Ex WorldCom: el informe Breeden le endilga 78 cargos

Mientras la ex WorldCom –hoy MCI-, aún en concurso, separaba las funciones del CEO, Richard Breeden (ex presidente de la SEC) le formuló 78 cargos. Horas después, Oklahoma acusó penalmente a la firma y seis ex directivos.

28 agosto, 2003

En el fondo, el trabajo de Breeden hace a la deficiente conducción de grandes empresas sumidas en escándalos. El ex jefe de la Securities & Exchange Commission (Comisión Federal de Valores) pone en tela de juicio su gobernabilidad y el propio modelo de negocios estadounidense. Al pasar, le da la razón a Paul Krugman, quien, en “Foreign Affairs”, sostuvo que el ciclo económico imperante en los 90 ya se ha agotado.

Breeden lanza 78 cargos concretos contra la ex WorldCom, hoy nuevamente Mobile Communications International (MCI). La firma “ha sido una estrella en materia de escándalos”, afirma el veterano auditor, subrayando que sus irregularidades contables involucraron alrededor de US$ 11.000 millones en asientos falsos.

El documento describe una historia que comienza, precisamente, cuando la antigua MCI es rebautizada WorldCom (1998). Años después, reflexiona el experto, “varias cúpulas empresarias se ocupan más en desafiar investigadores o trabar reguladores que en recobrar el crecimiento. Se resisten a admitir que las cosas han cambiado”.

Este estudio es el mayor cuestionamiento orgánico a la conducta de los directivos y sus entornos. También pone en tela de juicio la efectividad de la ley general Sarbanes-Oxley y medidas complementarias. En particular, porque “Alan Greenspan no es el único en creer que todo marcharía mejor y habría más inversiones si tantas empresas no estuviesen en la picota”.

Justamente, la ley Sarbanes-Oxley cumplirá un año la semana próxima. A criterio de Breeden, “liquidar la figura del presidente ejecutivo (el CEO) y separarla en dos funciones es un buen comienzo. Pero la ex WorldCom ha tardado meses en hacerlo y el resto de las compañías se resiste”.

Lo mismo ocurre con los conflictos de intereses en firmas de valores que operan también como bancas de inversión. Los US$ 1.400 millones en multas convenidas entre la SEC y los máximos intermediarios de Wall Street no han sido suficientes para separar ambos negocios. “Los directorios –puntualiza Breeden- no quieren modifican conductas, prácticas ni costumbres que han generado crisis y bancarrotas”.

El detallado análisis recala en Bernard Ebbers, todopoderoso CEO de WorldCom y máximo responsable del desastre. “La junta directiva toleró que se comportase como un monarca absoluto y arbitrario. Nadie le ponía límites”. No es casual que la fiscalía estadual de Oklahoma presentase ayer cargos contra el ex monarca y otros sinco ex directivo.

Hasta el momento, sólo la Conference Board –especie de Unión Industrial- ha salido a recomendar la eliminación del CEO. Además, sugiere que “las reuniones de directorio se hagan sin la presencia de altos ejecutivos”. Por su parte, William Donaldson –actual cabeza de la SEC- teme que “las empresas no encaren reformas por un exceso de cautela y la influencia de sus propios abogados y contadores”.

Por cierto, muchas firmas investigadas por la comisión se resisten a cooperar. Por ejemplo, LaBranche –un operador bursátil directo en gran escala- le retacea a la SEC 8.000 e-mails comprometedores. Entretanto, RJ Reynolds se niega a revelar sus verdaderos gastos legales.

“Sin duda, tantos escándalos generan sobrerreacciones y ahora es preciso recobrar el equilibrio. Pero el mercado prefiere que eso ocurra recién cuando haya un alza prolongada de cotizaciones”. Así cree Arthur Levitt, el jefe más temido que tuviera la SEC. Por otra parte, George W.Bush, lanzado a una prematura campaña por la reelección, necesita aportes de las grandes compañías.

En el fondo, el trabajo de Breeden hace a la deficiente conducción de grandes empresas sumidas en escándalos. El ex jefe de la Securities & Exchange Commission (Comisión Federal de Valores) pone en tela de juicio su gobernabilidad y el propio modelo de negocios estadounidense. Al pasar, le da la razón a Paul Krugman, quien, en “Foreign Affairs”, sostuvo que el ciclo económico imperante en los 90 ya se ha agotado.

Breeden lanza 78 cargos concretos contra la ex WorldCom, hoy nuevamente Mobile Communications International (MCI). La firma “ha sido una estrella en materia de escándalos”, afirma el veterano auditor, subrayando que sus irregularidades contables involucraron alrededor de US$ 11.000 millones en asientos falsos.

El documento describe una historia que comienza, precisamente, cuando la antigua MCI es rebautizada WorldCom (1998). Años después, reflexiona el experto, “varias cúpulas empresarias se ocupan más en desafiar investigadores o trabar reguladores que en recobrar el crecimiento. Se resisten a admitir que las cosas han cambiado”.

Este estudio es el mayor cuestionamiento orgánico a la conducta de los directivos y sus entornos. También pone en tela de juicio la efectividad de la ley general Sarbanes-Oxley y medidas complementarias. En particular, porque “Alan Greenspan no es el único en creer que todo marcharía mejor y habría más inversiones si tantas empresas no estuviesen en la picota”.

Justamente, la ley Sarbanes-Oxley cumplirá un año la semana próxima. A criterio de Breeden, “liquidar la figura del presidente ejecutivo (el CEO) y separarla en dos funciones es un buen comienzo. Pero la ex WorldCom ha tardado meses en hacerlo y el resto de las compañías se resiste”.

Lo mismo ocurre con los conflictos de intereses en firmas de valores que operan también como bancas de inversión. Los US$ 1.400 millones en multas convenidas entre la SEC y los máximos intermediarios de Wall Street no han sido suficientes para separar ambos negocios. “Los directorios –puntualiza Breeden- no quieren modifican conductas, prácticas ni costumbres que han generado crisis y bancarrotas”.

El detallado análisis recala en Bernard Ebbers, todopoderoso CEO de WorldCom y máximo responsable del desastre. “La junta directiva toleró que se comportase como un monarca absoluto y arbitrario. Nadie le ponía límites”. No es casual que la fiscalía estadual de Oklahoma presentase ayer cargos contra el ex monarca y otros sinco ex directivo.

Hasta el momento, sólo la Conference Board –especie de Unión Industrial- ha salido a recomendar la eliminación del CEO. Además, sugiere que “las reuniones de directorio se hagan sin la presencia de altos ejecutivos”. Por su parte, William Donaldson –actual cabeza de la SEC- teme que “las empresas no encaren reformas por un exceso de cautela y la influencia de sus propios abogados y contadores”.

Por cierto, muchas firmas investigadas por la comisión se resisten a cooperar. Por ejemplo, LaBranche –un operador bursátil directo en gran escala- le retacea a la SEC 8.000 e-mails comprometedores. Entretanto, RJ Reynolds se niega a revelar sus verdaderos gastos legales.

“Sin duda, tantos escándalos generan sobrerreacciones y ahora es preciso recobrar el equilibrio. Pero el mercado prefiere que eso ocurra recién cuando haya un alza prolongada de cotizaciones”. Así cree Arthur Levitt, el jefe más temido que tuviera la SEC. Por otra parte, George W.Bush, lanzado a una prematura campaña por la reelección, necesita aportes de las grandes compañías.

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