Una clave de la crisis está en los derivativos. George Soros, el megafinancista, evita usar esos instrumentos y sus contratos derivados “porque casi nadie sabe exactamente cómo operan”. Félix Rohatyn, el banquero que salvó de la quiebra a Nueva York en los años 70, los define como “potenciales bombas de hidrógeno”.
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<p>Lo mismo afirmaban los neokeynesianos Hyman Minsky y Joel Kurtzman. Hace cinco años, el sagaz Warren Buffett sostenía que “los derivativos son armas de destrucción y sus peligros pueden ser mortales. Aunque Greenspan no lo crea”. En efecto, no lo cree. Lamentablemente, mientras tuvo poder, sus puntos de vista sobre derivados y su regulación prevalían en los debates. Poco importa si son contratos exóticos –matemáticamente muy complejos, ininteligibles aun para quienes los gestionan- que prometen amparar a los inversores contra pérdidas. Ello los hace estimular tomas imprudentes de riesgos que conducen a crisis como la actual. </p>
<p>Durante su mandato, el ex presidente de la Reserva Federal se oponía rotundamente a que el congreso regulase los derivados. “Han sido vehículos extraordinariamente para transferir riesgos de quienes no debieran asumirlos a quienes quieren y son capaces de tomarlos”, afirmó en 2003 ante la comisión bancaria del senado. “Sería un error intentar regularlos en forma más estricta” </p>
<p>Hoy, con el mundo sumido en una borrasca que Greenspan mismo describe como “el tipo crisis que se da sólo una vez por siglo”, su fe en los derivados no afloja. El problema no es que los contratos hayan fracasado, sino que “quienes los empleaban se pasaron de codiciosos. Además, quienes los colocaban no eran tan fiables como se suponía”. Pero ¿el prócer no se dio cuenta a tiempo? </p>
<p>Varios analistas no dudan de que Greenspan sea en gran parte responsable de las presentes turbulencias. “Los derivados son claves de la crisis y él orquestó su desregulación por motivos ideológicos”, señala Frank Partnoy, experto en el tema. A mediados de año, su masa representaba US$ 531 billones de aire caliente: 400% sobre los 106 billones de 2002 y 632 veces el mega-rescate norteamericano. </p>
<p>Los derivativos son instrumentos matemáticos para sortear (<em>hedge</em>) riesgos de pérdidas vía contratos derivados; por ejemplo, en el mercado hipotecario. Esa derivación entraña activos de sustento, como acciones, bonos, productos primarios, monedas, etc. En algunos segmentos, hay menos de 4% de sustento por cada contrato. </p>
<p>En el curso de los años 90, los derivados se habían multiplicado y combinado de modo tan inescrutable que, a juicio de muchos legisladores, se requería supervisión federa para proteger al sistema. Greenspan se opuso a veces con argumentos tan ingenuos como “confiamos en que Wall Street se autorregule”. Nunca lo hizo.</p>
Alan Greenspan deja un legado que lo acosará por años
No sólo las instituciones se tornan menos vulnerables a factores de riesgo subyacentes. También el sistema financiero en sí es más flexible, decía Greenspan en 2004. Hoy, esas palabras se vuelven en contra suya, aunque se niegue a admitirlo.