Wharton analiza el mercado farmoquímico

Un nuevo estudio de Wharton compara precios farmoquímicos en EE.UU. y otros ocho países. Japón tiene los más caros, Canadá los más baratos. En general el resto está de 6 a 30% bajo el promedio norteamericano.

16 noviembre, 2003

El informe también demuestra que las diferencias de precios se relacionan con la disparidad de ingresos. Las excepciones son México y Chile, cuyos valores medios superan los del ingreso por habitante. Por ende, se compran menos remedios. Resulta interesante notar que Estados Unidos exhibe alto grado en uso de genéricos -en relación con el total de medicamentos recetados- y que sus precios son los más bajos de la muestra, exceptuando Canadá.

El trabajo se llama “Prices and availability of pharmaceuticals in nine countries”, llevó tres años, fue cofinanciado por Merck & Co y corrió a cargo de los expertos Patricia Danzón y Michael Furukawa. Se analizaron los precios a 1999 de 249 componentes básicos más todas las especialidades –patentadas y genéricas- que los incluyen.

Una de sus claves consiste en relacionar promedios estadounidenses con los de otros mercados y verificar si, en ellos, se pagan precios justos. Esto condujo a dos conclusiones iniciales: (a) las diferencias entre EE.UU. y los demás son inferiores a las supuestas; (b) los promedios locales reflejan los ingresos medios de la población. Así, por ejemplo, Europa occidental paga precios justos.

Este trabajo toma precios de laboratorio, no al público. A juicio de Danzón “era inevitable, aun en especialidades recetas, porque los niveles minoristas incluyen márgenes mayoristas (droguerías) y minoristas (farmacias), más impuestos al valor agregado o a las ventas.

Como era de esperarse, en su mayoría los medicamentos con patente exclusiva son más caros en EE.UU. donde los genéricos son más baratos. Esto tiene un motivo: Washington no regula precios, como sucede en casi todo el resto de la muestra. Por eso mismo, el estudio Wharton deduce que el sistema norteamericano favorece la innovación, pues incentiva la investigación y el desarrollo (IyD).

En efecto, los valores son altos durante los primeros diez años del producto en plaza y los márgenes de utilidad proyectan IyD durante ese ciclo. Por supuesto, al expirar la patente exclusiva, los medicamentos pierden mercado a manos de los genéricos. Pero- al contrario de lo que suelen decir en la industria-, eso no reduce los incentivos para seguir con IyD.

Una de las críticas más comunes a las farmoquímicas es que ganan demasiado cobrando al público precios muy altos. Especialmente para la gente mayor, de ingresos fijos, que suele precisar más medicamentos. Pero, observa Furukawa, “basta fijarse en Wall Street para notar que los retornos y la capitalización bursátil del sector están lejos de los niveles típicos en los 90”.

No obstante, el estudio admite que los compuestos bajo patente se hallan sobrepreciados. Pero los autores creen que la diferencia es proporcional a los costos de IyD.

En otro capítulo, los investigadores analizan si EE.UU. debiera –o no- importar fármacos, señalando que los promedios generales no ayudan a estimar bien eventuales ahorros de costos/precios. “Para empezar –apunta Danzón-, si se importasen medicamentos, los mayoristas debería examinar uno a uno, país por país, en busca de maximizar ventajas. Pero, verbigracia, si la diferencia media con Canadá es 33%, en varios rubros la efectiva puede ser mayor. Además, nunca se sabe qué proporción de ahorro llega al precio minorista”.

Más adelante, el trabajo se pregunta por qué los precios en México y Chile son superiores al resto en relación con los ingresos medios por habitante. En el primer caso, existen dos razones. Una: la Food & Drug Administration y los medios usan los valores locales como referencias. Por ende, las compañías se resisten cobrar más barato porque, aparte, muchos usuarios comprarían en Méjico.

La otra razón es que ese país –como Chile- tiene una clase alta pequeña y por demás rica, contra una vasta clase pobre. Por ende, la mayoría a menudo no puede comprar medicamentos, especialmente los más complejos y caros.

En lo tocante a genéricos, su empleo es bajo –respecto del total de compuestos recetados- en mercados de precio regulados. Así ocurre en Francia (28%) o Italia (34%). Por el contrario, el alto donde no hay precios máximos: 49% en Gran Bretaña, 58% en EE.UU. y 61% en Alemania.

