Telcos: un desastre cocinado a fuego lento
La burbuja de las telecomunicaciones está a punto de explotar. Pero, a diferencia de la de las puntocom que ocupó grandes titulares, ésta se formó y creció subrepticiamente hasta que apareció expuesto su primer gran desastre: Global Crossing.
27 marzo, 2002
Mientras el caso Enron, sigue concitando la atención mundial, hay un desastre similar pero con consecuencias de alcance mucho mayor porque no se trata de una empresa, sino de una industria completa: las telecomunicaciones.
Desde el año 2000 el valor del sector creció hasta alcanzar US$ 2 billones (billón es millón de millones). ¿Qué pasó? Los ejecutivos de las empresas mostraban un entusiasmo sobre el crecimiento explosivo del sector que convenció y contagió a los operadores de Wall Street: la demanda de servicio de telecomunicaciones iba a crecer desmesuradamente en los años subsiguientes.
Esa demanda no se materializó en la medida de las expectativas y las empresas se quedaron con montañas de deudas y muy pocos ingresos. Durante 18 meses seguidos el desastre avanzaba en cámara lenta afectando, principalmente, a empresas pequeñas y desconocidas. El esquema coincidía con lo que hoy se sabe de Enron: ejecutivos millonarios y empresas quebradas.
Los grandes señores de las telecomunicaciones lograron convencer no sólo a inversores crédulos sino a bancos y prestamistas, supuestamente más entendidos en riesgos.
Muchas telcos, con deudas enormes, operan en la actualidad al borde del abismo. Qwest, WorldCom, Sprint y AT&T redujeron notablemente sus proyecciones de operaciones, personal y ganancias. Otras, más pequeñas, se esfuerzan por restructurar los términos del pago de sus deudas para evitar la quiebra.
En el centro de la debacle se encuentran los facilitadores de Wall Street. Los bancos de inversión reunieron dinero de inversores para tender más redes de telecomunicaciones de lo que era económicamente factible.
Ahora los entes reguladores analizan las transacciones de algunas empresas de telecomunicaciones: Global Crossing y Qwest Communications son sólo dos de ellas — transacciones que podrían haber sido pensadas para disimular ingresos impropios.
Lo que distingue a este escándalo de los demás, es que en telecomunicaciones es notable la cantidad de relaciones entrelazadas, todas ellas financieras, entre los participantes de la industria que perpetuaron la difusión del colapso.
El congreso de Estados Unidos ha comenzado un estudio en profundidad del enredo de las telecomunicaciones, que podría terminar destapando una amplia telaraña de relaciones entre esas empresas. Gracias a los lazos que las intercomunican, muchas telcos lograron aparentar lo que parecía ser un crecimiento prometedor en las etapas iniciales del furor. Pero los mismos lazos que las fortalecían, terminaron creando una realidad en la cual todas ofrecían los mismos servicios a la misma masa de consumidores potenciales.
Y cuando no llegó la demanda que esperaban de consumidores y empresas clientes, también esos mismos lazos contribuyeron a arrastrarlas en su caída. Al desplomarse la primera, comenzó una seguidilla de caídas en cadena.
El enredo es muy grande. Además de Global Crossing hay otras 15 empresas en convocatoria de acreedores o pidiendo la quiebra. Empresas que parecían sólidas – como PSINet y Net 2000 Communications – resultaron seriamente afectadas.
El sector telecomunicaciones eliminó 400.000 empleos desde el año 2000. En los dos primeros meses de 2002, los despidos del sector sumaron 21.000.
Mientras el caso Enron, sigue concitando la atención mundial, hay un desastre similar pero con consecuencias de alcance mucho mayor porque no se trata de una empresa, sino de una industria completa: las telecomunicaciones.
Desde el año 2000 el valor del sector creció hasta alcanzar US$ 2 billones (billón es millón de millones). ¿Qué pasó? Los ejecutivos de las empresas mostraban un entusiasmo sobre el crecimiento explosivo del sector que convenció y contagió a los operadores de Wall Street: la demanda de servicio de telecomunicaciones iba a crecer desmesuradamente en los años subsiguientes.
Esa demanda no se materializó en la medida de las expectativas y las empresas se quedaron con montañas de deudas y muy pocos ingresos. Durante 18 meses seguidos el desastre avanzaba en cámara lenta afectando, principalmente, a empresas pequeñas y desconocidas. El esquema coincidía con lo que hoy se sabe de Enron: ejecutivos millonarios y empresas quebradas.
Los grandes señores de las telecomunicaciones lograron convencer no sólo a inversores crédulos sino a bancos y prestamistas, supuestamente más entendidos en riesgos.
Muchas telcos, con deudas enormes, operan en la actualidad al borde del abismo. Qwest, WorldCom, Sprint y AT&T redujeron notablemente sus proyecciones de operaciones, personal y ganancias. Otras, más pequeñas, se esfuerzan por restructurar los términos del pago de sus deudas para evitar la quiebra.
En el centro de la debacle se encuentran los facilitadores de Wall Street. Los bancos de inversión reunieron dinero de inversores para tender más redes de telecomunicaciones de lo que era económicamente factible.
Ahora los entes reguladores analizan las transacciones de algunas empresas de telecomunicaciones: Global Crossing y Qwest Communications son sólo dos de ellas — transacciones que podrían haber sido pensadas para disimular ingresos impropios.
Lo que distingue a este escándalo de los demás, es que en telecomunicaciones es notable la cantidad de relaciones entrelazadas, todas ellas financieras, entre los participantes de la industria que perpetuaron la difusión del colapso.
El congreso de Estados Unidos ha comenzado un estudio en profundidad del enredo de las telecomunicaciones, que podría terminar destapando una amplia telaraña de relaciones entre esas empresas. Gracias a los lazos que las intercomunican, muchas telcos lograron aparentar lo que parecía ser un crecimiento prometedor en las etapas iniciales del furor. Pero los mismos lazos que las fortalecían, terminaron creando una realidad en la cual todas ofrecían los mismos servicios a la misma masa de consumidores potenciales.
Y cuando no llegó la demanda que esperaban de consumidores y empresas clientes, también esos mismos lazos contribuyeron a arrastrarlas en su caída. Al desplomarse la primera, comenzó una seguidilla de caídas en cadena.
El enredo es muy grande. Además de Global Crossing hay otras 15 empresas en convocatoria de acreedores o pidiendo la quiebra. Empresas que parecían sólidas – como PSINet y Net 2000 Communications – resultaron seriamente afectadas.
El sector telecomunicaciones eliminó 400.000 empleos desde el año 2000. En los dos primeros meses de 2002, los despidos del sector sumaron 21.000.