Seguros: el fiscal Spitzer se lanza contra una vaca sagrada

En realidad, contra dos: el negocio asegurador –antiguo intocable- y su mayor compañía, American International Group. También está en problemas una subsidiaria de corretaje, Marsh & McLennan. En suma, los Greenberg afrontan dificultades.

18 octubre, 2004

Por cierto, AIG sigue siendo una firma familiar: la dirigen Maurice Greenberg y dos hijos, Jeffrey y Evan. Esta empresa “engañó a clientes empresarios manipulando licitaciones y cobrándoles cuantiosas comisiones a grandes aseguradoras, sólo por transferirles negocios”. Así sostiene Eliot Spitzer, fiscal general del estado neoyorquino.

Ese párrafo figura tanto en una demanda civil como en el acuerdo posterior a una sentencia por varios cargos penales contra dos ejecutivos. “Este sector –añade el funcionario- está plagado de corrupción”. A su vez, el holding Marsh & McLennan Companies (M&MH) aparece en el juicio civil, donde se mencionaba a AIG, Ace Ltd., Hartfortd Financial Services Group y Munich American Risk Partners. En todas ellas hay un Greenberg.

Ahora bien, el propio fiscal anticipó nuevas investigaciones y acciones contra el conglomerado, que involucrarían el fuero federal e instancias paralelas en otros países. En este sentido, los arreglos con dos sentenciados incluyen su cooperación con vistas a futuras causas. Esto le quita el sueño a la familia, porque se trata de Evan Greenberg –CEO de Ace- y Patricia Abrams, su directora adjunta.

Las investigaciones fiscales datan de 1999. Casualmente, ese año la Cámara Estadounidense de Aseguradoras proclamó al paterfamilias Maurice (le gusta que lo llamen “Hank”) como líder del negocio en 1998. Pero no fue el premio corporativo lo que abrió sumarios, sino una serie de comisiones exageradamente altas, percibidas por varios corredores.

Por lo común, éstos cobran por orientar grandes volúmenes de operaciones a determinada aseguradora. Las compañías definen esos pagos con dos eufemismos: “comisiones contingentes” o, en casos más amplios, “acuerdos por servicios de mercado”. Tras admitir maniobras irregulares, M&LH accedió a colaborar con Spitzer. Igual hizo Hartford. Jeffrey Greenberg es presidente ejecutivo del primero y Harford pertenece al conglomerado cuya cabeza es Maurice y en cuyo directorio figuran los dos hijos.

El jefe del clan ha reconocido su incómoda posición. Al fin, él preside la mayor aseguradora del planeta y su hijo Jeffrey el principal corredor mundial de seguros. Es como si alguien controlase IBM y su hijo manejara Microsoft. Aparte, Jeffrey es un caso especial.

Según relata David Schiff, propietario de una publicación sectorial, su carrera tomó vuelo gracias al huracán que destrozó Florida en 1992. Mientras arreciaba el tifón, Jeffrey Greenberg –todo un humanista- difundió un memorando definiendo la tormenta como “excelente oportunidad para obtener alzas de primas ya mismo”. Ante eso, el gobierno del estado –que no estaba en manos de un Bush- congeló las primas.

Por cierto, AIG sigue siendo una firma familiar: la dirigen Maurice Greenberg y dos hijos, Jeffrey y Evan. Esta empresa “engañó a clientes empresarios manipulando licitaciones y cobrándoles cuantiosas comisiones a grandes aseguradoras, sólo por transferirles negocios”. Así sostiene Eliot Spitzer, fiscal general del estado neoyorquino.

Ese párrafo figura tanto en una demanda civil como en el acuerdo posterior a una sentencia por varios cargos penales contra dos ejecutivos. “Este sector –añade el funcionario- está plagado de corrupción”. A su vez, el holding Marsh & McLennan Companies (M&MH) aparece en el juicio civil, donde se mencionaba a AIG, Ace Ltd., Hartfortd Financial Services Group y Munich American Risk Partners. En todas ellas hay un Greenberg.

Ahora bien, el propio fiscal anticipó nuevas investigaciones y acciones contra el conglomerado, que involucrarían el fuero federal e instancias paralelas en otros países. En este sentido, los arreglos con dos sentenciados incluyen su cooperación con vistas a futuras causas. Esto le quita el sueño a la familia, porque se trata de Evan Greenberg –CEO de Ace- y Patricia Abrams, su directora adjunta.

Las investigaciones fiscales datan de 1999. Casualmente, ese año la Cámara Estadounidense de Aseguradoras proclamó al paterfamilias Maurice (le gusta que lo llamen “Hank”) como líder del negocio en 1998. Pero no fue el premio corporativo lo que abrió sumarios, sino una serie de comisiones exageradamente altas, percibidas por varios corredores.

Por lo común, éstos cobran por orientar grandes volúmenes de operaciones a determinada aseguradora. Las compañías definen esos pagos con dos eufemismos: “comisiones contingentes” o, en casos más amplios, “acuerdos por servicios de mercado”. Tras admitir maniobras irregulares, M&LH accedió a colaborar con Spitzer. Igual hizo Hartford. Jeffrey Greenberg es presidente ejecutivo del primero y Harford pertenece al conglomerado cuya cabeza es Maurice y en cuyo directorio figuran los dos hijos.

El jefe del clan ha reconocido su incómoda posición. Al fin, él preside la mayor aseguradora del planeta y su hijo Jeffrey el principal corredor mundial de seguros. Es como si alguien controlase IBM y su hijo manejara Microsoft. Aparte, Jeffrey es un caso especial.

Según relata David Schiff, propietario de una publicación sectorial, su carrera tomó vuelo gracias al huracán que destrozó Florida en 1992. Mientras arreciaba el tifón, Jeffrey Greenberg –todo un humanista- difundió un memorando definiendo la tormenta como “excelente oportunidad para obtener alzas de primas ya mismo”. Ante eso, el gobierno del estado –que no estaba en manos de un Bush- congeló las primas.

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