Gas natural: creciente demanda, proyectos y objeciones

Estados Unidos va quedándose sin reservas. Tendrá que importar crecientes volúmenes de gas licuado vía marítima, porque los mayores depósitos de gas natural se hallan geográficamente –a veces, geopolíticamente también- muy lejos.

8 agosto, 2006

En países como Qatar, Yemén, Irán, Rusia, Angola o Argelia –adonde acaba de entrar Gazprom-, la competencia por proyectos ha iniciado una frenética carrera entre compañías de todo tamaño. Su negocio es el de siempre: cubrir la demanda de las economías ricas. En EE.UU., esas ambiciones afrontan resistencias; estados como Nuevo Jersey, Nueva York, Rhode Island o ambas Carolinas temen explosiones catastróficas (accidentales o provocadas por terroristas profesionales), derrames y degradación ambiental.

El presidente, tratando de neutralizar a los objetores, ha propuesto en 2005 legislación –aún en debate-, que permita al gobierno federal imponer sus políticas, comúnmente afines a intereses privados, por sobre los estaduales. Washington “quiere dejar bien en claro a la comisión federal regulatoria de energía y combustibles (FRCE) que tiene autoridad para seleccionar sitios destinados a nuevas terminales. Eso nos permitirá ampliar el uso de gas natural licuado”, refirmaba Bush ante el congreso no hace mucho. “Las instancias locales no pueden trabar el proceso”.

El año pasado, Patrick Wood, jefe de la FRCE, revelaba que se proyectaban por lo menos ocho terminales portuarios para GNL, en territorio norteamericano, de ahora a 2010. Ya existen cuatro (Georgia, Luisiana, Maryland, Massachusetts), construidas en los 60 y 70.

La clave del asunto es que el sector privado quiere establecer más de cuarenta terminales, a costos unitarios de US$ 500 a mil millones. A su vez, científicos y ambientalistas temen que el país esté postergando mejoras en eficiencia energética o no invierta en métodos alternativos “limpios” para generar electricidad y calor. Verbigracia, centrales hídricas, eólicas o nucleares y uso de la biomasa.

Mientras tanto, los servicios que emplean gas advierten que, al crecer la dependencia del GNL importado, EE.UU. correrá riesgos similares a los involucrados en el uso de hidrocarburos provenientes de fuentes inseguras o poco fiables. Particularmente en Levante.

Sea como fuere, hacia 2025 el gas natural superará al carbón y al petróleo como principal combustible fósil no renovable. Si, además, los grandes grupos que apoya Bush (en realidad, el vicepresidente Richard Cheney) se salen con la suya, eso sucederá mucho antes. Al presente, tienen entre manos más de US$ 100.000 millones en proyectos para generar un mercado mundial de gas, insumo cada día más vital para generar energía, fabricar fertilizantes y hasta mover coches.

En países como Qatar, Yemén, Irán, Rusia, Angola o Argelia –adonde acaba de entrar Gazprom-, la competencia por proyectos ha iniciado una frenética carrera entre compañías de todo tamaño. Su negocio es el de siempre: cubrir la demanda de las economías ricas. En EE.UU., esas ambiciones afrontan resistencias; estados como Nuevo Jersey, Nueva York, Rhode Island o ambas Carolinas temen explosiones catastróficas (accidentales o provocadas por terroristas profesionales), derrames y degradación ambiental.

El presidente, tratando de neutralizar a los objetores, ha propuesto en 2005 legislación –aún en debate-, que permita al gobierno federal imponer sus políticas, comúnmente afines a intereses privados, por sobre los estaduales. Washington “quiere dejar bien en claro a la comisión federal regulatoria de energía y combustibles (FRCE) que tiene autoridad para seleccionar sitios destinados a nuevas terminales. Eso nos permitirá ampliar el uso de gas natural licuado”, refirmaba Bush ante el congreso no hace mucho. “Las instancias locales no pueden trabar el proceso”.

El año pasado, Patrick Wood, jefe de la FRCE, revelaba que se proyectaban por lo menos ocho terminales portuarios para GNL, en territorio norteamericano, de ahora a 2010. Ya existen cuatro (Georgia, Luisiana, Maryland, Massachusetts), construidas en los 60 y 70.

La clave del asunto es que el sector privado quiere establecer más de cuarenta terminales, a costos unitarios de US$ 500 a mil millones. A su vez, científicos y ambientalistas temen que el país esté postergando mejoras en eficiencia energética o no invierta en métodos alternativos “limpios” para generar electricidad y calor. Verbigracia, centrales hídricas, eólicas o nucleares y uso de la biomasa.

Mientras tanto, los servicios que emplean gas advierten que, al crecer la dependencia del GNL importado, EE.UU. correrá riesgos similares a los involucrados en el uso de hidrocarburos provenientes de fuentes inseguras o poco fiables. Particularmente en Levante.

Sea como fuere, hacia 2025 el gas natural superará al carbón y al petróleo como principal combustible fósil no renovable. Si, además, los grandes grupos que apoya Bush (en realidad, el vicepresidente Richard Cheney) se salen con la suya, eso sucederá mucho antes. Al presente, tienen entre manos más de US$ 100.000 millones en proyectos para generar un mercado mundial de gas, insumo cada día más vital para generar energía, fabricar fertilizantes y hasta mover coches.

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