Avanza el canje de deuda, entre nuevas señales de mejora económica

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En julio, el PBI creció 8%, por el 10% de expansión industrial. El superávit fiscal pasa de US$ 5.130 millones, 50% sobre lo convenido con el FMI. La deuda externa a junio acumula US$ 108.380 millones, pero con mejor expectativa de canje.

Los nuevos números positivos hacen que el gobierno –sin abandonar su confrontación política con el Fondo, como muestra el mensaje de Néstor Kirchner en la ONU- eleve de 3 a 3,83% la proyección para 2005 del aumento en el producto bruto interno. Sólo en agosto, el superávit añadió unos US$ 665 millones. En moneda local, esa cifra representa alrededor de $ 2.000 millones y el acumulado casi 15.440 millones.

Posiblemente, el “Financial Times” conociera de antemano esos números cuando afirmaba, días atrás: “Argentina tiene prácticamente ganada la lucha con los bonistas para que acepten la mayor quita de deuda soberana en la historia. Wall Street y algunos representantes de acreedores privados así lo reconocen en privado”.

La propuesta final examinada por la Comisión Federal de Valores (Securities & Exchange Commission, SEC) involucra alrededor de US$ 100.000 millones en deuda titulizada. Se trata de la comprendida en el cese de pagos unilateral resuelto por Adolfo Rodríguez Saá –un efímero presidente- a fin de 2001.

Sea como fuere, según un matutino conservador, “conviene prepararse para las diez semanas que faltan hasta comienzos de diciembre, pues la restructuración de la deuda promete una guerra psicológica que transitará permanentemente entre el cielo y el infierno”. En realidad, sólo será una prolongación de la desatada hace varios meses, a través de presuntos “comités”, funcionarios del FMI, analistas y medios abarcados por un “lobby” que coordinan, en el país, un ex ejecutivo de la banca privada y un consultor financiero (los dos, con aceitados vínculos en el menemismo).

“Hasta el mismísimo ‘Financial Times’ cayó en el juego. Hace menos de una semana –recuerda un columnista que no fue ajeno a ese “juego”, sin llegar al extremo londinense- pronosticaba un fracaso, sin citar fuentes identificables, y la salida de Roberto Lavagna para preparar su candidatura presidencial.

El artículo del martes decía exactamente lo contrario y anticipaba “una gran victoria para (Néstor) Kirchner y su equipo, que se ganarían un lugar en el libro de récords”. Por lo visto, el FT vive desorientado: el Guinness no incluye la gestión financiera o las negociaciones de deuda externa en su catálogo de datos inútiles. En lo tocante a la ausencia de fuentes, no es tal: John Dizard, firmante de la nota “golpista”, trabaja con Charles Dallara, gestor de fondos buitres.

“El mérito –añade Adam Thomson, corresponsal del FT en el Río de la Plata- es para el ministro Lavagna, tildado de desconsiderado hacia el protocolo o los usos financieros internacionales y de duro con los acreedores y el FMI”. Cabe acotar que Lavagna se limitó a tomar y adaptar al caso argentino la estrategia de Malasia cuando, en plena crisis sistémica de 1997/8, rechazó las recetas del Fondo y vapuleó a sus promotores, Anne Krueger y Anup Singh. Kuala Lumpur tenía un excelente argumento: un brutal ajuste ortodoxo estaba llevado a Indonesia a la guerra civil y ya había costado millares de muertos.

“No es extraño –continúa el FT- que se queje Hans Humes, de un comité que dice representar tenencias por US$ 40.000 millones”. A juicio del ex socio de Nicola Stock y operador de fondos de riesgo, “existen precedentes sobre restructuraciones soberanas con más de un siglo. Argentina no respeta ninguno”. Obviamente, cien años atrás no había ese tipo de situaciones ni métodos.

El miércoles, Guillermo Nielsen (Finanzas) sostuvo que “las incertidumbres alrededor de la deuda serán despejadas muy pronto. O sea, entre ahora y fin de año”. Economía está segura de que la adhesión podría acercarse el 80% pedido por el Fondo. Sólo quedarán fuera los fondos buitres, pese a jueces italianos que dictan embargos creyendo defender jubilados o humildes.

No obstante, el desenlace de este melodrama dista de ser seguro Máxime si el gobierno sigue cometiendo errores como sacar del Banco Central a Alfonso Prat Gay y poner gente no idónea en política monetaria. Tampoco la destemplada reacción de Rodrigo Rato augura buenos momentos. El director gerente del FMI, hablando en un foro allegado al departamento de Estado, exigió “mejor clima político, jurídico y social” en Argentina para renegociar la deuda y que el superávit fiscal sea 4% del PBI. Así, de paso, replicaba oblicuamente al apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero a Kirchner. Como miembro del malhadado ex gobierno de José María Aznar, Rato solía ser muy duro con Argentina.

No parece atinado mentar el clima político o social. La catástrofe en Dyakarta hace siete años no habla bien del FMI y sus soluciones en ese plano. Tampoco en el jurídico, pues la tolerancia de la entidad a la ”contabilidad imaginativa” argentina del lapso 1991/2001 incluía decretos cuya legalidad resultaba más que dudosa.

Algunos estadígrafos locales suponen que, para lograr la meta exigida por el FMI, en 2005 sería preciso que el PBI subiera 14% y los gastos disminuyeran en unos US$ 3.600 millones. Pero, hasta lo que se sabe, el planteo de Rato hace a porcentajes, no a montos. Por tanto, si el PBI subiese menos, el mentado 4% sería más accesible.