El informe también demuestra que las diferencias de precios se relacionan con la disparidad de ingresos. Las excepciones son México y Chile, cuyos valores medios superan los del ingreso por habitante. Por ende, se compran menos remedios. Resulta interesante notar que Estados Unidos exhibe alto grado en uso de genéricos -en relación con el total de medicamentos recetados- y que sus precios son los más bajos de la muestra, exceptuando Canadá.

El trabajo se llama “Prices and availability of pharmaceuticals in nine countries”, llevó tres años, fue cofinanciado por Merck & Co y corrió a cargo de los expertos Patricia Danzón y Michael Furukawa. Se analizaron los precios a 1999 de 249 componentes básicos más todas las especialidades –patentadas y genéricas- que los incluyen.

Una de sus claves consiste en relacionar promedios estadounidenses con los de otros mercados y verificar si, en ellos, se pagan precios justos. Esto condujo a dos conclusiones iniciales: (a) las diferencias entre EE.UU. y los demás son inferiores a las supuestas; (b) los promedios locales reflejan los ingresos medios de la población. Así, por ejemplo, Europa occidental paga precios justos.

Este trabajo toma precios de laboratorio, no al público. A juicio de Danzón “era inevitable, aun en especialidades recetas, porque los niveles minoristas incluyen márgenes mayoristas (droguerías) y minoristas (farmacias), más impuestos al valor agregado o a las ventas.

Como era de esperarse, en su mayoría los medicamentos con patente exclusiva son más caros en EE.UU. donde los genéricos son más baratos. Esto tiene un motivo: Washington no regula precios, como sucede en casi todo el resto de la muestra. Por eso mismo, el estudio Wharton deduce que el sistema norteamericano favorece la innovación, pues incentiva la investigación y el desarrollo (IyD).

En efecto, los valores son altos durante los primeros diez años del producto en plaza y los márgenes de utilidad proyectan IyD durante ese ciclo. Por supuesto, al expirar la patente exclusiva, los medicamentos pierden mercado a manos de los genéricos. Pero- al contrario de lo que suelen decir en la industria-, eso no reduce los incentivos para seguir con IyD.

Una de las críticas más comunes a las farmoquímicas es que ganan demasiado cobrando al público precios muy altos. Especialmente para la gente mayor, de ingresos fijos, que suele precisar más medicamentos. Pero, observa Furukawa, “basta fijarse en Wall Street para notar que los retornos y la capitalización bursátil del sector están lejos de los niveles típicos en los 90”.

No obstante, el estudio admite que los compuestos bajo patente se hallan sobrepreciados. Pero los autores creen que la diferencia es proporcional a los costos de IyD.

En otro capítulo, los investigadores analizan si EE.UU. debiera –o no- importar fármacos, señalando que los promedios generales no ayudan a estimar bien eventuales ahorros de costos/precios. “Para empezar –apunta Danzón-, si se importasen medicamentos, los mayoristas debería examinar uno a uno, país por país, en busca de maximizar ventajas. Pero, verbigracia, si la diferencia media con Canadá es 33%, en varios rubros la efectiva puede ser mayor. Además, nunca se sabe qué proporción de ahorro llega al precio minorista”.

Más adelante, el trabajo se pregunta por qué los precios en México y Chile son superiores al resto en relación con los ingresos medios por habitante. En el primer caso, existen dos razones. Una: la Food & Drug Administration y los medios usan los valores locales como referencias. Por ende, las compañías se resisten cobrar más barato porque, aparte, muchos usuarios comprarían en Méjico.

La otra razón es que ese país –como Chile- tiene una clase alta pequeña y por demás rica, contra una vasta clase pobre. Por ende, la mayoría a menudo no puede comprar medicamentos, especialmente los más complejos y caros.

En lo tocante a genéricos, su empleo es bajo –respecto del total de compuestos recetados- en mercados de precio regulados. Así ocurre en Francia (28%) o Italia (34%). Por el contrario, el alto donde no hay precios máximos: 49% en Gran Bretaña, 58% en EE.UU. y 61% en Alemania.

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