Nielsen cuestionada

En el ojo de la tormenta que ya está cumpliendo un año se encuentra un nuevo método de medir audiencias televisivas que parece menospreciar a los grandes grupos de población “minoritaria” (principalmente negros e hispanos).

9 agosto, 2005

Nielsen Media Research, la firma de investigaciones que en Estados Unidos se ha convertido en el árbitro de los ratings de televisión, lleva varios meses de inmersa en una controversia con autoridades, grupos de medios y líderes de minorías sobre la confiabilidad de su sistema de medición de audiencias, el “Local People Meter” (LPM).

Según auditoría reciente del Media Rating Council (MRC), el LPM podría tener un impacto negativo en la diversidad de los programas de televisión y por lo tanto, se decidió el organismo decidió retener la acreditación del sistema hasta que Nielsen corrija lo que las autoridades consideran evidentes problemas en el sistema.

Desde la primavera de 2004, la empresa lleva gastados US$ 4 millones en los lobistas más caros del país para que la defiendan de la campaña que conduce el equipo de Rupert Murdoch en News Corporation y una coalición de líderes negros e hispanos. La inversión representa un notable cambio en los hábitos de la compañía, pues antes de 2004, Nielsen jamás había gastado un centavo en hacer lobby.

Nielsen logró cierto éxito en sus guerras de relaciones públicas, recuperó el apoyo de importantes líderes de la comunidad afro-americana, como el reverendo Jesse Jackson y elaborando reconciliaciones con antiguos adversarios como Univision Communications, la cadena de habla hispana.

Pero la calificadora todavía libra una lucha en Washington, donde los legisladores están considerando la aplicación de medidas que complicarían su negocio. El toque de alarma llegó a comienzos de la primavera de 2004. El grupo estaba en las primeras etapas de la introducción de una nueva manera de medir las audiencias locales de televisión y el sistema acababa de llegar a Nueva York. La tecnología, llamada Local People Meter, reemplazaba los métodos anteriores y ofrecía a los anunciantes y canales de televisión algo que nunca había tenido antes: información detallada, diaria y durante todos los días del año sobre quiénes miran, cuántos son y qué miran en televisión.

Pero los resultados de los tests realizados en Nueva York alarmaron a los ejecutivos de News Corporation. Sus canales afiliados Fox y UPN sufrieron de buenas a primeras una aparentemente inexplicable caída en sus audiencias. Los programas de esas dos cadenas suelen atraer a grupos calificados de “minoritarios” (principalmente hispanos y negros).

Con el ingreso publicitario en televisión en mercados locales rondando los US$ 22.500 millones al año, cualquier caída en los ratings causa estragos en las finanzas de los canales. La News Corporation pidió a Nielsen que posponga el comienzo oficial del servicio en Nueva York y que hiciera algunos ajustes en la tecnología. Nielsen se negó diciendo que mientras ciertos programas pueden haber perdido televidentes de grupos minoritarios, los “meters” medían con más precisión que antes las elecciones de la gente y que esos televidentes habían migrado hacia otra parte, principalmente canales de cable.

Pero News Corporation y sus aliados opinaron que esa explicación no respondía una pregunta fundamental: ¿por qué los “people meters” no registran las preferencias televisivas de muchos hogares de negros e hispanos? A eso los ejecutivos de Nielsen contestaron que las omisiones no tenían nada que ver con razas o etnias; lo que ocurría es que en los hogares con mayor número de personas y televisores, es común que los televidentes no registren sus preferencias.

A continuación Nielsen se vio cubierta por oleadas de críticas del público. En la primavera de 2004 (marzo, abril, mayo) se formó una coalición denominada “Don´t Count Us Out” (No nos dejen afuera)
que atacaba a Nielsen en televisión, en prensa gráfica, en conferencias de prensa, en manifestaciones callejeras, mediante llamados telefónicos y en campañas por e-mail.

La publicidad negativa llegó a un punto en que peligraba el negocio mismo, porque si bien los clientes de Nielsen con los anunciantes, sus agencias y las cadenas de televisión y de cable, la empresa necesita televidentes que acepten ser monitoreados. Todo ese movimiento de críticas a sus métodos comenzaba a dificultarle el reclutamiento de familias.

Nielsen recurrió a a lobistas experimentados y estrategias de medios, especialmente aquellos con conexiones entre los demócratas y líderes de minorías en todo el país. Uno de los primeros contactados fue Bill Lynch, un veterano operador político en los círculos democráticos de la la ciudad de Nueva York. Solamente en 2004 Nielsen pagó a la empresa Bill Lynch Associates, casi US$ 1,35 millones, según registros federales.

La contraofensiva no se detuvo allí. La compañía recurrió a Wexler & Walker Public Policy Associates, un grupo lobista de Washington que coordinó la campaña en la capital, donde los críticos de Nielsen originalmente encontraron oídos receptivos en los demócratas y luego, a medida que la batalla llegaba al congreso, también de los republicanos. En 2004, Nielsen pagó a Wexler & Walker US$ 260.000.

