Europa occidental fomenta la depredación de mares lejanos

A primera vista, las pescaderías, en Gran Bretaña y otros países, están repletas de producción china o taiwanesa. Pero son capturas ilícitas efectuadas horas antes en las costa de África, por cuenta de intermediarios europeos.

16 enero, 2008

Uno de los proveedores/depredadores más activos se llama China national fisheries. Su flota es una de las mayores del mundo dedicada a asolar mares en ambos hemisferios para satisfacer consumidores europeos a quienes no les preocupa de dónde salen esos pescados y mariscos.

Tampoco les importa que su comercio no sea legal. Aparte, están dispuestos a pagar precios escandalosos por una larga lista de exquisiteces.

Créase o no, los frutos del mar son el rubro más comercializado del globo, lícita o ilícitamente. Su volumen se calcula en alrededor de cien millones de toneladas anuales. En ese contexto, el mayor es Europa occidental, donde pescados y mariscos insumieron más de € 14.000 millones en 2007.

Naturalmente, los europeos ya han arrasado sus mares circundantes y, hoy, necesitan importar 60% de la producción vendida en sus pescaderías. Así señala la Comisión europea cuyas estadísticas, cabe consignar, excluyen los dos comsumidores más grandes del área: Gran Bretaña y Noruega.

Semejante desequilibrio entre oferta y demanda promueve el comercio ilegal, favorecido también por controles muy laxos. Casi la mitad de pescados y mariscos vendidos en la Unión Europea proviene de países subdesarrollados, en extremo pobres y corruptos. Por otra parte, las flotas operan fuera de mares territoriales y, merced a su autonomía, alcanzan regiones como el Atlántico sudoccidental y sudoriental.

Esta forma de contrabando cuenta con excelentes y complejos canales financieros. Las flotan son capaces de “saltar” de una zona a otra, a medida como ralean o se agotan las capturas. Así viene sucediendo, desde los años 70, con dos especies de merluza en el mar epicontinental patagónico.

La CE estima en poco más de € 1.100 millones anuales el tráfico ilegal de pescados y mariscos. Una organización no gubernamental, el Fondo Mundial por la Vida Silvestre, también afirma que 50% del consumo en Europa occidental es de contrabando y afecta especies en peligro. Aun en un mar tan cerrado como el Báltico, 40% del bacalao es ilegal. Pero existe ahí una larga historia al respecto: ya en el siglo XIV, la pesca indiscriminada había terminado con el arenque.

Si los costos son un signo, pescados y mariscos van en vías de ser el contrabando más caro de Europa occidental. En pocos años, los precios minoristas se han doblado o triplicado y las cuotas aplicadas por la UE no surten efecto. En Londres, el kilo de bacalao de baja calidad ha subido de seis libras en 2003 a treinta en 2007. Pero el precio no detiene a los exquisitos. Por ejemplo, los japoneses que pagan oro por determinado subproducto de la ballena –lo creen erotizante- y, así, fomentan la extinción de especies enteras.

Uno de los proveedores/depredadores más activos se llama China national fisheries. Su flota es una de las mayores del mundo dedicada a asolar mares en ambos hemisferios para satisfacer consumidores europeos a quienes no les preocupa de dónde salen esos pescados y mariscos.

Tampoco les importa que su comercio no sea legal. Aparte, están dispuestos a pagar precios escandalosos por una larga lista de exquisiteces.

Créase o no, los frutos del mar son el rubro más comercializado del globo, lícita o ilícitamente. Su volumen se calcula en alrededor de cien millones de toneladas anuales. En ese contexto, el mayor es Europa occidental, donde pescados y mariscos insumieron más de € 14.000 millones en 2007.

Naturalmente, los europeos ya han arrasado sus mares circundantes y, hoy, necesitan importar 60% de la producción vendida en sus pescaderías. Así señala la Comisión europea cuyas estadísticas, cabe consignar, excluyen los dos comsumidores más grandes del área: Gran Bretaña y Noruega.

Semejante desequilibrio entre oferta y demanda promueve el comercio ilegal, favorecido también por controles muy laxos. Casi la mitad de pescados y mariscos vendidos en la Unión Europea proviene de países subdesarrollados, en extremo pobres y corruptos. Por otra parte, las flotas operan fuera de mares territoriales y, merced a su autonomía, alcanzan regiones como el Atlántico sudoccidental y sudoriental.

Esta forma de contrabando cuenta con excelentes y complejos canales financieros. Las flotan son capaces de “saltar” de una zona a otra, a medida como ralean o se agotan las capturas. Así viene sucediendo, desde los años 70, con dos especies de merluza en el mar epicontinental patagónico.

La CE estima en poco más de € 1.100 millones anuales el tráfico ilegal de pescados y mariscos. Una organización no gubernamental, el Fondo Mundial por la Vida Silvestre, también afirma que 50% del consumo en Europa occidental es de contrabando y afecta especies en peligro. Aun en un mar tan cerrado como el Báltico, 40% del bacalao es ilegal. Pero existe ahí una larga historia al respecto: ya en el siglo XIV, la pesca indiscriminada había terminado con el arenque.

Si los costos son un signo, pescados y mariscos van en vías de ser el contrabando más caro de Europa occidental. En pocos años, los precios minoristas se han doblado o triplicado y las cuotas aplicadas por la UE no surten efecto. En Londres, el kilo de bacalao de baja calidad ha subido de seis libras en 2003 a treinta en 2007. Pero el precio no detiene a los exquisitos. Por ejemplo, los japoneses que pagan oro por determinado subproducto de la ballena –lo creen erotizante- y, así, fomentan la extinción de especies enteras.

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