lunes, 17 de febrero de 2025

Adiós, fondos emergentes. Hola, fondos de riesgo global

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En general, administradores y gestores de fondos emergentes que se han mudado a fondos de riesgo global se ven felices. De pronto, no hay puntos de referencia fijos, trabas para pasarse a efectivo ni otras molestias. Se especula a rolete.

Quienes manejan fondos de mercados “emergentes” –categoría por demás proteica-, no tan apalancados como algunos colegas suyos que compran activos colocando deuda, tienen mucha más libertad para seleccionar papeles. Pueden especular en un contexto firme o retener lo que tengan cuando los mercados se dan vuelta.

“Muchos fondos que gestionábamos eran sólo largos. Uno disponía de limitados márgenes de error. Además, podíamos mantener en efectivo no más de 3% de cada colocación”, explica Leila Kardush, de RAB Capital (Londres). Para un administrador convencional, eso puede ser muy desalentador. Otra fuente estima que 80% de fideicomisos, no sólo en mercados “emergentes”, obtiene utilidades por debajo del promedio respectivo.

Los fondos de cubertura o riesgo (derivados) centrados en ese ese tipo de plazas vivieron en 2004 uno de sus mejores años en cuanto a retornos. En un lapso algo lento para fondos de riesgo en general, los de “riesgo emergente” llegaron a rendir hasta 11% anual neto, según el índice CSFB-Trémont. Sólo el volátil segmento ligado a imprevisibles ajenos al mercado obtuvo mejores utilidades.

No obstante, los gestores de fondos en mercados “emergentes” suelen ser criticados por dedicarse, en esencia, a posiciones largas, que implican comisiones de 2% sobre activos directamente administrados y 20% sobre el resto de las operaciones. Los administradores convencionales, en plazas “emergentes”, deben afrontar menos imprevistos, pero ganan comisiones más bajas. Esta dicotomía se agudizó en 2004, pues a los mercados convencionales “emergentes” les fue bien el año pasado.

El índice MSCI (bonos soberanos en plazas “emergentes”) creció más de 26%, pero su paralelo (acciones) lo hizo en 17%. Por ende, el segmento denota un sesgo peculiar: los mercados “emergentes” son más volátiles y menos líquidos que los convencionales. Si está en una posición neta corta, el operador arriesga ser borrado del mapa al atrasarse respecto de la curva de rindes.

Por ende, los profesionales adictos a estos mércados buscan posiciones netas largas. Sólo pasan a cortas si así lo determinan ciertos factores fundamentales. Ello explica que, en lo tocante a bonos (deuda) soberanos, los fondos a riesgo hayan obtenido impresionantes retornos desde la crisis rusa de 1998. De hecho, ese tipo de deuda titulizada representa la franja de mejor desempeño en 1990-2004 (quince años), con una media de 16% anual. Este margen subraya las características “sobrespeculativas”del negocio.

Naturalmente, las cosas cambian dependiendo del ciclo de las tasas. Hoy en día, inequívocos comentarios emitidos por el comité monetario de la Reserva Federal (mal llamado “de mercado abierto”) señalan que las administradas por el emisor –referenciales de cortísmo plazo- tienen probabilidades de seguir subiendo como en el último semestre. Eso estrechará la brecha entre rindes “emergentes” y letras de la Tersoría norteamericana.

Por supuesto, los mercados “emergentes” siempre tendrán problemas cuando se eleven tipos de interés en Estados Unidos. A fin de 2004, las brechas entre ambas categorías ya estaban muy acotadas según parámetros históricos. Además, para adminstradores de bonos o acciones, los factores políticos son claves de éxito o fracaso. Verbigracia, debe evaluarse correctamente el futuro de Yukos y del plan “sovietizante” de Vladyímir Putin respecto de recursos naturales no renovables.

En resumen, la densa cháchara técnica de este negocio enmascara el peligro básico de espoecular con derivados en mercados poco estables o, aun, en los más serios. Simplemente, el arbitraje entre posiciones cortas y largas no es otra cosa que la generación de “dinero virtual” que, al expresarse en el uso de derivados, se multiplica exponencialmente, con el consiguiente achicamiento de los activoa básicos. De ahí que los índices del negocio digan mucho de utilidades, pero casi nada de riesgos macroeconómicos ni peligros sistémicos.

