcha el modelo de negocios. Eso no lo lograron sus lejanos antepasados rioplatenses que, en los años 90, dejaron un tendal de estafados.
Ahora, en Estados Unidos, Cerberus –otra vez el guardián de los infiernos- se resiste a completar la compra de United Rentals al precio pactado inicialmente. Mientras, JC Flowers busca modiifcar la oferta por Northern Rock, pero quiere alejarse de Sallie Mae, la prestamista de estudiantes terciarios. Poco antes, Kohlberg Kravis Roberts y Goldman Sachs frenaban el trato por Harman International Industries.