Nielsen Media Research, la firma de investigaciones que en Estados Unidos se ha convertido en el árbitro de los ratings de televisión, lleva varios meses de inmersa en una controversia con autoridades, grupos de medios y líderes de minorías sobre la confiabilidad de su sistema de medición de audiencias, el “Local People Meter” (LPM).

Según auditoría reciente del Media Rating Council (MRC), el LPM podría tener un impacto negativo en la diversidad de los programas de televisión y por lo tanto, se decidió el organismo decidió retener la acreditación del sistema hasta que Nielsen corrija lo que las autoridades consideran evidentes problemas en el sistema.

Desde la primavera de 2004, la empresa lleva gastados US$ 4 millones en los lobistas más caros del país para que la defiendan de la campaña que conduce el equipo de Rupert Murdoch en News Corporation y una coalición de líderes negros e hispanos. La inversión representa un notable cambio en los hábitos de la compañía, pues antes de 2004, Nielsen jamás había gastado un centavo en hacer lobby.

Nielsen logró cierto éxito en sus guerras de relaciones públicas, recuperó el apoyo de importantes líderes de la comunidad afro-americana, como el reverendo Jesse Jackson y elaborando reconciliaciones con antiguos adversarios como Univision Communications, la cadena de habla hispana.

Pero la calificadora todavía libra una lucha en Washington, donde los legisladores están considerando la aplicación de medidas que complicarían su negocio. El toque de alarma llegó a comienzos de la primavera de 2004. El grupo estaba en las primeras etapas de la introducción de una nueva manera de medir las audiencias locales de televisión y el sistema acababa de llegar a Nueva York. La tecnología, llamada Local People Meter, reemplazaba los métodos anteriores y ofrecía a los anunciantes y canales de televisión algo que nunca había tenido antes: información detallada, diaria y durante todos los días del año sobre quiénes miran, cuántos son y qué miran en televisión.

Pero los resultados de los tests realizados en Nueva York alarmaron a los ejecutivos de News Corporation. Sus canales afiliados Fox y UPN sufrieron de buenas a primeras una aparentemente inexplicable caída en sus audiencias. Los programas de esas dos cadenas suelen atraer a grupos calificados de “minoritarios” (principalmente hispanos y negros).

Con el ingreso publicitario en televisión en mercados locales rondando los US$ 22.500 millones al año, cualquier caída en los ratings causa estragos en las finanzas de los canales. La News Corporation pidió a Nielsen que posponga el comienzo oficial del servicio en Nueva York y que hiciera algunos ajustes en la tecnología. Nielsen se negó diciendo que mientras ciertos programas pueden haber perdido televidentes de grupos minoritarios, los “meters” medían con más precisión que antes las elecciones de la gente y que esos televidentes habían migrado hacia otra parte, principalmente canales de cable.

Pero News Corporation y sus aliados opinaron que esa explicación no respondía una pregunta fundamental: ¿por qué los “people meters” no registran las preferencias televisivas de muchos hogares de negros e hispanos? A eso los ejecutivos de Nielsen contestaron que las omisiones no tenían nada que ver con razas o etnias; lo que ocurría es que en los hogares con mayor número de personas y televisores, es común que los televidentes no registren sus preferencias.

A continuación Nielsen se vio cubierta por oleadas de críticas del público. En la primavera de 2004 (marzo, abril, mayo) se formó una coalición denominada “Don´t Count Us Out” (No nos dejen afuera)
que atacaba a Nielsen en televisión, en prensa gráfica, en conferencias de prensa, en manifestaciones callejeras, mediante llamados telefónicos y en campañas por e-mail.

La publicidad negativa llegó a un punto en que peligraba el negocio mismo, porque si bien los clientes de Nielsen con los anunciantes, sus agencias y las cadenas de televisión y de cable, la empresa necesita televidentes que acepten ser monitoreados. Todo ese movimiento de críticas a sus métodos comenzaba a dificultarle el reclutamiento de familias.

Nielsen recurrió a a lobistas experimentados y estrategias de medios, especialmente aquellos con conexiones entre los demócratas y líderes de minorías en todo el país. Uno de los primeros contactados fue Bill Lynch, un veterano operador político en los círculos democráticos de la la ciudad de Nueva York. Solamente en 2004 Nielsen pagó a la empresa Bill Lynch Associates, casi US$ 1,35 millones, según registros federales.

La contraofensiva no se detuvo allí. La compañía recurrió a Wexler & Walker Public Policy Associates, un grupo lobista de Washington que coordinó la campaña en la capital, donde los críticos de Nielsen originalmente encontraron oídos receptivos en los demócratas y luego, a medida que la batalla llegaba al congreso, también de los republicanos. En 2004, Nielsen pagó a Wexler & Walker US$ 260.000.

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