El petróleo como objeto de la especulación pura

unas grandes petroleras están ganando una enormidad. Pero no vendiendo hidrocarburos, sino especulando con futuros. Más que los bancos. No obstante, éstos controlan una franja tan volátil como mucho más redituable: los derivados.

23 diciembre, 2004

Sin hacer olas, British Petroleum, Total y, en menor escala, Shell Dutch han desarrollado substanciales departamentos dedicados a especular con posiciones en crudos y gas. Ya lo hacen en mayor escala que los bancos, tradicionales operadores en esa categoría.

Dicho de otra forma, empresas que dominan claramente el comercio “físico” de hidrocarburos están ingresando con fimreza en futuros y opciones vía instrumentos derivativos y sus contratos derivados. Pero hay un detalle llamativo: si algún accionista de esas firmas o algún inversor buscan detalles sobre la naturaleza de sus transacciones, qué hacen o cuanto ganan esas unidades especializadas, saldrán con las manos vacías.

Un veterano del negocio le confió al New York Times: “Estos tipos deben estar haciendo mucha plata, aunque no quieran dar cifras, debido al alto componente de volatilidad que muestra el mercado desde hace meses. Por lo mismo, los bancos empiezan a contratar especialistas en el sector, para no quedarse atrás”.

No obstante, ingresos y utilidades de origen especulativo suelen disimularse en estadísticas generales sobre exploración, producción, refinación o marketing. Esta falta de transparencia sobre un aspecto tan riesgoso de los negocios ya pone nerviosos a prestamistas, analistas de inversión y comisiones de valores. Podrían ser cuna de escándalos como el reciente de Shell y sus reservas infladas.

A su vez, evaluadores de una agencia calificadora de riesgos crediticios sostienen que “la divulgación públicas de estas transacciones no alcanza el nivel ni la transparencia requeridos. Los balances anuales apenas dan vagas ideas. Pero las compañías están obteniendo tantos fondos para ampliar las operaciones especulativas que, hoy, BP Trading (división de la petrolera británica) debiera tener un valor similar a BP íntegra. Aunque este tipo de compartimientos estancos surgió para apoyar transacciones internas de un grupo, ya no discriminan entre cubertura de riesgos y operaciones físicas”.

Compañías como BP, Shell Dutch y Total tienen una larga tradición de manejar insumos o productos primarios, de modo tal que puedan operar sus propias cadenas con eficiencia. Por ejemplo, si BP tiene un yacimiento cerca de una refineria de ExxonMobil, le convendrá venderle a ésta sus crudos, en vez de transportarlos a sus propias refinerías. Si ExxonMobil tiene estaciones de servicio próximas a una refinería de BP, será más racional comprarle petróleo a la británica.

Sin embargo, algunas empresas han descubierto que ganan más proveyendo el tipo de instrumentos complejos y virtuales (intangibles) que constituyen la clave del negocio bancario. “Su razonamiento fue lógico. Se preguntaron –recuerda el directivo de una banca líder en productos primarios- por qué dejarnos el negocio a nosotros, si podían hacerlo ellas. Actualmente BP, por tomar un caso, opera de forma en extremo refinada con las opciones a término que ofrece a sus propios clientes industriales”.

Por consiguiente, BP, Total o Shell Dutch tienen equipos de transacciones virtuales capaces de rivalizar con las mayores bancas especialistas. Pero, a diferencia del sector financiero, el petrolero tiene una cultura empresaria más codiciosa y menos escrupulosa que preocupa a las agencias calificadoras de riesgo crediticio. En este momento, la división derivativos de Shell emplea 240 operadores, pero las otras dos tienen bastante más cada una.

Por ahora, ExxonMobil –la mayor petrolera del mundo- no quiere meterse en ese negocio, “Directamente –señala ex ejecutivo- no creen en los mercados de papeles”. Este gigante no se impresiona por las ventajas que sus colegas tienen respecto de los bancos. Así, un conglomerado mundial de hidrocarburos opera en los mercados físicos todo el tiempo y, por ende, absorbe enormes flujos de información “desde adentro”. Justamente esa ventaja comienza a preocupar a sus beneficiarios: temen que alguna instancia reguladora o fiscalizadora sospeche que esán manipulando el mercado.

Eso no es pura imaginación. La Financial Services Authority de Gran Bretaña amenazó hace poco con endurecer su régimen regulatorio “débil” sobre futuros y opciones petroleras. Al respecto, sostiene que los operadores no cumplen como debieran sus normas.

“Si una compañía se entera de que faltarán suministros en determinada área, tiene sentido que los compre a término”, explica el jefe de una mesa operadora. “Pero el lo hace al doble del precio corriente, enseguida se sospecha que alguien está endulzando el mercado. Estas empresas no quieren, claro, exponerse a los reguladores ni, mucho menos, al escrutinio de la prensa. Entonces, si una manjera un negocio de US$ 100.000 millones y alguien le dice que puede ganar una cifra similar jugando al mercado, probablemente se abstenga para no poner en peligro su propia operación”.

En esencia, las bancas de inversión han dejado el mercado físico a las grandes petroleras, pero retienen el negocio de los derivativos, estimado en unos US$ 200.000 millones anuales. Goldman Sachs y Morgan Sdtanley tienen ya larga actuación en el segmento. En verdad, la primera llegó a controla uan refinmería y a fletar 4.000 buqeus tanque al año. “Todo eso puede tener un corolario muy peligoso. Tarde o temprano –advierten dos analistas de Tokio-, alguien pensará en fusionar una banca y una petrolera grandes, para controlar las dos puntas del negocio”.

