Guerra judicial entre Kerkorian y DaimlerChrysler

Kirk Kerkorian, magnate del juego, ha demandado a DaimlerChrysler. El mayor accionista individual de la ex Chrysler sostiene que los alemanes compraron demasiado barato y mintieron diciendo que la fusión sería entre iguales.

1 diciembre, 2003

Chrysler era una de las marcas clásicas en Estados Unidos y Daimler-Benz
es la automotriz más antigua de Alemania, amén de una marca de prestigio
internacional. Ahora, Kerkorian exige una indemnización de US$ 1.200 millones
y 3.000 millones en punitorios ante los tribunales de primera instancia en Delaware
(estado que contiene una plaza “offshore”).

Todos esperan jugosos choques entre Kerkorian, el CEO Jürgen Schrempp
y su director financiero, Manfred Gentz. Los abogados están peleando
desde el viernes 28, pues acusan a Kerkorian -dueño de la financiera
Tracinda- y un asistente de destruir documentos pertinentes, antes de radicar
la demanda.

El asunto comenzó realmente en 2001, cuando, según Schrempp,
Kerkorian vendió más de US$ 700 millones en acciones Chrysler.
Al parecer, lo hizo porque había recibido datos reservados que anticipaban
una merma apreciable en el efectivo de la firma. Los letrados también
afirman que el magnate dueño de casinos estaba tan desesperado por vender
su 13,7% que instruyó al entonces CEO, Robert Eaton, no discutir precio.

Kerkorian tiene munición propia. Tratándose de una industria
emblemática, su demanda habla de “copamiento alemán”
e intenta demostrar que no hubo fusión, sino “desnacionalización”
lisa y llana. A criterio de algunos expertos legales, Daimler fue muy ingenua
al manejar la compra. Tanto que se la llamaba internamente “operación
blitz”, nombre que remite a la II guerra mundial y no cayó nada
bien en Detroit. Para colmo, ahora ex aliados del III Reich, los japoneses (o
sea, Toyota) desbancan a Ford del segundo puesto mundial.

Completada la fusión en 1998, el flamante CEO (Schrempp) trató
de suavizar las cosas y ordenó servir pavo cada Acción de Gracias
en Stuttgart, sede del grupo. Por supuesto, la cantina de Chrysler ofrecía
strudel, schwarzwälder y salchichas Debreczen.

Al principio, los equipos de management se repartieron por igual entre germanos
y estadounidenses. Pero pronto se adoptó el lema “Espere lo inesperado”.
Así fue: cinco años después, Chrysler es apenas una división,
tratando de reducir pérdidas y costos en manos de Dieter Zetsche (tras
el despido de Eaton).

De acuerdo con Terence Christensen, abogado personal de Kerkorian, éste
recién se dio cuenta de lo que pasaba leyendo declaraciones de Schrempp,
publicadas en octubre de 2000. En esa entrevista, el alemán admitió
que su intención siempre había sido bajar de grado a Chrysler.

¿Por qué Kerkorian reclama indemnización? Porque, en su
momento, las acciones de Chrysler no subieron en Wall Street como lo habrían
hecho si Daimler-Benz hubiese anunciado una toma de control total. Aparte, el
multimillonario afirma no haber tenido nunca intenciones de vender a alemanes
que no conocía.

Daimler niega de plano todas las acusaciones y alega que Kerkorian entabla
el litigio sólo porque la firma no quiso recomprarle acciones. Por otro
lado, señala que la junta supervisora sigue dividida por igual entre
alemanes y norteamericanos. La empresa insiste en que fue una fusión,
no una toma de control.

Por cierto, aquellas expresiones de Schrempp -cuyo inglés es trabajoso-
en el “Financial Times” ya le hicieron a la empresa perder un juicio
por US$ 300 millones, a mediados de este mismo año. “Kerkorian olió
sangre y atacó”, dicen en Detroit. Persistentes dificultades en
Chrysler, problema de calidad en Mercedes y tropiezos en Mitsubishi (filial
japonesa) han puesto en la picota al grupo y su conducción.

