Halliburton: una pequeña multa y dos chivos emisarios

El grupo modificó la contabilidad en secreto, cuando el actual vicepresidente Richard Cheney era CEO. Pero la SEC le cobra sólo US$ 7.500.000 de multa en arreglo extrajudicial. No obstante, dos ex directores financieros están en la picota.

4 agosto, 2004

La Comisión Federal de Valores admite que las reformas contables le permitió a Halliburton –una de las mayores compañías norteamericanas en servicios petroleros- inflar 46% las utilidades en el balance de 1998 y un poco menos en el de 1999. La entidad no quiso aclarar si Cheney tuvo que directamente en la maniobra. El alto funcionario declaró ante la SEC en audiencia reservada, privilegio que no le cabía porque recién fue elegido vicepresidente en noviembre de 2000.

Las modificaciones afectaban la manera de asentar excesos de costos en proyectos donde la firma era contratista de obras. Por entonces, su subsidiaria Brown & Root Energy Services estaba sufriéndolos en Levante y, según las normas anteriores, debían haber reducido ganancias. Para explicar su lenidad, la Securities & Exchange Commission subraya que esos cambios no transgredían principios contables generalmente aceptados (PCGA, en inglés GAAP). Lo que no era ni es lícito es hacerlos en secreto.

“En el fondo, se trata de asegurar que accionistas e inversores entiendan las cifras de los estados financieros”, señala Stephen Cutler, director de procedimientos en la SEC. Robert Muchmore, ex revisor de cuentas en Halliburton –a quien se aplicó US$ 50.000 de multa, una suma risible-, aceptó el arreglo, que comporta la prohibición absoluta de ulteriores infracciones a las normas de la SEC. Por supuesto, la firma no acepta ni rechaza los cargos, pero subscribió ese arreglo.

Gary Morris, director financiero al momento de los cambios secretos, y su reemplazante no llegaron a arreglo. Por tanto, la SEC les ha radicado demanda civil en el tribunal federal de Houston, sede del grupo. “Nos sentimos felices de haber cerrado el asunto”, decía David Lessar, sucesor de Cheney como director ejecutivo en 2000. No es para menos: la influencia de su antecesor le fue muy útil al grupo.

Algunos analistas objetaron una multa tan baja. Máxime observando el duro lenguaje de la SEC, cuando señala que “hubo inaceptables deslices de conducta durante las investigaciones. Por ejemplo, demoras en la entrega de datos y documentación”. Pero el magro monto de la sanción no refleja esos reproches.

Sea como fuere, la Comisión descubrió que, hasta el II trimestre de 1998, Halliburton asentaba cargos contra excesos de costos incurridos en obras, hasta tanto la contratante compensara todo el excedente o parte de él. Pero, ante el desborde financiero en un proyecto grande (una planta gasífera), el grupo cambió pautas contables y asentó un ingreso como si ya le hubiesen compensado esos costos extras.

Ese cambio recién se reveló en marzo de 2000 –Cheney aún era CEO-, cuando el grupo elevó el balance 1999 a la SEC. Según la entidad, las utilidades brutas de los primeros tres trimestres resultaban casi US$ 40 millones superiores a las normales según las prácticas contables ostensibles de la empresa. A raíz de eso, la Comisión volvió sobre el balance de 1998, cuyas ganancias sumaban US$ 278,8 millones, y advirtió que eran 46% superiores a los 190,9 millones que habrían correspondido.

Mientras se operaba la modificación contable, Halliburton se preparaba a fusionarse con Dresser Industries y afrontaba una baja bursátil, debida al descenso internacional del crudo. Pero cerró el III trimestre de 1998 con 34% de aumento en utilidades brutas, un desempeño mucho mejor que el de otras compañías de servicios petroleros. Cheney salió a proclamarlo. Ahora, la SEC sostiene que el aumento real de utilidades no pasaba de 6,7%.

La Comisión Federal de Valores admite que las reformas contables le permitió a Halliburton –una de las mayores compañías norteamericanas en servicios petroleros- inflar 46% las utilidades en el balance de 1998 y un poco menos en el de 1999. La entidad no quiso aclarar si Cheney tuvo que directamente en la maniobra. El alto funcionario declaró ante la SEC en audiencia reservada, privilegio que no le cabía porque recién fue elegido vicepresidente en noviembre de 2000.

Las modificaciones afectaban la manera de asentar excesos de costos en proyectos donde la firma era contratista de obras. Por entonces, su subsidiaria Brown & Root Energy Services estaba sufriéndolos en Levante y, según las normas anteriores, debían haber reducido ganancias. Para explicar su lenidad, la Securities & Exchange Commission subraya que esos cambios no transgredían principios contables generalmente aceptados (PCGA, en inglés GAAP). Lo que no era ni es lícito es hacerlos en secreto.

“En el fondo, se trata de asegurar que accionistas e inversores entiendan las cifras de los estados financieros”, señala Stephen Cutler, director de procedimientos en la SEC. Robert Muchmore, ex revisor de cuentas en Halliburton –a quien se aplicó US$ 50.000 de multa, una suma risible-, aceptó el arreglo, que comporta la prohibición absoluta de ulteriores infracciones a las normas de la SEC. Por supuesto, la firma no acepta ni rechaza los cargos, pero subscribió ese arreglo.

Gary Morris, director financiero al momento de los cambios secretos, y su reemplazante no llegaron a arreglo. Por tanto, la SEC les ha radicado demanda civil en el tribunal federal de Houston, sede del grupo. “Nos sentimos felices de haber cerrado el asunto”, decía David Lessar, sucesor de Cheney como director ejecutivo en 2000. No es para menos: la influencia de su antecesor le fue muy útil al grupo.

Algunos analistas objetaron una multa tan baja. Máxime observando el duro lenguaje de la SEC, cuando señala que “hubo inaceptables deslices de conducta durante las investigaciones. Por ejemplo, demoras en la entrega de datos y documentación”. Pero el magro monto de la sanción no refleja esos reproches.

Sea como fuere, la Comisión descubrió que, hasta el II trimestre de 1998, Halliburton asentaba cargos contra excesos de costos incurridos en obras, hasta tanto la contratante compensara todo el excedente o parte de él. Pero, ante el desborde financiero en un proyecto grande (una planta gasífera), el grupo cambió pautas contables y asentó un ingreso como si ya le hubiesen compensado esos costos extras.

Ese cambio recién se reveló en marzo de 2000 –Cheney aún era CEO-, cuando el grupo elevó el balance 1999 a la SEC. Según la entidad, las utilidades brutas de los primeros tres trimestres resultaban casi US$ 40 millones superiores a las normales según las prácticas contables ostensibles de la empresa. A raíz de eso, la Comisión volvió sobre el balance de 1998, cuyas ganancias sumaban US$ 278,8 millones, y advirtió que eran 46% superiores a los 190,9 millones que habrían correspondido.

Mientras se operaba la modificación contable, Halliburton se preparaba a fusionarse con Dresser Industries y afrontaba una baja bursátil, debida al descenso internacional del crudo. Pero cerró el III trimestre de 1998 con 34% de aumento en utilidades brutas, un desempeño mucho mejor que el de otras compañías de servicios petroleros. Cheney salió a proclamarlo. Ahora, la SEC sostiene que el aumento real de utilidades no pasaba de 6,7%.

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