Sin hacer olas, British Petroleum, Total y, en menor escala, Shell Dutch han desarrollado substanciales departamentos dedicados a especular con posiciones en crudos y gas. Ya lo hacen en mayor escala que los bancos, tradicionales operadores en esa categoría.

Dicho de otra forma, empresas que dominan claramente el comercio “físico” de hidrocarburos están ingresando con fimreza en futuros y opciones vía instrumentos derivativos y sus contratos derivados. Pero hay un detalle llamativo: si algún accionista de esas firmas o algún inversor buscan detalles sobre la naturaleza de sus transacciones, qué hacen o cuanto ganan esas unidades especializadas, saldrán con las manos vacías.

Un veterano del negocio le confió al New York Times: “Estos tipos deben estar haciendo mucha plata, aunque no quieran dar cifras, debido al alto componente de volatilidad que muestra el mercado desde hace meses. Por lo mismo, los bancos empiezan a contratar especialistas en el sector, para no quedarse atrás”.

No obstante, ingresos y utilidades de origen especulativo suelen disimularse en estadísticas generales sobre exploración, producción, refinación o marketing. Esta falta de transparencia sobre un aspecto tan riesgoso de los negocios ya pone nerviosos a prestamistas, analistas de inversión y comisiones de valores. Podrían ser cuna de escándalos como el reciente de Shell y sus reservas infladas.

A su vez, evaluadores de una agencia calificadora de riesgos crediticios sostienen que “la divulgación públicas de estas transacciones no alcanza el nivel ni la transparencia requeridos. Los balances anuales apenas dan vagas ideas. Pero las compañías están obteniendo tantos fondos para ampliar las operaciones especulativas que, hoy, BP Trading (división de la petrolera británica) debiera tener un valor similar a BP íntegra. Aunque este tipo de compartimientos estancos surgió para apoyar transacciones internas de un grupo, ya no discriminan entre cubertura de riesgos y operaciones físicas”.

Compañías como BP, Shell Dutch y Total tienen una larga tradición de manejar insumos o productos primarios, de modo tal que puedan operar sus propias cadenas con eficiencia. Por ejemplo, si BP tiene un yacimiento cerca de una refineria de ExxonMobil, le convendrá venderle a ésta sus crudos, en vez de transportarlos a sus propias refinerías. Si ExxonMobil tiene estaciones de servicio próximas a una refinería de BP, será más racional comprarle petróleo a la británica.

Sin embargo, algunas empresas han descubierto que ganan más proveyendo el tipo de instrumentos complejos y virtuales (intangibles) que constituyen la clave del negocio bancario. “Su razonamiento fue lógico. Se preguntaron –recuerda el directivo de una banca líder en productos primarios- por qué dejarnos el negocio a nosotros, si podían hacerlo ellas. Actualmente BP, por tomar un caso, opera de forma en extremo refinada con las opciones a término que ofrece a sus propios clientes industriales”.

Por consiguiente, BP, Total o Shell Dutch tienen equipos de transacciones virtuales capaces de rivalizar con las mayores bancas especialistas. Pero, a diferencia del sector financiero, el petrolero tiene una cultura empresaria más codiciosa y menos escrupulosa que preocupa a las agencias calificadoras de riesgo crediticio. En este momento, la división derivativos de Shell emplea 240 operadores, pero las otras dos tienen bastante más cada una.

Por ahora, ExxonMobil –la mayor petrolera del mundo- no quiere meterse en ese negocio, “Directamente –señala ex ejecutivo- no creen en los mercados de papeles”. Este gigante no se impresiona por las ventajas que sus colegas tienen respecto de los bancos. Así, un conglomerado mundial de hidrocarburos opera en los mercados físicos todo el tiempo y, por ende, absorbe enormes flujos de información “desde adentro”. Justamente esa ventaja comienza a preocupar a sus beneficiarios: temen que alguna instancia reguladora o fiscalizadora sospeche que esán manipulando el mercado.

Eso no es pura imaginación. La Financial Services Authority de Gran Bretaña amenazó hace poco con endurecer su régimen regulatorio “débil” sobre futuros y opciones petroleras. Al respecto, sostiene que los operadores no cumplen como debieran sus normas.

“Si una compañía se entera de que faltarán suministros en determinada área, tiene sentido que los compre a término”, explica el jefe de una mesa operadora. “Pero el lo hace al doble del precio corriente, enseguida se sospecha que alguien está endulzando el mercado. Estas empresas no quieren, claro, exponerse a los reguladores ni, mucho menos, al escrutinio de la prensa. Entonces, si una manjera un negocio de US$ 100.000 millones y alguien le dice que puede ganar una cifra similar jugando al mercado, probablemente se abstenga para no poner en peligro su propia operación”.

En esencia, las bancas de inversión han dejado el mercado físico a las grandes petroleras, pero retienen el negocio de los derivativos, estimado en unos US$ 200.000 millones anuales. Goldman Sachs y Morgan Sdtanley tienen ya larga actuación en el segmento. En verdad, la primera llegó a controla uan refinmería y a fletar 4.000 buqeus tanque al año. “Todo eso puede tener un corolario muy peligoso. Tarde o temprano –advierten dos analistas de Tokio-, alguien pensará en fusionar una banca y una petrolera grandes, para controlar las dos puntas del negocio”.

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