Los emisores que se animen se meterán en un mercado donde los préstamos a tomadores de malos antecedentes financieros se empaquetan en forma de bonos. Acaban pues obligados a ofrecer mayores rindes para recolocar papeles tan riesgosos. Es la contrapartida de los intereses usurarios que pagan quienes toman esos créditos.
Día a día, los inversores se ponen más selectivos. Por otra parte, aún es posible apelar al mercado secundario y conseguir dinero un poco más barato. Entonces, carece sentido colocarse en emisiones nuevas. No obstante, algunos operadores e intermediarios marginales creen que subsiste demanda por títulos colaterales de hipotecas, siempre y cuando se ofrezcan tasas atractivas.
Pero los bonos chatarra son otro cantar. Más abajo de la categoría BBB (Standard & Poor’s), los riesgos crediticios se disparan. Quienes especulan ahí son hipersensibles a precios y tasas. En verdad, no existen ya compradores importantes de BBB para abajo y las garantías colaterales no seducen.
Los emisores que se animen se meterán en un mercado donde los préstamos a tomadores de malos antecedentes financieros se empaquetan en forma de bonos. Acaban pues obligados a ofrecer mayores rindes para recolocar papeles tan riesgosos. Es la contrapartida de los intereses usurarios que pagan quienes toman esos créditos.
Día a día, los inversores se ponen más selectivos. Por otra parte, aún es posible apelar al mercado secundario y conseguir dinero un poco más barato. Entonces, carece sentido colocarse en emisiones nuevas. No obstante, algunos operadores e intermediarios marginales creen que subsiste demanda por títulos colaterales de hipotecas, siempre y cuando se ofrezcan tasas atractivas.
Pero los bonos chatarra son otro cantar. Más abajo de la categoría BBB (Standard & Poor’s), los riesgos crediticios se disparan. Quienes especulan ahí son hipersensibles a precios y tasas. En verdad, no existen ya compradores importantes de BBB para abajo y las garantías colaterales no seducen.