¿Por qué el cambio de actitud? Sencillamente, porque los propios inversores presionan para esos intermediarios no se expongan al riesgo tanto como solían hacerlo. En realidad, los fondos de cubertura –vía derivativos-, canales destinados a especuladores tan adinerados como de estómago fuerte, estuvieron años volando bajo el horizonte del monitoreo regulador. Éste no se metía en el segmento, suponiendo que inversores tan ricos y profesionales podrían hacer frente a cualquier tipo de quebrantos.
Por ejemplo, la Comisión Federal de Valores estadounidense (SEC, por Securities & Exchange Commission) requiere registrarse a asesores de inversión con más de quince clientes. Pero los gestores de fondos de riesgo no están obligados, pues fabrican sociedades de responsabilidad limitada, donde reúnen el dinero de acaudalados jugadores, y contabilizan cada entidad como un solo cliente.
El truco les da libertad para especular mucho más agresivamente que los simples fondos de inversión. Por supuesto, aplican estrategias potenciales más peligrosas. Así, recurren a cuberturas vía instrumentos derivativos y sus contratos derivados para inflar activos y ganancias. En general, estos fondos dan escasos datos reales sobre sus tácticas, inclusive a los propios clientes. Por eso, cuando se desploman dejan el tendal (el caso Long Term Capital Management data de los 90 y es todo un clásico).
Esto empieza a cambiar. Con el segmento manejando ya más de un billón de dólares en escala mundial (contra “apenas” US$ 400.000 millones en 2001), los reguladores ahora se preocupan. Aun los de un mercado tan escandalosamente libre como el londinense. La razón es clara: cada año vienen incorporándose a esta volátil franja más fondos jubilatorios, aseguradoras y hasta público en general.
En el curso de una investigación iniciada en 2003, la SEC descubrió que casi 400 fondos de cubertura se habían involucrado en operaciones ilícitas, hechas tras el cierre de los mercados, o transacciones impropias de cortísimo con fondos de inversión “normales”. Una variante casi ignota de especulación se relaciona con fondos buitres y “bonos chatarra” de deudores soberanos en problemas. Una de sus estrellas es Charles Dallara, lo cual explica el silencio del “Financial Times” sobre este subsegmento.
Existen en el planeta casi ocho mil fondos de riesgo con estrategias y estilos diversos, desde apostar sobre empresas hasta arbitrar bonos convertibles o jugar con monedas. Con cierta espectacularidad, en 2004 la SEC anunció que la mayoría de esos fondos deberán inscribirse antes de febrero de 2006. Ello implicará informar sobre directivos, ejecutivos, asesores, antecedentes de todos ellos y estrategias operativas.
Por la otra punta, los propios inversores presionan –arguyendo que las cuantiosas comisiones demandan más contraprestaciones y transparencia- por colocaciones a mayores plazos y la consiguiente licuación parcial de riesgos. Cada vez hay más instituciones, inclusive auspiciadas por firmas de valores, que planteas a los fondos funcionar como gestores de activos convencionales. Ocurre que, a mediados de 2004, 20% de activos controlados por fondos de cubertura norteamericanos estaba en “fondos de fondos” (una verdadera bomba de tiempo).
¿Por qué el cambio de actitud? Sencillamente, porque los propios inversores presionan para esos intermediarios no se expongan al riesgo tanto como solían hacerlo. En realidad, los fondos de cubertura –vía derivativos-, canales destinados a especuladores tan adinerados como de estómago fuerte, estuvieron años volando bajo el horizonte del monitoreo regulador. Éste no se metía en el segmento, suponiendo que inversores tan ricos y profesionales podrían hacer frente a cualquier tipo de quebrantos.
Por ejemplo, la Comisión Federal de Valores estadounidense (SEC, por Securities & Exchange Commission) requiere registrarse a asesores de inversión con más de quince clientes. Pero los gestores de fondos de riesgo no están obligados, pues fabrican sociedades de responsabilidad limitada, donde reúnen el dinero de acaudalados jugadores, y contabilizan cada entidad como un solo cliente.
El truco les da libertad para especular mucho más agresivamente que los simples fondos de inversión. Por supuesto, aplican estrategias potenciales más peligrosas. Así, recurren a cuberturas vía instrumentos derivativos y sus contratos derivados para inflar activos y ganancias. En general, estos fondos dan escasos datos reales sobre sus tácticas, inclusive a los propios clientes. Por eso, cuando se desploman dejan el tendal (el caso Long Term Capital Management data de los 90 y es todo un clásico).
Esto empieza a cambiar. Con el segmento manejando ya más de un billón de dólares en escala mundial (contra “apenas” US$ 400.000 millones en 2001), los reguladores ahora se preocupan. Aun los de un mercado tan escandalosamente libre como el londinense. La razón es clara: cada año vienen incorporándose a esta volátil franja más fondos jubilatorios, aseguradoras y hasta público en general.
En el curso de una investigación iniciada en 2003, la SEC descubrió que casi 400 fondos de cubertura se habían involucrado en operaciones ilícitas, hechas tras el cierre de los mercados, o transacciones impropias de cortísimo con fondos de inversión “normales”. Una variante casi ignota de especulación se relaciona con fondos buitres y “bonos chatarra” de deudores soberanos en problemas. Una de sus estrellas es Charles Dallara, lo cual explica el silencio del “Financial Times” sobre este subsegmento.
Existen en el planeta casi ocho mil fondos de riesgo con estrategias y estilos diversos, desde apostar sobre empresas hasta arbitrar bonos convertibles o jugar con monedas. Con cierta espectacularidad, en 2004 la SEC anunció que la mayoría de esos fondos deberán inscribirse antes de febrero de 2006. Ello implicará informar sobre directivos, ejecutivos, asesores, antecedentes de todos ellos y estrategias operativas.
Por la otra punta, los propios inversores presionan –arguyendo que las cuantiosas comisiones demandan más contraprestaciones y transparencia- por colocaciones a mayores plazos y la consiguiente licuación parcial de riesgos. Cada vez hay más instituciones, inclusive auspiciadas por firmas de valores, que planteas a los fondos funcionar como gestores de activos convencionales. Ocurre que, a mediados de 2004, 20% de activos controlados por fondos de cubertura norteamericanos estaba en “fondos de fondos” (una verdadera bomba de tiempo).