Siemens, en medio de un severo escándalo internacional

Al tomar la presidencia ejecutiva, enero de 2005, Klaus Kleinfeld se comprometió a dar vuelta la compañía. Pero este supuesto as de las restructuraciones afronta una investigación sobre coimas y lavado de fondos.

19 diciembre, 2006

A casi dos años de asumir, la cúpula de Siemens “es foco de atención pública y judicial en Alemania. Esto puede hacer trizas una ambiciosa estrategia de reformas”, señala el “Wall Street journal” en la web. La mayor firma europea de ingeniería reveló, días atrás, haber detectado operaciones sospechosas por alrededor de € 375 millones en un lapos de siete años. Lo malo es que cifra dobla la confiscada en noviembre por autoridades federales, durante allanamientos masivos en oficinas de la empresa y casas de ejecutivos.

Como ocurrió en 2004/5 con escándalos en Volkswagen, el asunto tuvo escasa repercusión y se trató de enterrarlo. Pero ahora la cuestión es internacional. Fiscales de Alemania, Italia, Suiza y Luxemburgo sospechan que “altos funcionarios de la compañía –indica el periódico neoyorquino- manejaban una compleja red de cuentas bancarias anónimas. También falsificaban contratos de consultoría para sobornar o captar clientes potenciales”.

A medida que las investigaciones avancen, Siemens corre peligro de que más ejecutivos y empleados afronten arrestos. Si las autoridades judiciales concluyen que la empresa no adoptó recaudos suficientes para impedir esas maniobras –o, peor, las toleró-, la firma será objeto de demandas costosas. Hasta podría vedársele intervenir en lucrativos contratos del sector público en la Unión Europea.

La acción de los fiscales –explica el WSJ- se centra en presuntas irregularidades en la división telecomunicaciones. Ésta sufre degrabes problemas financieros y Kleinfeld ha intentado desmantelarla para recobrar utilidades en toda la firma. La justicia germana aclaró que el CEO de 43 años no es sospechoso directo, pero este afer es lo peor que le ha ocurrido en su carrera. Kleinfeld ha estado meses afrontando críticas por un aumento salarial a los directivos (“inoportuno”, señala el periódico bursátil).

Al mismo tiempo, la venta de algunos activos desató protestas políticas y gremiales. En conjunto, todo ello despierta sospechas sobre si hubo negligencias en la administración de la compañía. Se trata de un gigante que factura alrededor de € 76.000 millones anuales y, en otras décadas, ha tenido problemas de transparencia en países del entonces “tercer mundo”, especialmente bajo regímenes militares.

Al frente de una estructura que orilla los 160 años de vida, Kleinfeld encuentra trabas para llevar a cabo reformas drásticas. Los jerárquicos suelen tener las manos atadas por una cultura de consenso y fuertes tradiciones”, sostiene el WSJ, para quien eso es un pecado capital. Pero la cuestión desborda esos límites: Siemens está involucrada “en enormes proyectos infraestructurales alrededor del globo y ha sido, desde hace tiempo, acusada de sobornar funcionarios”.

A criterio del propio Kleinfeld, “las transacciones sospechosas detectadas me asombran. Es preciso que hagamos más para evitarlas. En eso, quiero ser claro: nuestra política es de tolerancia cero”. En general, los analistas alemanes no creen que su cargo esté en riesgo, pero las críticas arrecian. Su historia empieza en la división norteamericana de la empresa (2002), donde acabó con las pérdidas, cerró unidades y despidió 10.000 personas. Ello explica que, a principios de 2005, substituyera a Heinrich Pierer como presidente ejecutivo con sede en Múnich.

Los malos momentos comenzaron en septiembre, cuando el personal descubrió que Kleinfeld los directores se habían otorgado un aumento de 30%. Días después, BenQ Mobile, división de celulares que Siemens había vendido un año antes, se declaraba en bancarrota. Los sindicatos acusaron a la ex dueña por no hay protegido de antemano los 3.000 empleados de la división. Entonces, Kleinfeld dejó sin efecto aquel incremento salarial y constituyó un fondo de € 20 millones para quienes perdieran el trabajo en BenQ.

En noviembre, la tormenta. Ese mes, hubo allanamientos en treinta oficinas y en vivienda de gerentes no sólo en Alemania, sino también en Italia, Suiza y Luxemburgo. Se confiscaron 36.000 documentos, archivos y correos electrónicos. Varios sospechosos están entre rejas. El mayor problema para Krefeld es que el centro del escándalo sea la división adonde enfocaba los mayores esfuerzos pro reformas y achicamiento, un programa ahora parado.

