WorldCom: Ebbers concibió el mayor fraude de la historia

Bernard Ebbers, fundador y amo de la ex WorldCom, quedó gravemente comprometido por dos informes publicados esta semana. A su vez, Michael Capellas quizá no pueda sacar de concurso a la sucesora, MCI, tan fácilmente como preveía.

11 junio, 2003

El entonces presidente ejecutivo de la telefónica, un grupo de managers superiores y docenas de cómplices maquinaron un complejo fraude contable, iniciado a fin de los años 90. Dos informes independientes difundidos esta semana revelan que se falsificaron sistemáticamente asientos, en un desesperado intento de ocultar pérdidas a los accionistas (no “inversores”, como dicen algunos medios). Estas maniobras involucraban también a auditores externos e internos, abogados y muchas personas que conocían los hechos pero fueron sobornadas o intimidadas para no hablar.

El cuadro que emerge descarta la impresión inicial de que el cerebro era Scott Sullivan, ex director financiero del grupo. Ahora, si las conclusiones de ambos trabajos se substancian, los fiscales podrán procesar penalmente a Ebbers y varios más. Cabe recordar que, hasta no hace mucho, el ex CEO figuraba entre las estrellas de la”nueva economía” y la burbuja bursátil. Varias escuelas y publicaciones de negocios lo presentaban como ejemplo en su clase.

Por cierto, la compañía misma compartía con otras una cultura proclive al engaño y el fraude. Algunas nuevas revelaciones, sin duda, dan argumentos a quienes resisten el salvataje de la ex WorldCom (hoy de nuevo Mobile Communications International, MCI) o tachan de insuficiente el arreglo por sólo US$ 500 millones con la Securities & Exchange Commission. Justamente, hoy miércoles la SEC celebra una audiencia para tratar esas reparaciones, objetadas por una coalición de sindicatos, competidores, inversores, legisladores y dirigentes políticos.

El primero de los informes, firmado por William McLucas (estudio Wilmer, Cutler & Pickering), incluye un memorando por demás comprometedor. Remitido el 10 de julio de 2001 por Ebbers a Ronald Beaumont –entonces director operativo-, admite complejas maniobras para alterar asientos contables e implica a John McGuire y Michael Higgins (vicepresidentes a cargo de finanzas). El texto prueba que Ebbers estaba al tanto de las irregularidades –algo que vino negando por meses-, cuyo objeto era “tapar agujeros”. En otro punto del informe, se señala que Ebbers participaba en reuniones donde se determinó “inflar de seis a 12% anual el aumento de ingresos para el III trimestre de 2001”.

Ambos documentos presumen, asimismo, que Ebbers hacía uso ilegal de informaciones reservadas (“insider trading”). El segundo informe, elaborado por Richard Thornburgh –ex Procurador General de la República y presidente de Kirkpatrick & Lockhardt- explica que Ebbers vendió acciones por US$ 70 millones a fines de septiembre de 2000, antes de trascender un abrupto descenso de ingresos. WorldCom no lo comunicó a los accionistas hasta noviembre.

Naturalmente, la cúpula de MCI no se hacía ilusiones sobre ambos trabajos que, en conjunto, le costaron US$ 49 millones. De hecho, los estudios fueron contratados por directores independientes de WoldCom, luego de que esta se amparase en el título XI de la ley federal de concursos (julio). Hasta el momento, el fraude supera los US$ 10.000 millones y es el mayor en la historia estadounidense. Ello cuestiona la lenidad de la SEC, al aceptar en principio un arreglo inferior a 5% del monto en autos. También puede demorar la salida de la convocatoria que Capellas –ex Compaq Computer, hoy CEO de MCI- prevé para octubre o antes.

El informe McLucas detalla cómo varios ejecutivos superiores ocultaban deliberadamente información a la auditoría externa, en manos de Arthur Andersen. Ebbers y los suyos alteraban documentos y negaban acceso a la base de datos que almacenaba las cifras más comprometedoras (juegos dobles o triples de libros, que hubiesen hecho las delicias de Elliot Ness). El investigador reprocha al estudio en desgracia no haber reclamado ante la junta directiva, el comité auditor ni la SEC. No obstante, AA siguió certificando balances que, luego, la conducción esgrimía para aventar dudas y críticas.

En cuanto al informe Thornburgh, confirma que también el directorio de WorldCom estaba a obscuras. Particulamente, respecto de unas sesenta adquisiciones “por cifras multimillonarias, aprobadas tras apenas minutos de discusión, sin que la junta recibiese siquiera un papel con términos e implicancias de cada transacción”. No en vano, los directores percibían honorarios increíbles y rumbosas dádivas. Además, el management hacía retoques por su cuenta (como en el caso Intermedia Communications, febrero de 2001), sin consultar a la junta y, después, afirmaba contar con su autorización formal.

El entonces presidente ejecutivo de la telefónica, un grupo de managers superiores y docenas de cómplices maquinaron un complejo fraude contable, iniciado a fin de los años 90. Dos informes independientes difundidos esta semana revelan que se falsificaron sistemáticamente asientos, en un desesperado intento de ocultar pérdidas a los accionistas (no “inversores”, como dicen algunos medios). Estas maniobras involucraban también a auditores externos e internos, abogados y muchas personas que conocían los hechos pero fueron sobornadas o intimidadas para no hablar.

El cuadro que emerge descarta la impresión inicial de que el cerebro era Scott Sullivan, ex director financiero del grupo. Ahora, si las conclusiones de ambos trabajos se substancian, los fiscales podrán procesar penalmente a Ebbers y varios más. Cabe recordar que, hasta no hace mucho, el ex CEO figuraba entre las estrellas de la”nueva economía” y la burbuja bursátil. Varias escuelas y publicaciones de negocios lo presentaban como ejemplo en su clase.

Por cierto, la compañía misma compartía con otras una cultura proclive al engaño y el fraude. Algunas nuevas revelaciones, sin duda, dan argumentos a quienes resisten el salvataje de la ex WorldCom (hoy de nuevo Mobile Communications International, MCI) o tachan de insuficiente el arreglo por sólo US$ 500 millones con la Securities & Exchange Commission. Justamente, hoy miércoles la SEC celebra una audiencia para tratar esas reparaciones, objetadas por una coalición de sindicatos, competidores, inversores, legisladores y dirigentes políticos.

El primero de los informes, firmado por William McLucas (estudio Wilmer, Cutler & Pickering), incluye un memorando por demás comprometedor. Remitido el 10 de julio de 2001 por Ebbers a Ronald Beaumont –entonces director operativo-, admite complejas maniobras para alterar asientos contables e implica a John McGuire y Michael Higgins (vicepresidentes a cargo de finanzas). El texto prueba que Ebbers estaba al tanto de las irregularidades –algo que vino negando por meses-, cuyo objeto era “tapar agujeros”. En otro punto del informe, se señala que Ebbers participaba en reuniones donde se determinó “inflar de seis a 12% anual el aumento de ingresos para el III trimestre de 2001”.

Ambos documentos presumen, asimismo, que Ebbers hacía uso ilegal de informaciones reservadas (“insider trading”). El segundo informe, elaborado por Richard Thornburgh –ex Procurador General de la República y presidente de Kirkpatrick & Lockhardt- explica que Ebbers vendió acciones por US$ 70 millones a fines de septiembre de 2000, antes de trascender un abrupto descenso de ingresos. WorldCom no lo comunicó a los accionistas hasta noviembre.

Naturalmente, la cúpula de MCI no se hacía ilusiones sobre ambos trabajos que, en conjunto, le costaron US$ 49 millones. De hecho, los estudios fueron contratados por directores independientes de WoldCom, luego de que esta se amparase en el título XI de la ley federal de concursos (julio). Hasta el momento, el fraude supera los US$ 10.000 millones y es el mayor en la historia estadounidense. Ello cuestiona la lenidad de la SEC, al aceptar en principio un arreglo inferior a 5% del monto en autos. También puede demorar la salida de la convocatoria que Capellas –ex Compaq Computer, hoy CEO de MCI- prevé para octubre o antes.

El informe McLucas detalla cómo varios ejecutivos superiores ocultaban deliberadamente información a la auditoría externa, en manos de Arthur Andersen. Ebbers y los suyos alteraban documentos y negaban acceso a la base de datos que almacenaba las cifras más comprometedoras (juegos dobles o triples de libros, que hubiesen hecho las delicias de Elliot Ness). El investigador reprocha al estudio en desgracia no haber reclamado ante la junta directiva, el comité auditor ni la SEC. No obstante, AA siguió certificando balances que, luego, la conducción esgrimía para aventar dudas y críticas.

En cuanto al informe Thornburgh, confirma que también el directorio de WorldCom estaba a obscuras. Particulamente, respecto de unas sesenta adquisiciones “por cifras multimillonarias, aprobadas tras apenas minutos de discusión, sin que la junta recibiese siquiera un papel con términos e implicancias de cada transacción”. No en vano, los directores percibían honorarios increíbles y rumbosas dádivas. Además, el management hacía retoques por su cuenta (como en el caso Intermedia Communications, febrero de 2001), sin consultar a la junta y, después, afirmaba contar con su autorización formal.

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