<p>En el fondo, señala un análisis suizo, “persiste una rivalidad, no siempre leal, entre bancos centrales y otra entre el sector privado y el público. En un caso, la primera se manifiesta en el Banco Central Europeo, un jugador débil. La segunda contrapone emisores fuertes (Reserva Federal, Banco del Japón, Bundesbank, Banco de Inglaterra, Banco de Francia, etc.) y banca privada de esas jurisdicciones.</p>
<p>Un tercer componente reúne bancos centrales sin “competencia” de entidades privadas internas (China, Rusia) o, por el contrario, con éstas manejando virtualmente los emisores, como en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Saudiarabia y los emiratos del golfo Pérsico. Un brazo del comité de Basilea, el Banco de Ajustes Internacionales (BAI), actúa para paraguas técnicos de todos los bancos centrales.</p>
<p>Curiosamente, el BAI data de 1930, pero el comité recién se forma en 1935, cuando el III Reich ya existe y se apresta a fagocitar los emisores de Austria, Checoslovaquia, etc. Ahora, los problemas son otros y hacen a la etapa posterior a la crisis sistémica de 2007/09, el presente endeudamiento europeo y un hecho poco tranquilizador: los cuestionados ensayos de resistencia sobre noventa bancos privados de la Unión Europea.</p>
<p>Basilea 3 funcionará, temen observadores independientes, como otro experimento para ver si la banca atina a gestionar riesgos de eventuales crisis, sin recurrir a onerosos rescates pagados por los contribuyentes vía bancos centrales tolerantes. Por de pronto, el esquema basiliense es por demás elástico: les da a los bancos privados de 2013 a 2019 (siete años) para adecuase a las nuevas normas del comité. La paulatina licuación de Basilea 2 (1988/2007) no es buen augurio.<br />
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Basilea: un paso adelante, pero no sin incertidumbres
El marco financiero occidental sigue involucrado en una puja. Este mes, atravesó Basilea 3 con un proyecto de reforma- y, en semanas, marcará otro hito. A saber, la cumbre de los 20 en Seúl (noviembre), que intentará mejorar la imagen de la anterior.