A casi dos años de asumir, la cúpula de Siemens “es foco de atención pública y judicial en Alemania. Esto puede hacer trizas una ambiciosa estrategia de reformas”, señala el “Wall Street journal” en la web. La mayor firma europea de ingeniería reveló, días atrás, haber detectado operaciones sospechosas por alrededor de € 375 millones en un lapos de siete años. Lo malo es que cifra dobla la confiscada en noviembre por autoridades federales, durante allanamientos masivos en oficinas de la empresa y casas de ejecutivos.

Como ocurrió en 2004/5 con escándalos en Volkswagen, el asunto tuvo escasa repercusión y se trató de enterrarlo. Pero ahora la cuestión es internacional. Fiscales de Alemania, Italia, Suiza y Luxemburgo sospechan que “altos funcionarios de la compañía –indica el periódico neoyorquino- manejaban una compleja red de cuentas bancarias anónimas. También falsificaban contratos de consultoría para sobornar o captar clientes potenciales”.

A medida que las investigaciones avancen, Siemens corre peligro de que más ejecutivos y empleados afronten arrestos. Si las autoridades judiciales concluyen que la empresa no adoptó recaudos suficientes para impedir esas maniobras –o, peor, las toleró-, la firma será objeto de demandas costosas. Hasta podría vedársele intervenir en lucrativos contratos del sector público en la Unión Europea.

La acción de los fiscales –explica el WSJ- se centra en presuntas irregularidades en la división telecomunicaciones. Ésta sufre degrabes problemas financieros y Kleinfeld ha intentado desmantelarla para recobrar utilidades en toda la firma. La justicia germana aclaró que el CEO de 43 años no es sospechoso directo, pero este afer es lo peor que le ha ocurrido en su carrera. Kleinfeld ha estado meses afrontando críticas por un aumento salarial a los directivos (“inoportuno”, señala el periódico bursátil).

Al mismo tiempo, la venta de algunos activos desató protestas políticas y gremiales. En conjunto, todo ello despierta sospechas sobre si hubo negligencias en la administración de la compañía. Se trata de un gigante que factura alrededor de € 76.000 millones anuales y, en otras décadas, ha tenido problemas de transparencia en países del entonces “tercer mundo”, especialmente bajo regímenes militares.

Al frente de una estructura que orilla los 160 años de vida, Kleinfeld encuentra trabas para llevar a cabo reformas drásticas. Los jerárquicos suelen tener las manos atadas por una cultura de consenso y fuertes tradiciones”, sostiene el WSJ, para quien eso es un pecado capital. Pero la cuestión desborda esos límites: Siemens está involucrada “en enormes proyectos infraestructurales alrededor del globo y ha sido, desde hace tiempo, acusada de sobornar funcionarios”.

A criterio del propio Kleinfeld, “las transacciones sospechosas detectadas me asombran. Es preciso que hagamos más para evitarlas. En eso, quiero ser claro: nuestra política es de tolerancia cero”. En general, los analistas alemanes no creen que su cargo esté en riesgo, pero las críticas arrecian. Su historia empieza en la división norteamericana de la empresa (2002), donde acabó con las pérdidas, cerró unidades y despidió 10.000 personas. Ello explica que, a principios de 2005, substituyera a Heinrich Pierer como presidente ejecutivo con sede en Múnich.

Los malos momentos comenzaron en septiembre, cuando el personal descubrió que Kleinfeld los directores se habían otorgado un aumento de 30%. Días después, BenQ Mobile, división de celulares que Siemens había vendido un año antes, se declaraba en bancarrota. Los sindicatos acusaron a la ex dueña por no hay protegido de antemano los 3.000 empleados de la división. Entonces, Kleinfeld dejó sin efecto aquel incremento salarial y constituyó un fondo de € 20 millones para quienes perdieran el trabajo en BenQ.

En noviembre, la tormenta. Ese mes, hubo allanamientos en treinta oficinas y en vivienda de gerentes no sólo en Alemania, sino también en Italia, Suiza y Luxemburgo. Se confiscaron 36.000 documentos, archivos y correos electrónicos. Varios sospechosos están entre rejas. El mayor problema para Krefeld es que el centro del escándalo sea la división adonde enfocaba los mayores esfuerzos pro reformas y achicamiento, un programa ahora parado.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades