Merck y su industria, amenazados por un fallo contra Vioxx

Un tribunal oral de primera instancia dictaminó contra la farmoquímica Merck y un analgésico que venía siendo objetado desde 2004. Esta vez, alguien murió a causa del Vioxx y esto puede acarrear graves consecuencias.

22 agosto, 2005

En efecto, un hombre falleció en Tejas (2001) tras ingerir ese medicamento que, el año pasado, fue expuesto por denuncias públicas sobre sus contraindicaciones en ciertas patologías. El dictamen le plantea altos riesgos económicos a la empresa, pues fija una indemnización por US$ 253 millones a la viuda. También pone en la mira un sector empresario poco dado a admitir errores y mucho a presiones sobre autoridades, médicos y medios.

El problema no es tanto aquel monto, que no le significa gran cosa a una firma de ese tamaño. Ocurre que esta demanda es la primera de 4.200 contra el Vioxx (rofecoxib). También el perfil de las reparaciones es un peligro: Carol Ernst percibirá US$ 24.400.000 por perjuicios y 229 millones por resarcimientos adicionales.

La demanda sostuvo que Robert Franck, a los 59 años, falleció tras haber tomando Vioxx durante ocho meses, lo cual le generó irregularidades en el ritmo cardíaco. Todo eso ocurrió años antes de que el caso llegase a los medios (septiembre de 2004) y llevara a retirar del mercado una especialidad que le sumaba US$ 2.500 millones anuales en ventas a la tercera farmoquímica norteamericana (todavía llamada “Merck, Sharpe & Dojhme” en Latinoamérica).

En aquel momento, las acciones de Merck llegaron a ceder un tercio. Ahora, sólo en un día, el papel cayó 7,7%. En parte porque, según estimaciones del propio mercado, la pila de demandas contra Vioxx representa unos US$ 18.000 millones, un volumen letal para cualquier empresa del rubro. En otro plano, la imagen proyectada fue lamentable: sonriente, un vocero de la firma se mostró casi cínico y restó importancia al fallo, que será apelado.

Por supuesto, medios especializados en negocios –no en buenas prácticas industriales- hablan ahora de “menor énfasis en investigación y desarrollo de compuestos o tratamientos de avanzada. Es decir, asocian una sentencia con los intereses comerciales del sector. Por otra parte, las farmoquímicas reconsideran ya publicidad y el marketing, a menudo poco responsables (basta ver cómo operan hacen los “visitadores médicos”).

La historia no es nueva. Hace cincuenta años, ya hubo un escándalo internacional por defectos congénitos ligados a la talidomida. En el caso del rofecoxib, Merck y otras ha negado u ocultado evidencias. Igual sucedía con antidepresivos que acentúan tendencias suicidas en niños y adolescentes. En este caso, las compañías han silenciado durante dudas y objeciones asociadas a específicos como Prozac, Effexor y similares.

El público empezó a desconfiar de médicos, clínicas y laboratorios quenqe, en Estados Unidos, su “lobby” conjunto mantenga influencia en la Casa Blanca y varios gobiernos locales. Este fenómeno “empeora y torna a la industria vulkenrable a la intrusión de estados y a fallos adversos”. Como ve, al “Wall Street Journal” y al “Financial Times” solo los preocupa el aspecto económico y comercial del problema.

También instancias reguladores parecían privilegiar al negocio y pasar por altos sus excesos. Tras el retiro de Vioxx, dirigentes y legisladores de ambos partidos exigieron explicaciones y reformas a la Food & Drug Administration. Estas presiones han producido cambios y replanteos. No sólo en lo tocante a analgésicos tipo cox-2, sino a aspectos más de fondo. Por ejemplo ¿a qué gastar en innovaciones que sólo apuntan a elevar ganancias y dividendos, en una actividad cuyas empresas ya ganan demasiado?

En efecto, un hombre falleció en Tejas (2001) tras ingerir ese medicamento que, el año pasado, fue expuesto por denuncias públicas sobre sus contraindicaciones en ciertas patologías. El dictamen le plantea altos riesgos económicos a la empresa, pues fija una indemnización por US$ 253 millones a la viuda. También pone en la mira un sector empresario poco dado a admitir errores y mucho a presiones sobre autoridades, médicos y medios.

El problema no es tanto aquel monto, que no le significa gran cosa a una firma de ese tamaño. Ocurre que esta demanda es la primera de 4.200 contra el Vioxx (rofecoxib). También el perfil de las reparaciones es un peligro: Carol Ernst percibirá US$ 24.400.000 por perjuicios y 229 millones por resarcimientos adicionales.

La demanda sostuvo que Robert Franck, a los 59 años, falleció tras haber tomando Vioxx durante ocho meses, lo cual le generó irregularidades en el ritmo cardíaco. Todo eso ocurrió años antes de que el caso llegase a los medios (septiembre de 2004) y llevara a retirar del mercado una especialidad que le sumaba US$ 2.500 millones anuales en ventas a la tercera farmoquímica norteamericana (todavía llamada “Merck, Sharpe & Dojhme” en Latinoamérica).

En aquel momento, las acciones de Merck llegaron a ceder un tercio. Ahora, sólo en un día, el papel cayó 7,7%. En parte porque, según estimaciones del propio mercado, la pila de demandas contra Vioxx representa unos US$ 18.000 millones, un volumen letal para cualquier empresa del rubro. En otro plano, la imagen proyectada fue lamentable: sonriente, un vocero de la firma se mostró casi cínico y restó importancia al fallo, que será apelado.

Por supuesto, medios especializados en negocios –no en buenas prácticas industriales- hablan ahora de “menor énfasis en investigación y desarrollo de compuestos o tratamientos de avanzada. Es decir, asocian una sentencia con los intereses comerciales del sector. Por otra parte, las farmoquímicas reconsideran ya publicidad y el marketing, a menudo poco responsables (basta ver cómo operan hacen los “visitadores médicos”).

La historia no es nueva. Hace cincuenta años, ya hubo un escándalo internacional por defectos congénitos ligados a la talidomida. En el caso del rofecoxib, Merck y otras ha negado u ocultado evidencias. Igual sucedía con antidepresivos que acentúan tendencias suicidas en niños y adolescentes. En este caso, las compañías han silenciado durante dudas y objeciones asociadas a específicos como Prozac, Effexor y similares.

El público empezó a desconfiar de médicos, clínicas y laboratorios quenqe, en Estados Unidos, su “lobby” conjunto mantenga influencia en la Casa Blanca y varios gobiernos locales. Este fenómeno “empeora y torna a la industria vulkenrable a la intrusión de estados y a fallos adversos”. Como ve, al “Wall Street Journal” y al “Financial Times” solo los preocupa el aspecto económico y comercial del problema.

También instancias reguladores parecían privilegiar al negocio y pasar por altos sus excesos. Tras el retiro de Vioxx, dirigentes y legisladores de ambos partidos exigieron explicaciones y reformas a la Food & Drug Administration. Estas presiones han producido cambios y replanteos. No sólo en lo tocante a analgésicos tipo cox-2, sino a aspectos más de fondo. Por ejemplo ¿a qué gastar en innovaciones que sólo apuntan a elevar ganancias y dividendos, en una actividad cuyas empresas ya ganan demasiado?

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