Entre vacilaciones, Ford Motor contempla vender Volvo

La marca de semilujo y -en parte- de bandera (sueca) es objeto de roces internos en el grupo Ford. En una maraña de contradicciones y eufemismos, algunos quieren quitársela de encima y otros se aferran a ella.

16 julio, 2007

A primera vista, la subsidiaria con sede en Estocolmo (la corona tiene una “acción de oro”) no está en venta, dicen en Detroit. Pero allegados al pálido presidente ejecutivo de la firma norteamericana, Alan Mulally -que tiene nostalgias de su vida en la exitosa Boeing- habla de “apoyar el desarrollo de la marca”.

Eso implica admitir indirectamente la posibilidad de independizar Volvo, cuya imagen jamás se identificó con Ford. Similar rasgo lo compartían otra marca de semilujo -Land rover- y dos de lujo (Aston Martin, ya vendida, Jaguar). Esta última línea fue la más perjudicada por la “norteamericanización”. Años antes, Rover nacía y luego moría como marca de coches.

Ford Motor sigue a la sombra de pérdidas récord sufridas en 2006: US$ 12.600 millones, el máximo rojo nominal en la historia de la industria. Meses atrás, la empresa hipotecaba plantas y otros activos, para recobrar liquidez. Era inevitable disolver una división, Premium –palabreja de la cual el marketing abusa globalmente-, que subrayó el fracaso de William Clay Ford (los chuscos de Detroit lo llaman “Edsel II)” como número uno y su reemplazo por alguien ajeno al clan y a la actividad, Mulally.

Sin duda, a Volvo no le faltarán interesados, en particular europeos. Pero el asunto dista de ser claro, y Detroit elude definiciones. A pesar de eso, algunos analistas independientes en Nueva York, Londres y Fráncfort sostiene que las posibilidades de venta pasan ya de 50%. Por una parte, el gobierno sueco apoya discretamente la escisión. Por otro, Mulally parece resuelto a quedarse con una sola línea de alto precio, Lincoln, cuyo mercado –empero- se ha achicado tanto como el de Cadillac (General Motors).

Hace cinco meses, en la feria de Ginebra Fredrik Arp, director ejecutivo de Volvo, se confesaba partidario de “desarrollar la marca en forma autónoma”. Todo un eufemismo, recordando que Volvo cumple ochenta y sus características de semilujo datan de los años 50. En los hechos, desde entonces las conducciones de Ford y la firma sueca vienen alejándose. Por las dudas, Merrill Lynch confirmó su evaluación de marzo, alrededor de US$ 8.000 millones.

A primera vista, la subsidiaria con sede en Estocolmo (la corona tiene una “acción de oro”) no está en venta, dicen en Detroit. Pero allegados al pálido presidente ejecutivo de la firma norteamericana, Alan Mulally -que tiene nostalgias de su vida en la exitosa Boeing- habla de “apoyar el desarrollo de la marca”.

Eso implica admitir indirectamente la posibilidad de independizar Volvo, cuya imagen jamás se identificó con Ford. Similar rasgo lo compartían otra marca de semilujo -Land rover- y dos de lujo (Aston Martin, ya vendida, Jaguar). Esta última línea fue la más perjudicada por la “norteamericanización”. Años antes, Rover nacía y luego moría como marca de coches.

Ford Motor sigue a la sombra de pérdidas récord sufridas en 2006: US$ 12.600 millones, el máximo rojo nominal en la historia de la industria. Meses atrás, la empresa hipotecaba plantas y otros activos, para recobrar liquidez. Era inevitable disolver una división, Premium –palabreja de la cual el marketing abusa globalmente-, que subrayó el fracaso de William Clay Ford (los chuscos de Detroit lo llaman “Edsel II)” como número uno y su reemplazo por alguien ajeno al clan y a la actividad, Mulally.

Sin duda, a Volvo no le faltarán interesados, en particular europeos. Pero el asunto dista de ser claro, y Detroit elude definiciones. A pesar de eso, algunos analistas independientes en Nueva York, Londres y Fráncfort sostiene que las posibilidades de venta pasan ya de 50%. Por una parte, el gobierno sueco apoya discretamente la escisión. Por otro, Mulally parece resuelto a quedarse con una sola línea de alto precio, Lincoln, cuyo mercado –empero- se ha achicado tanto como el de Cadillac (General Motors).

Hace cinco meses, en la feria de Ginebra Fredrik Arp, director ejecutivo de Volvo, se confesaba partidario de “desarrollar la marca en forma autónoma”. Todo un eufemismo, recordando que Volvo cumple ochenta y sus características de semilujo datan de los años 50. En los hechos, desde entonces las conducciones de Ford y la firma sueca vienen alejándose. Por las dudas, Merrill Lynch confirmó su evaluación de marzo, alrededor de US$ 8.000 millones.

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