Muchas preguntas en torno al turismo futuro

El turismo tiene dos caras. Una buena que genera mucho empleo y activa las economías y una mala que contamina y destruye las activos naturales de la tierra.

8 julio, 2020

El turismo es una industria rara porque los activos que monetiza — una vista, una playa, una catedral – no le pertenecen. Una compañía de cruceros, no se hace cargo del mantenimiento de los bienes públicos que generan sus ganancias. Por lo general pagan bajos impuestos y evitan muchas de las complicadas regulaciones que rigen en tierra firme mientras contaminan el agua y el aire, erosionan las costas y vomitan millones de personas en los pintorescos puertos que tocan y que muchas veces no pueden digerir tanta gente junta.

 

Lo que es válido para los cruceros es válido para toda la industria del turismo, dice Christopher de Bellaigue en una nota que publica The Guardian titulada “The end of Tourism?”. Hace ya varias décadas que los ambientalistas intentan promover el turismo sustentable que no provoque tanto daño. Pero los grupos hoteleros, las agencias de viajes y operadores de excursiones y las autoridades nacionales de turismo – por más compromiso que declaren con el turismo sustentable – siguen priorizando las economías de escala que inevitablemente conducen a que más turistas paguen menos y apliquen más presión sobre esos mismos activos. Antes de que estallara la pandemia los estudiosos de la industria calculaban que los arribos internacionales crecerían 3% a 4% en 2020.

El virus permitió tener una fotografía de lo que es mundo sin turismo. Playas y montañas sin basura, mares menos contaminados y mucho más. A las acusaciones de que está dañando el planeta, la industria turística responde con un argumento económico: uno de cada 10 empleos en el mundo dependen del turismo. El turismo representa 15% del PBI de España y 13% del de Italia. Pero esos y otros son países desarrollados con una actividad económica diversificada. Perderlo sería doloroso, pero no fatal.

En otros más pequeños que dependen casi exclusivamente del turismo, como Jamaica, por ejemplo, la actividad es tan lucrativa que aporta prácticamente la mitad de los ingresos nacionales. Pero eso el precio de permitir que el lugar se aboque totalmente al turismo es distorsionar el desarrollo local. Es más rentable, por ejemplo vender la tierra a los hoteles que sembrar cultivos. Y así, desaparece la agricultura. El agua se desvía hacia los campos de golf y los locales sufren escasez. La ruta se pavimenta hasta el parque de diversiones y no llega a las escuelas.

Si uno de los peligros de depender del turismo es que los turistas dejen de llegar, otro es el exceso de turismo: la saturación de un destino que es incapaz de sostener tanta cantidad de personas. El año pasado el alcalde de Dubrovnik – cuya ciudad vieja perfectamente preservada fue invadida de visitantes después de aparecer en la serie de televisión Game of Thrones, cerró 80% de sus tiendas de souvenirs que obstruían todo el centro y fijó una cuota para la entrada de turistas. Brujas, la ciudad belga de los canales recientemente imitó a Venecia y limitó la cantidad de cruceros que pueden atracar en un mismo día.

El 7 de mayo la World Tourism Organisation de Naciones Unidas sugirió que la crisis provocada por el coronavirus aplastaría tanto a la industria que el progreso hacia la meta de un turismo sustentable no solo se detendría sino que pondría la marcha atrás. Porque desde el comienzo de la crisis las aerolíneas y las compañías de cruceros vienen haciendo fuerte lobby para obtener excenciones impositivas y el levantamiento de medidas ambientales.

Pero el virus, con todo su poder de destrucción, nos ha brindado la oportunidad – dice de Bellaigue – de imaginar un mundo diferente. Un mundo en el que comenzamos a descarbonizar y a mantener la localía. La ausencia de turismo nos obligó a reconsiderar formas de diversificar la y reducir la dependencia de los combustibles fósiles de la aviación global. Allí donde es demasiado dominante, debería reducirse junto con los esfuerzos por descarbonizar a la sociedad.

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