Chrysler era una de las marcas clásicas en Estados Unidos y Daimler-Benz
es la automotriz más antigua de Alemania, amén de una marca de prestigio
internacional. Ahora, Kerkorian exige una indemnización de US$ 1.200 millones
y 3.000 millones en punitorios ante los tribunales de primera instancia en Delaware
(estado que contiene una plaza “offshore”).

Todos esperan jugosos choques entre Kerkorian, el CEO Jürgen Schrempp
y su director financiero, Manfred Gentz. Los abogados están peleando
desde el viernes 28, pues acusan a Kerkorian -dueño de la financiera
Tracinda- y un asistente de destruir documentos pertinentes, antes de radicar
la demanda.

El asunto comenzó realmente en 2001, cuando, según Schrempp,
Kerkorian vendió más de US$ 700 millones en acciones Chrysler.
Al parecer, lo hizo porque había recibido datos reservados que anticipaban
una merma apreciable en el efectivo de la firma. Los letrados también
afirman que el magnate dueño de casinos estaba tan desesperado por vender
su 13,7% que instruyó al entonces CEO, Robert Eaton, no discutir precio.

Kerkorian tiene munición propia. Tratándose de una industria
emblemática, su demanda habla de “copamiento alemán”
e intenta demostrar que no hubo fusión, sino “desnacionalización”
lisa y llana. A criterio de algunos expertos legales, Daimler fue muy ingenua
al manejar la compra. Tanto que se la llamaba internamente “operación
blitz”, nombre que remite a la II guerra mundial y no cayó nada
bien en Detroit. Para colmo, ahora ex aliados del III Reich, los japoneses (o
sea, Toyota) desbancan a Ford del segundo puesto mundial.

Completada la fusión en 1998, el flamante CEO (Schrempp) trató
de suavizar las cosas y ordenó servir pavo cada Acción de Gracias
en Stuttgart, sede del grupo. Por supuesto, la cantina de Chrysler ofrecía
strudel, schwarzwälder y salchichas Debreczen.

Al principio, los equipos de management se repartieron por igual entre germanos
y estadounidenses. Pero pronto se adoptó el lema “Espere lo inesperado”.
Así fue: cinco años después, Chrysler es apenas una división,
tratando de reducir pérdidas y costos en manos de Dieter Zetsche (tras
el despido de Eaton).

De acuerdo con Terence Christensen, abogado personal de Kerkorian, éste
recién se dio cuenta de lo que pasaba leyendo declaraciones de Schrempp,
publicadas en octubre de 2000. En esa entrevista, el alemán admitió
que su intención siempre había sido bajar de grado a Chrysler.

¿Por qué Kerkorian reclama indemnización? Porque, en su
momento, las acciones de Chrysler no subieron en Wall Street como lo habrían
hecho si Daimler-Benz hubiese anunciado una toma de control total. Aparte, el
multimillonario afirma no haber tenido nunca intenciones de vender a alemanes
que no conocía.

Daimler niega de plano todas las acusaciones y alega que Kerkorian entabla
el litigio sólo porque la firma no quiso recomprarle acciones. Por otro
lado, señala que la junta supervisora sigue dividida por igual entre
alemanes y norteamericanos. La empresa insiste en que fue una fusión,
no una toma de control.

Por cierto, aquellas expresiones de Schrempp -cuyo inglés es trabajoso-
en el “Financial Times” ya le hicieron a la empresa perder un juicio
por US$ 300 millones, a mediados de este mismo año. “Kerkorian olió
sangre y atacó”, dicen en Detroit. Persistentes dificultades en
Chrysler, problema de calidad en Mercedes y tropiezos en Mitsubishi (filial
japonesa) han puesto en la picota al grupo y su conducción.

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