Skilling declaró que el fraude en Enron no era realmente necesario

Jeffrey Skilling, ex presidente y director ejecutivo de la firma arguyó ante el tribunal, en su defensa, que era por completo inocente. De hecho, sostiuvo que los fraudes no fueron en realidad necesarios. Pocos le creen.

11 abril, 2006

Junto a él en el mismo banquillo estaba Kenneth Lay, fundador, ex presidente y CEO (se alternaba con su socio). Mientras Skilling lanzaba su novedosa teoría, Lay sonreía y los abogados defensores miraban para otra parte. Esta semana, en efecto, ambos reos iniciaban descargos en un proceso por estafa, fraude, vaciamiento y abuso de información reservada.

Esto último alude a que ambos ejecutivos y el entonces director financiero, Andrew Fastow, vendieron acciones propias (agosto a noviembre de 2001), sabiendo que la compañía iba a la bancarrota. Sobrevino el 2 de diciembre. Paralelamente, se acusa a Lay de asociación ilícita para defraudar accionistas e inversores, durante esos mismos cuatro meses, tras reemplazar a Skilling cuando éste renunció y dejó de frecuentar sus lugares habituales.

Ante el juez, Skilling comenzó a desarrollar lo que parecía clave en una nueva estrategia de defensa. Su argumento básico: el desempeño financiero fundamental de Enron era sólido y no existía motivo alguno para cometer fraudes, estafas, etc. Con un impresionante despliegue de infografías y cuadros, su objeto era persuadir al jurado de que la espectacular expansión de la empresa desde 1994 no era ficticia. Por ende, no hacía falta falsificar estados financieros.

Skilling subió al podio como décimo testigo de la defensa en la undécima jornada del proceso. En cuanto a los veintidós testigos de cargo, citados por la fiscalía, “tal vez no hagan falta tras las deposiciones del ex directivo”. Así se ilusiona Daniel Petrocelli, defensor principal Skilling. Pero el reo sigue sin poder explicar cómo fue que vendió acciones de Enron desde septiembre de 2001, aprovechando datos internos sobre el inminente colapso financiero.

Esas operaciones habían sido reconocidas por los agentes bursátiles de Skilling. El ex CEO empezó vendiendo 200.000 acciones, monto que llegó poco después a 500.000. Así consta, desde 2002, en un informe elevado a la Securities & Exchange commission (SEC, comisión federal de valores). Interrogado al respecto, el poco convincente Petrocelli dijo no recordar los hechos.

Otra contradicción de Skilling será objeto de un interrogatorio, la semana próxima. En las nuevas declaraciones, el ex ejecutivo define los activos internacionales de Enron como “de excelente calidad”. Pero, siendo CEO de la empresa, salía criticar a menudo la estrategia global de Fastow y desdeñaba esos mismos activos.

Ahora, el reo se manifiesta “traicionado” por Fastow. Obviamente, porque éste admitió haber substraído decenas de millones vía sociedades extraterritoriales de fantasía, armadas en complicidad con Michael Kopper, un as de la computación contable. El personaje había sido vicepresidente de Enron.

Junto a él en el mismo banquillo estaba Kenneth Lay, fundador, ex presidente y CEO (se alternaba con su socio). Mientras Skilling lanzaba su novedosa teoría, Lay sonreía y los abogados defensores miraban para otra parte. Esta semana, en efecto, ambos reos iniciaban descargos en un proceso por estafa, fraude, vaciamiento y abuso de información reservada.

Esto último alude a que ambos ejecutivos y el entonces director financiero, Andrew Fastow, vendieron acciones propias (agosto a noviembre de 2001), sabiendo que la compañía iba a la bancarrota. Sobrevino el 2 de diciembre. Paralelamente, se acusa a Lay de asociación ilícita para defraudar accionistas e inversores, durante esos mismos cuatro meses, tras reemplazar a Skilling cuando éste renunció y dejó de frecuentar sus lugares habituales.

Ante el juez, Skilling comenzó a desarrollar lo que parecía clave en una nueva estrategia de defensa. Su argumento básico: el desempeño financiero fundamental de Enron era sólido y no existía motivo alguno para cometer fraudes, estafas, etc. Con un impresionante despliegue de infografías y cuadros, su objeto era persuadir al jurado de que la espectacular expansión de la empresa desde 1994 no era ficticia. Por ende, no hacía falta falsificar estados financieros.

Skilling subió al podio como décimo testigo de la defensa en la undécima jornada del proceso. En cuanto a los veintidós testigos de cargo, citados por la fiscalía, “tal vez no hagan falta tras las deposiciones del ex directivo”. Así se ilusiona Daniel Petrocelli, defensor principal Skilling. Pero el reo sigue sin poder explicar cómo fue que vendió acciones de Enron desde septiembre de 2001, aprovechando datos internos sobre el inminente colapso financiero.

Esas operaciones habían sido reconocidas por los agentes bursátiles de Skilling. El ex CEO empezó vendiendo 200.000 acciones, monto que llegó poco después a 500.000. Así consta, desde 2002, en un informe elevado a la Securities & Exchange commission (SEC, comisión federal de valores). Interrogado al respecto, el poco convincente Petrocelli dijo no recordar los hechos.

Otra contradicción de Skilling será objeto de un interrogatorio, la semana próxima. En las nuevas declaraciones, el ex ejecutivo define los activos internacionales de Enron como “de excelente calidad”. Pero, siendo CEO de la empresa, salía criticar a menudo la estrategia global de Fastow y desdeñaba esos mismos activos.

Ahora, el reo se manifiesta “traicionado” por Fastow. Obviamente, porque éste admitió haber substraído decenas de millones vía sociedades extraterritoriales de fantasía, armadas en complicidad con Michael Kopper, un as de la computación contable. El personaje había sido vicepresidente de Enron.

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