<p>Resuelto a frenar la sobreapreciación de su moneda –virtual divisa del Mercosur-, y la subvaluación del dólar, que esta semana tocó R 1,54 (US$ 0,649 por real), pico de doce años, el gobierno de Dilma Rousseff salió con todo. Las acciones lanzadas involucran derivados cambiarios, el segmento más lucrativo de San Pablo.<br />
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Antes de abrirse las operaciones, Brasilia impuso un gravamen de 1% a ese tipo de contratos, apoyado en volátiles instrumentos (los derivativos). Inmediatamente, los analistas ligados a la especulación intentaron diluir los efectos de la iniciativa, que definieron como “paliativos temporarios”. Pero dos o tres economistas serios sostuvieron que “es como si el gobierno hubiese aplicado una “tasa Tobin local”.<br />
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Tan poco “temporario” es el gravamen que, según comunicado adjunto, “podrá ser elevado hasta 25% ad valorem. “Vamos a restarle parte de la rentabilidad a la especulación pura. Esperamos una desvalorización del real, quizás un dólar a R 1,58 (US$ 0,633) en primera instancia”, señalaba Guido Mantega, ministro de economía.<br />
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Otra decisión suprime una medida anterior, que determinaba el cobro de 6% sobre créditos obtenidos en el exterior por empresas brasileñas. De acuerdo con el alto funcionario, muchas firmas tomaban fondos a largo plazo, pero los liquidaban en breve lapso para eludir el gravamen. Ahora intentamos frustrar esa maniobra evasiva”.<br />
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Por cierto, hasta los analistas más allegados al negocio financiero admiten que una masa de dinero especulativo desembarca atraída por la astronómica tasa que ofrece el país: 12,5% anual. Por ejemplo, en el primer semestre el país recibió un récord de US$ 32.500 millones. <br />
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Existe otro motivo: ese interés funciona como freno a la inflación. En medio de ambos factores, hay un tercero en discordia: los altos precios de productos e insumos primarios en el mercado internacional. Esta variable no puede influirla Brasil ni el resto del mundo.</p>
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Aplicará Brasil un impuesto a derivados
El gigante sudamericano anunció un paquete de medidas orientado a detener la reapreciación del real, o sea la caída del dólar. Por vez primera en Latinoamérica, un país grava derivados cambiarios, para asombro de la especulación paulista.