Los nuevos números positivos hacen que el gobierno –sin abandonar su confrontación política con el Fondo, como muestra el mensaje de Néstor Kirchner en la ONU- eleve de 3 a 3,83% la proyección para 2005 del aumento en el producto bruto interno. Sólo en agosto, el superávit añadió unos US$ 665 millones. En moneda local, esa cifra representa alrededor de $ 2.000 millones y el acumulado casi 15.440 millones.

Posiblemente, el “Financial Times” conociera de antemano esos números cuando afirmaba, días atrás: “Argentina tiene prácticamente ganada la lucha con los bonistas para que acepten la mayor quita de deuda soberana en la historia. Wall Street y algunos representantes de acreedores privados así lo reconocen en privado”.

La propuesta final examinada por la Comisión Federal de Valores (Securities & Exchange Commission, SEC) involucra alrededor de US$ 100.000 millones en deuda titulizada. Se trata de la comprendida en el cese de pagos unilateral resuelto por Adolfo Rodríguez Saá –un efímero presidente- a fin de 2001.

Sea como fuere, según un matutino conservador, “conviene prepararse para las diez semanas que faltan hasta comienzos de diciembre, pues la restructuración de la deuda promete una guerra psicológica que transitará permanentemente entre el cielo y el infierno”. En realidad, sólo será una prolongación de la desatada hace varios meses, a través de presuntos “comités”, funcionarios del FMI, analistas y medios abarcados por un “lobby” que coordinan, en el país, un ex ejecutivo de la banca privada y un consultor financiero (los dos, con aceitados vínculos en el menemismo).

“Hasta el mismísimo ‘Financial Times’ cayó en el juego. Hace menos de una semana –recuerda un columnista que no fue ajeno a ese “juego”, sin llegar al extremo londinense- pronosticaba un fracaso, sin citar fuentes identificables, y la salida de Roberto Lavagna para preparar su candidatura presidencial.

El artículo del martes decía exactamente lo contrario y anticipaba “una gran victoria para (Néstor) Kirchner y su equipo, que se ganarían un lugar en el libro de récords”. Por lo visto, el FT vive desorientado: el Guinness no incluye la gestión financiera o las negociaciones de deuda externa en su catálogo de datos inútiles. En lo tocante a la ausencia de fuentes, no es tal: John Dizard, firmante de la nota “golpista”, trabaja con Charles Dallara, gestor de fondos buitres.

“El mérito –añade Adam Thomson, corresponsal del FT en el Río de la Plata- es para el ministro Lavagna, tildado de desconsiderado hacia el protocolo o los usos financieros internacionales y de duro con los acreedores y el FMI”. Cabe acotar que Lavagna se limitó a tomar y adaptar al caso argentino la estrategia de Malasia cuando, en plena crisis sistémica de 1997/8, rechazó las recetas del Fondo y vapuleó a sus promotores, Anne Krueger y Anup Singh. Kuala Lumpur tenía un excelente argumento: un brutal ajuste ortodoxo estaba llevado a Indonesia a la guerra civil y ya había costado millares de muertos.

“No es extraño –continúa el FT- que se queje Hans Humes, de un comité que dice representar tenencias por US$ 40.000 millones”. A juicio del ex socio de Nicola Stock y operador de fondos de riesgo, “existen precedentes sobre restructuraciones soberanas con más de un siglo. Argentina no respeta ninguno”. Obviamente, cien años atrás no había ese tipo de situaciones ni métodos.

El miércoles, Guillermo Nielsen (Finanzas) sostuvo que “las incertidumbres alrededor de la deuda serán despejadas muy pronto. O sea, entre ahora y fin de año”. Economía está segura de que la adhesión podría acercarse el 80% pedido por el Fondo. Sólo quedarán fuera los fondos buitres, pese a jueces italianos que dictan embargos creyendo defender jubilados o humildes.

No obstante, el desenlace de este melodrama dista de ser seguro Máxime si el gobierno sigue cometiendo errores como sacar del Banco Central a Alfonso Prat Gay y poner gente no idónea en política monetaria. Tampoco la destemplada reacción de Rodrigo Rato augura buenos momentos. El director gerente del FMI, hablando en un foro allegado al departamento de Estado, exigió “mejor clima político, jurídico y social” en Argentina para renegociar la deuda y que el superávit fiscal sea 4% del PBI. Así, de paso, replicaba oblicuamente al apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero a Kirchner. Como miembro del malhadado ex gobierno de José María Aznar, Rato solía ser muy duro con Argentina.

No parece atinado mentar el clima político o social. La catástrofe en Dyakarta hace siete años no habla bien del FMI y sus soluciones en ese plano. Tampoco en el jurídico, pues la tolerancia de la entidad a la ”contabilidad imaginativa” argentina del lapso 1991/2001 incluía decretos cuya legalidad resultaba más que dudosa.

Algunos estadígrafos locales suponen que, para lograr la meta exigida por el FMI, en 2005 sería preciso que el PBI subiera 14% y los gastos disminuyeran en unos US$ 3.600 millones. Pero, hasta lo que se sabe, el planteo de Rato hace a porcentajes, no a montos. Por tanto, si el PBI subiese menos, el mentado 4% sería más accesible.

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