Parmalat: rumbo al cese de pagos, la acción cae 50%

Expuesta a un cese de pagos sobre € 4.500 millones en bonos, Parmalat cayó en Milán 47,5% el jueves y acumulaba casi 50% al viernes. Los bancos vacilan ante un pasivo total de € 6.000 millones. Los “bonistas” están peor que los de Argentina.

13 diciembre, 2003

Mientras el grupo hace lo imposible por cumplir con vencimientos cortos –uno de ellos, el lunes 15-, varias entidades financieras deben dar explicaciones sobre el asunto. En particular Citigroup, vinculado a más de € 497 millones colocados en un sospechoso fondo de Caimán (Epicurum), luego transferidos a Luxemburgo por un personaje allegado a la familia Tanzi.

El gigante lácteo de Parma se precipitó hace poco en esta crisis. Por un lado, carece de efectivo suficiente, aun para afrontar los € 150 millones pagaderos el lunes. Por el otro, quedan en el aire € 4.500 millones en bonos (deuda titulizada) y esto puede llevar al cese de pagos.

Ello explica que Standard & Poor’s le haya bajado la calificación a categoría chatarra y lo mismo esté por hacer Moody’s Investors Service. Accionistas, inversores y bancas de medio mundo sentirán el golpe.

“Mucha gente debe ofrecer explicaciones”, señala un informe de Framlington Investment Service (Londres). La situación de Citigroup es especialmente comprometida, tras saberse que –en 1999- armó para Parmalat una financiera llamada, con escaso tino, Bucconero (agujero negro y también bucanero). El convenio correspondiente se renovó en 2001.

Lo malo es que Citigroup participaba –durante ese mismo lapso- en el desarrollo de complejos vehículos financieros para Enron, Dynegy y firmas similares en EE.UU. Como en el caso italiano, esa ingeniería involucraba derivativos, compañías y fondos fantasmas en plazas extraterritoriales (“off shore”). Por ahora, la banca más grande del mundo se niega a hablar del tema con la prensa especializada.

Mientras tanto, accionistas, inversores y consultores quisieran saber cómo una empresa que rivaliza globalmente con Nestlé y Unilever se ha metido en semejante berenjenal. Hasta principios de diciembre, Parmalat manifestaba contar con € 4.200 millones en caja. Pero, el viernes, tenía dificultades para reunir € 150 millones.

Naturalmente, eso pone en la picota a Deloitte & Touche, principal auditor externo de la firma. “Parmalat registra ingresos por miles de millones, si el balance refleja la realidad”, observa el “Wall Street Journal”. El mercado parece muy escéptico: el jueves, la acción cedió de € 22,3 a 1,17 (-47,5%) y, el viernes, a 1,15 (casi 59% en dos ruedas).

En Brasil, Argentina y otros países latinoamericanos, el grupo penetró comprando marcas y activos prexistentes. Así, a mediados de los 90, los italianos –buscando una brecha entre SanCor y Serenísima, los líderes- invirtió US$ 120 millones en una planta, más la absorción de Lactosa (Gándara, Saavedra, Yogurbelt). También se quedó con La Vascongada y -afirman expertos en marketing- cometió el error de eliminar una marca muy antigua para imponer “Parmalat” (cosa que no hizo con “Gándara”).

Mientras el grupo hace lo imposible por cumplir con vencimientos cortos –uno de ellos, el lunes 15-, varias entidades financieras deben dar explicaciones sobre el asunto. En particular Citigroup, vinculado a más de € 497 millones colocados en un sospechoso fondo de Caimán (Epicurum), luego transferidos a Luxemburgo por un personaje allegado a la familia Tanzi.

El gigante lácteo de Parma se precipitó hace poco en esta crisis. Por un lado, carece de efectivo suficiente, aun para afrontar los € 150 millones pagaderos el lunes. Por el otro, quedan en el aire € 4.500 millones en bonos (deuda titulizada) y esto puede llevar al cese de pagos.

Ello explica que Standard & Poor’s le haya bajado la calificación a categoría chatarra y lo mismo esté por hacer Moody’s Investors Service. Accionistas, inversores y bancas de medio mundo sentirán el golpe.

“Mucha gente debe ofrecer explicaciones”, señala un informe de Framlington Investment Service (Londres). La situación de Citigroup es especialmente comprometida, tras saberse que –en 1999- armó para Parmalat una financiera llamada, con escaso tino, Bucconero (agujero negro y también bucanero). El convenio correspondiente se renovó en 2001.

Lo malo es que Citigroup participaba –durante ese mismo lapso- en el desarrollo de complejos vehículos financieros para Enron, Dynegy y firmas similares en EE.UU. Como en el caso italiano, esa ingeniería involucraba derivativos, compañías y fondos fantasmas en plazas extraterritoriales (“off shore”). Por ahora, la banca más grande del mundo se niega a hablar del tema con la prensa especializada.

Mientras tanto, accionistas, inversores y consultores quisieran saber cómo una empresa que rivaliza globalmente con Nestlé y Unilever se ha metido en semejante berenjenal. Hasta principios de diciembre, Parmalat manifestaba contar con € 4.200 millones en caja. Pero, el viernes, tenía dificultades para reunir € 150 millones.

Naturalmente, eso pone en la picota a Deloitte & Touche, principal auditor externo de la firma. “Parmalat registra ingresos por miles de millones, si el balance refleja la realidad”, observa el “Wall Street Journal”. El mercado parece muy escéptico: el jueves, la acción cedió de € 22,3 a 1,17 (-47,5%) y, el viernes, a 1,15 (casi 59% en dos ruedas).

En Brasil, Argentina y otros países latinoamericanos, el grupo penetró comprando marcas y activos prexistentes. Así, a mediados de los 90, los italianos –buscando una brecha entre SanCor y Serenísima, los líderes- invirtió US$ 120 millones en una planta, más la absorción de Lactosa (Gándara, Saavedra, Yogurbelt). También se quedó con La Vascongada y -afirman expertos en marketing- cometió el error de eliminar una marca muy antigua para imponer “Parmalat” (cosa que no hizo con “Gándara”).

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