jueves, 17 de abril de 2025

Amaranth: retener un operador acabó en un pozo de US$ 6.600 millones

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Nicholas Maounis, fundador de Amaranth Advisors -fondo basado en derivados- tomó en abril de 2005 una decisión que lo llevó al desastre. Todo para que se le fuera Brian Hunter, promisorio especulador con futuros y opciones sobre gas natural.

En aquel momento, otra firma ludópata, Steven Cohen Capital Advisors (SCCA), le ofreció a Hunter una prima de un millón si se le unía. Pero Maounis no deseaba perder la clave de un negocio que le significada ya US$ 6.000 millones en activos. Por entonces, las acciones y los bonos convertibles bajaban, en tanto subían los hidrocarburos. Hunter era imprescindible. Por tanto, Maounis lo hizo copresidente y le entregó el manejo de todas las operaciones relativas a futuros y opciones sobre gas natural.

En diecisiete meses, Hunter llegó a ser responsable por US$ 6.600 millones en pérdidas. De paso, detonó el mayor colapso de un fondo de cubertura registrado en la historia. Obviamente, los inversores perjudicados –en general, millonarios- se lanzador a cuestionar la ciega fe de Maounis en una estrella de apenas 32 años. A su criterio, se le dio excesiva libertad y se lo dejó comprometer más de la mitad de los activos de Amaranth.

Plata quemada

Los días finales fueron una seguidilla de cifras difíciles de imaginar para una persona normal. En apenas una semana (septiembre), Hunter perdió apuestas por casi US$4.600 millones. Empezando octubre, el colapso involucraba 6.600 millones, o sea 70% de los activos de Amaranth. Todavía en diciembre, ni Hunter ni Maounis, ocultos en Canadá, daban la cara a los medios especializados.

Por lo menos un inversor, que percibió signos de que los riesgos eran letales, retiró su dinero antes del desastre. Algunos ex empleados y operadores (que insisten en permanecer anónimos, pues le temen a Maounis) revelaron en noviembre haber advertido en agosto a sus jefes sobre lo que les venía encima. Pero, se sabe, los ludópatas –como cualquier adicto- nunca escuchan.

Cuando otra vuelta de campana en los mercados dejó al fondo afrontando quebrantos enormes, ya era tarde para desarmar posiciones. Mientras los precios se veían firmes, Amaranth manejaba el mercado pero, al derrumbarse aquéllos, el mercado hizo pedazos a Amaranth. Eso es moneda corrientes en la plaza de futuros de Chicago, tanto como en las mesas de Las Vengas.

No obstante, las condiciones de plaza distaban de ser ideales ya en 2005, mientras Maounis negociaba la permanencia de Hunter. En medio de las tratativas, los bonos convertibles (otrora sostèn de Amaranth) se desplomaron a razón de 6,5% mensual, entre enero y mayo. Presa de la volatidad, también los mercados accionarios sufrían notables descensos.

Último recurso

Otras apuestas de Amaranth sintieron el golpe cuando Standard&Poor’s y Moody’s –principales agencias calificadoras de riesgos crediticios- rebajaron a General Motors y Ford a la categoría chatarra. Comenzaba la crisis en Detroit, que todavía sigue. En mayo, pues, las posiciones accionarias del fondo hacían agua.

En suma, Maounis se aferró a Hunter porque su cartera de futuros y opciones (esto es, derivados) sobre gas natural parecía un éxito y era, de hecho, el último recurso a mano. Al principio, la cosa marchó muy bien y, en septiembre de 2005, las apuestas hechas al gas rindieron US$ 1.000 millones. Motivos: los huracanes Katrina y Rita, con sus efectos en abastecimiento y precios de combustibles fósiles en Estados Unidos.

Muchos creyeron que la bonanza continuaría merced a tornados ulteriores. Katrina sobrevino el 29 de agosto, Rita apareció el 24 de septiembre. A los cinco dìas, el gas natural alcanzaba US$ 14,20 por millón de termounidades británicas (TUB). Ahí Hunter se largó a especular.

A fines de 2005, los activos de Amaranth totalizaban US$ 7.500 millones. Dejando de lado su alto componente de “aire”, lo colocaban entre los cuarenta mayores fondos de su clase. Contaba entre la clientela pesos tan pesados como Goldman Sachs Group (su presidente era el actual secretario de hacienda, Henry Paulson). Morgan Stanley, Deutsche Bank o Bank of New York.

Asimismo, giraban en esa ruleta grandes fondos jubilatorios, cuyos administradores debieran haber sido mucho más cuidadosos, porque jugaban con plata de trabajadores, no de magnates. El papel de las bancas era y es distinto: su presencia en este tipo de fondos crea la impresión de que son canales de inversión serios y sólidos. Como se ve, no es así.

Lejos de ser una mosca blanca –señala un análisis de Bloomberg’s-, Amaranth Advisors creció con el segmento especulativo basado en instrumentos derivativos y sus contratos derivados. Pobremente regulados, los fondos de cubertura manejaban en septiembre último alrededor de US$ 1,3 billón. Sus gerentes y operadores tienen un incentivo clave: participan de las ganancias.

En aquel momento, otra firma ludópata, Steven Cohen Capital Advisors (SCCA), le ofreció a Hunter una prima de un millón si se le unía. Pero Maounis no deseaba perder la clave de un negocio que le significada ya US$ 6.000 millones en activos. Por entonces, las acciones y los bonos convertibles bajaban, en tanto subían los hidrocarburos. Hunter era imprescindible. Por tanto, Maounis lo hizo copresidente y le entregó el manejo de todas las operaciones relativas a futuros y opciones sobre gas natural.

En diecisiete meses, Hunter llegó a ser responsable por US$ 6.600 millones en pérdidas. De paso, detonó el mayor colapso de un fondo de cubertura registrado en la historia. Obviamente, los inversores perjudicados –en general, millonarios- se lanzador a cuestionar la ciega fe de Maounis en una estrella de apenas 32 años. A su criterio, se le dio excesiva libertad y se lo dejó comprometer más de la mitad de los activos de Amaranth.

Plata quemada

Los días finales fueron una seguidilla de cifras difíciles de imaginar para una persona normal. En apenas una semana (septiembre), Hunter perdió apuestas por casi US$4.600 millones. Empezando octubre, el colapso involucraba 6.600 millones, o sea 70% de los activos de Amaranth. Todavía en diciembre, ni Hunter ni Maounis, ocultos en Canadá, daban la cara a los medios especializados.

Por lo menos un inversor, que percibió signos de que los riesgos eran letales, retiró su dinero antes del desastre. Algunos ex empleados y operadores (que insisten en permanecer anónimos, pues le temen a Maounis) revelaron en noviembre haber advertido en agosto a sus jefes sobre lo que les venía encima. Pero, se sabe, los ludópatas –como cualquier adicto- nunca escuchan.

Cuando otra vuelta de campana en los mercados dejó al fondo afrontando quebrantos enormes, ya era tarde para desarmar posiciones. Mientras los precios se veían firmes, Amaranth manejaba el mercado pero, al derrumbarse aquéllos, el mercado hizo pedazos a Amaranth. Eso es moneda corrientes en la plaza de futuros de Chicago, tanto como en las mesas de Las Vengas.

No obstante, las condiciones de plaza distaban de ser ideales ya en 2005, mientras Maounis negociaba la permanencia de Hunter. En medio de las tratativas, los bonos convertibles (otrora sostèn de Amaranth) se desplomaron a razón de 6,5% mensual, entre enero y mayo. Presa de la volatidad, también los mercados accionarios sufrían notables descensos.

Último recurso

Otras apuestas de Amaranth sintieron el golpe cuando Standard&Poor’s y Moody’s –principales agencias calificadoras de riesgos crediticios- rebajaron a General Motors y Ford a la categoría chatarra. Comenzaba la crisis en Detroit, que todavía sigue. En mayo, pues, las posiciones accionarias del fondo hacían agua.

En suma, Maounis se aferró a Hunter porque su cartera de futuros y opciones (esto es, derivados) sobre gas natural parecía un éxito y era, de hecho, el último recurso a mano. Al principio, la cosa marchó muy bien y, en septiembre de 2005, las apuestas hechas al gas rindieron US$ 1.000 millones. Motivos: los huracanes Katrina y Rita, con sus efectos en abastecimiento y precios de combustibles fósiles en Estados Unidos.

Muchos creyeron que la bonanza continuaría merced a tornados ulteriores. Katrina sobrevino el 29 de agosto, Rita apareció el 24 de septiembre. A los cinco dìas, el gas natural alcanzaba US$ 14,20 por millón de termounidades británicas (TUB). Ahí Hunter se largó a especular.

A fines de 2005, los activos de Amaranth totalizaban US$ 7.500 millones. Dejando de lado su alto componente de “aire”, lo colocaban entre los cuarenta mayores fondos de su clase. Contaba entre la clientela pesos tan pesados como Goldman Sachs Group (su presidente era el actual secretario de hacienda, Henry Paulson). Morgan Stanley, Deutsche Bank o Bank of New York.

Asimismo, giraban en esa ruleta grandes fondos jubilatorios, cuyos administradores debieran haber sido mucho más cuidadosos, porque jugaban con plata de trabajadores, no de magnates. El papel de las bancas era y es distinto: su presencia en este tipo de fondos crea la impresión de que son canales de inversión serios y sólidos. Como se ve, no es así.

Lejos de ser una mosca blanca –señala un análisis de Bloomberg’s-, Amaranth Advisors creció con el segmento especulativo basado en instrumentos derivativos y sus contratos derivados. Pobremente regulados, los fondos de cubertura manejaban en septiembre último alrededor de US$ 1,3 billón. Sus gerentes y operadores tienen un incentivo clave: participan de las ganancias.

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