Se trata, lisa y llanamente, de una oferta pública accionaria (OPA) que valúa la acción en CS 230, o sea US$ 33 (una prima de 20%). No parece casual que, días atrás, Abú Dhabí -otro miembro de la Unión de emiratos árabes, títere de Saudiarabia- haya tomado 2,4% de Mediaset, el conglomerado de Silvio Berlusconi.
Sin duda, la absorción de la bolsa milanesa por la londinense –donde el Nasdaq ya posee 30%- apura tiempos en este baile de sillas internacional cuyo objeto, al fin, no parece muy claro. Especialmente, con los mercados de riesgo afrontando una crisis hipotecaria y creciente iliquidez financiera.
Tampoco es mera coincidencia que la bolsa de Dubái esté manejada –en los papeles- por el sueco Per Larsson. Este ex presidente de la OMX, comprado por los emires a precio de oro (su estipendio decuplica el que percibía en Estocolmo), celebra ya ”el surgimiento de la quinta alianza bursátil del mundo”, cuya conducción espera asumir a su tiempo.
La OMX gestiona el espinel accionario y los derivados (una bomba de tiempo, por supuesto) de las bolsas sueca, danesa, finesa e islandesa, junto con los tres pequeños mercados bálticos, Estonia, Letonia y Lituania. Larsson no descarta ulteriores incorporaciones de bolsas en Asia occidental, Europa oriental y sudoriental.
Naturalmente, parte de la prensa y los partidos políticos escandinavos se oponen a que un minúsculo emirato árabe pase a controlar la OMX. Sin ahorrarle críticas a Larsson, algunos medios señalan dos cosas: Dubái es un pelele de Saudiarabia y, tarde o temprano, en esa región se agotarán las reservas de hidrocarburos. Eso pondrá límite al poder financiero de los jeques.
Se trata, lisa y llanamente, de una oferta pública accionaria (OPA) que valúa la acción en CS 230, o sea US$ 33 (una prima de 20%). No parece casual que, días atrás, Abú Dhabí -otro miembro de la Unión de emiratos árabes, títere de Saudiarabia- haya tomado 2,4% de Mediaset, el conglomerado de Silvio Berlusconi.
Sin duda, la absorción de la bolsa milanesa por la londinense –donde el Nasdaq ya posee 30%- apura tiempos en este baile de sillas internacional cuyo objeto, al fin, no parece muy claro. Especialmente, con los mercados de riesgo afrontando una crisis hipotecaria y creciente iliquidez financiera.
Tampoco es mera coincidencia que la bolsa de Dubái esté manejada –en los papeles- por el sueco Per Larsson. Este ex presidente de la OMX, comprado por los emires a precio de oro (su estipendio decuplica el que percibía en Estocolmo), celebra ya ”el surgimiento de la quinta alianza bursátil del mundo”, cuya conducción espera asumir a su tiempo.
La OMX gestiona el espinel accionario y los derivados (una bomba de tiempo, por supuesto) de las bolsas sueca, danesa, finesa e islandesa, junto con los tres pequeños mercados bálticos, Estonia, Letonia y Lituania. Larsson no descarta ulteriores incorporaciones de bolsas en Asia occidental, Europa oriental y sudoriental.
Naturalmente, parte de la prensa y los partidos políticos escandinavos se oponen a que un minúsculo emirato árabe pase a controlar la OMX. Sin ahorrarle críticas a Larsson, algunos medios señalan dos cosas: Dubái es un pelele de Saudiarabia y, tarde o temprano, en esa región se agotarán las reservas de hidrocarburos. Eso pondrá límite al poder financiero de los jeques.