El titular de la cartera, Henry Paulson, Benjamin Bernanke (Reserva Federal) y el propio George W.Bush (en el angustioso mensaje del miércoles) se proponían gastar US$ 694.000 millones –si no 1,1 billón- para tomar activos tóxicos que hasta Wall Street tiene dificultades para justipreciar. Entretanto, el congreso y los ciudadanos del común temían y temen que ese tipo de iniciativas termine con el fisco pagando mucho más de cuanto esos activos valen. En beneficio, claro, de los banqueros y en perjuicio de los contribuyentes. <br />
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<p> Cualquiera que haya intentado comprar o vender esa clase de activos cuando se caen los mercados sabe cuán arduo es ponerse de acuerdo sobre precios. Pero evaluar los títulos que Paulson pretende es mucho más difícil: cada paquete está atado a miles de hipotecas individuales y muchas colapsan a medida como se desinfla el mercado. Éste es uno de los mecanismos que el FBI y la comisión de valores (SEC) escrutan en pos de fraudes.</p>
<p> “Probablemente no podamos por años definir valores subyacentes”, señala Andrew Feltus, de Pioneer Investments. “Durante largo, largo tiempo no sabremos si el precio real será 20, 40 o 60 centavos por cada dólar nominal”. Mientras el valor de una acción no es misterio –se ve en pantalla día y noche-, las colocaciones tóxicas no se negocian de ese modo, su mercado es opaco, opera por teléfono y pasan días sin transacciones.</p>
<p> Además, muchos de los instrumentos involucrados son en extremo complejos. Basta considerar la serioe Alt-A Trust 2006-7, una “pequeñez” de US$ 1.300 millones. En tanto la burbuja crediticia se expandía en el primer año, BS compró 2.870 hipotecas a prestamistas primarios como Countrywide Financial. Esa masa, cuyo valor promedio era US$ 450.000, se componía de créditos Alt-A, que los operadores llaman “préstamos mentirosos”, pues se otorgan sin verificar la solvencia de los deudores.</p>
<p> Casi 60% se concedieron en California, Florida y Arizona. Justamente, donde los precios de bienes raíces se inflaron y desinflaron a mayor velocidad que en el resto de Estados Unidos.</p>
<p> Bear Stearns empaquetó los préstamos en 37 tipos diferentes de títulos, clasificados según grados de riesgo, para recolocar entre bancas de inversión, fondos de cobertura –ahí aparecen los derivativos- y aseguradoras. Cuando las hipotecas básicas entran en cese de pagos, primero sufren los bonos en la base de cada paquete. Después, los siguen los demás. en escala descendente de riesgo.</p>
<p> El mecanismo genera carteras tóxicas. Inicialmente calificados AAA, los bonos más antiguos han sido degradados a categoría chatarra durante los últimos días. Para peor, valuar títulos hipotecarios implica adivinar cuánto propietarios se atrasarán en las cuotas o, si el banco los embarga, a qué precios revendrán las viviendas.</p>
<p> Esos paquetes y papeles son la clase de activos que Paulson tomaría, y no serían los mas complejos. Wall Street tomó también esos títulos, los empaquetó y reempaquetó en instrumentos tan tramposos como las obligaciones de deuda colateralizadas (ODC). Muchas acabaron recolocándose a una fracción y, así, en julio Merrill Lynch revendió US$ 31.000 millones a 22% del valor nominal.</p>
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Claves de un plan cuyos costos finales eran y son- todo un misterio
¿Cuánto pagaría alguien por una casa que nadie quiere y en un mal vecindario? Esta situación afrontaba la secretaria de hacienda norteamericana mientras armaba un gigantesco rescate de entidades financieras víctimas de sus malas apuestas.