Quienes manejan fondos de mercados “emergentes” –categoría por demás proteica-, no tan apalancados como algunos colegas suyos que compran activos colocando deuda, tienen mucha más libertad para seleccionar papeles. Pueden especular en un contexto firme o retener lo que tengan cuando los mercados se dan vuelta.

“Muchos fondos que gestionábamos eran sólo largos. Uno disponía de limitados márgenes de error. Además, podíamos mantener en efectivo no más de 3% de cada colocación”, explica Leila Kardush, de RAB Capital (Londres). Para un administrador convencional, eso puede ser muy desalentador. Otra fuente estima que 80% de fideicomisos, no sólo en mercados “emergentes”, obtiene utilidades por debajo del promedio respectivo.

Los fondos de cubertura o riesgo (derivados) centrados en ese ese tipo de plazas vivieron en 2004 uno de sus mejores años en cuanto a retornos. En un lapso algo lento para fondos de riesgo en general, los de “riesgo emergente” llegaron a rendir hasta 11% anual neto, según el índice CSFB-Trémont. Sólo el volátil segmento ligado a imprevisibles ajenos al mercado obtuvo mejores utilidades.

No obstante, los gestores de fondos en mercados “emergentes” suelen ser criticados por dedicarse, en esencia, a posiciones largas, que implican comisiones de 2% sobre activos directamente administrados y 20% sobre el resto de las operaciones. Los administradores convencionales, en plazas “emergentes”, deben afrontar menos imprevistos, pero ganan comisiones más bajas. Esta dicotomía se agudizó en 2004, pues a los mercados convencionales “emergentes” les fue bien el año pasado.

El índice MSCI (bonos soberanos en plazas “emergentes”) creció más de 26%, pero su paralelo (acciones) lo hizo en 17%. Por ende, el segmento denota un sesgo peculiar: los mercados “emergentes” son más volátiles y menos líquidos que los convencionales. Si está en una posición neta corta, el operador arriesga ser borrado del mapa al atrasarse respecto de la curva de rindes.

Por ende, los profesionales adictos a estos mércados buscan posiciones netas largas. Sólo pasan a cortas si así lo determinan ciertos factores fundamentales. Ello explica que, en lo tocante a bonos (deuda) soberanos, los fondos a riesgo hayan obtenido impresionantes retornos desde la crisis rusa de 1998. De hecho, ese tipo de deuda titulizada representa la franja de mejor desempeño en 1990-2004 (quince años), con una media de 16% anual. Este margen subraya las características “sobrespeculativas”del negocio.

Naturalmente, las cosas cambian dependiendo del ciclo de las tasas. Hoy en día, inequívocos comentarios emitidos por el comité monetario de la Reserva Federal (mal llamado “de mercado abierto”) señalan que las administradas por el emisor –referenciales de cortísmo plazo- tienen probabilidades de seguir subiendo como en el último semestre. Eso estrechará la brecha entre rindes “emergentes” y letras de la Tersoría norteamericana.

Por supuesto, los mercados “emergentes” siempre tendrán problemas cuando se eleven tipos de interés en Estados Unidos. A fin de 2004, las brechas entre ambas categorías ya estaban muy acotadas según parámetros históricos. Además, para adminstradores de bonos o acciones, los factores políticos son claves de éxito o fracaso. Verbigracia, debe evaluarse correctamente el futuro de Yukos y del plan “sovietizante” de Vladyímir Putin respecto de recursos naturales no renovables.

En resumen, la densa cháchara técnica de este negocio enmascara el peligro básico de espoecular con derivados en mercados poco estables o, aun, en los más serios. Simplemente, el arbitraje entre posiciones cortas y largas no es otra cosa que la generación de “dinero virtual” que, al expresarse en el uso de derivados, se multiplica exponencialmente, con el consiguiente achicamiento de los activoa básicos. De ahí que los índices del negocio digan mucho de utilidades, pero casi nada de riesgos macroeconómicos ni peligros sistémicos.

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