EE.UU. aspira proyectos biotecnológicos extranjeros
Cuando Escocia inyectó US$ 9.000.000 en la biotecnológica Cycladel (octubre), un ministro dijo que era vital para el futuro del país. Meses después, la firma se muda a Estados Unidos y se fusiona con una empresa de allá.
La clave de esta “sorpresa” está en el mercado norteamericano de capitales, explicaba el griego Spiros Rombotis, director ejecutivo de Cycladel. “Únicamente los inversores estadounidenses pueden aportar las decenas de millones requeridas para llevar a cabo los ensayos químicos de nuestros compuestos contra el cáncer”, señaló.
La empresa no es la única biotecnológica de la Unión Europea en reconocer la superioridad del mercado financiero norteamericano. Partiendo de países como Alemania, Dinamarca o Francia –como también de Australia o Nueva Zelanda-, una creciente cantidad de esas compañías marchan a EE.UU. en pos de mejor acceso a fondos. Además, es una plaza más lucrativa para las costosas especialidades que desarrollan.
La tendencia sugiere que el dinero, no los productos, define las ventajas competitivas de EE.UU. en un campo que es, potencialmente, una clave del siglo XXI. Sin embargo, la mayoría de quienes emigran se limita a establecer oficinas chicas, dejando los laboratorios en su tierra de origen. Por ejemplo, los 65 investigadores de Cycladel continúan en Dundee y Carnbidge, debido a sus fuertes vínculos con ambas universidades.
Durante mucho tiempo y salvo el factor capital, EE.UU. ha liderado en biotecnología. Pero, cuando se trata de emprendimientos científicos, otros países van alcanzándolo. En 2005, la UE tenía 1.615 compañías del sector, contra 1.415 de EE.UU., según cifras del estudio Ernst & Young. Hace diez años, los europeos eran apenas 584 y los norteamericanos sumaban 1.308.
Las empresas de la UE son generalmente más pequeñas: 45 personas en promedio cada una, ante 96 aquende el Atlántico. Pero su problema es que a menudo carecen del capital para ir más allá de las primeras fases en investigación y desarrollo (I&D). El año pasado, consiguieron apenas US$ 3.300 millones en conjunto, frente a 16.000 millones en EE.UU.
Como término medio, las firmas norteamericanas gastaron en I&D tres veces más que las europeas y su acceso al financiamiento vía emisión de deuda –bonos- es diez veces mayor. Todo eso explica la emigración cruzando el océano. Así, el inglés BioVex Group se mudó a Massachusetts e inició ensayos clínicos porque le es más fácil obtener capital ahí. Si bien mantiene laboratorios en Gran Bretaña, tramita su inscripción en el Nasdaq.
Por otro lado, la francesa IDM completó no hace mucho una fusión inversa y tomó las acciones de la norteamericana Epimmune en ese mismo panel. Del mismo modo, la alemana Micromet ya está en el Nasdaq, tras fusionarse con la estadounidense CancerVax.
A pesar de todo, en 2005 y por vez primera, la cantidad de compañías biotecnológicas ingresada a bolsas europeas (23) sobrepasó la de firmas norteamericanas (13) inscriptas en las suyas. Como indica Ernst & Young, este año inclusive dos empresas estadounidenses se registraron en el mercado alternativo de Londres.
La clave de esta “sorpresa” está en el mercado norteamericano de capitales, explicaba el griego Spiros Rombotis, director ejecutivo de Cycladel. “Únicamente los inversores estadounidenses pueden aportar las decenas de millones requeridas para llevar a cabo los ensayos químicos de nuestros compuestos contra el cáncer”, señaló.
La empresa no es la única biotecnológica de la Unión Europea en reconocer la superioridad del mercado financiero norteamericano. Partiendo de países como Alemania, Dinamarca o Francia –como también de Australia o Nueva Zelanda-, una creciente cantidad de esas compañías marchan a EE.UU. en pos de mejor acceso a fondos. Además, es una plaza más lucrativa para las costosas especialidades que desarrollan.
La tendencia sugiere que el dinero, no los productos, define las ventajas competitivas de EE.UU. en un campo que es, potencialmente, una clave del siglo XXI. Sin embargo, la mayoría de quienes emigran se limita a establecer oficinas chicas, dejando los laboratorios en su tierra de origen. Por ejemplo, los 65 investigadores de Cycladel continúan en Dundee y Carnbidge, debido a sus fuertes vínculos con ambas universidades.
Durante mucho tiempo y salvo el factor capital, EE.UU. ha liderado en biotecnología. Pero, cuando se trata de emprendimientos científicos, otros países van alcanzándolo. En 2005, la UE tenía 1.615 compañías del sector, contra 1.415 de EE.UU., según cifras del estudio Ernst & Young. Hace diez años, los europeos eran apenas 584 y los norteamericanos sumaban 1.308.
Las empresas de la UE son generalmente más pequeñas: 45 personas en promedio cada una, ante 96 aquende el Atlántico. Pero su problema es que a menudo carecen del capital para ir más allá de las primeras fases en investigación y desarrollo (I&D). El año pasado, consiguieron apenas US$ 3.300 millones en conjunto, frente a 16.000 millones en EE.UU.
Como término medio, las firmas norteamericanas gastaron en I&D tres veces más que las europeas y su acceso al financiamiento vía emisión de deuda –bonos- es diez veces mayor. Todo eso explica la emigración cruzando el océano. Así, el inglés BioVex Group se mudó a Massachusetts e inició ensayos clínicos porque le es más fácil obtener capital ahí. Si bien mantiene laboratorios en Gran Bretaña, tramita su inscripción en el Nasdaq.
Por otro lado, la francesa IDM completó no hace mucho una fusión inversa y tomó las acciones de la norteamericana Epimmune en ese mismo panel. Del mismo modo, la alemana Micromet ya está en el Nasdaq, tras fusionarse con la estadounidense CancerVax.
A pesar de todo, en 2005 y por vez primera, la cantidad de compañías biotecnológicas ingresada a bolsas europeas (23) sobrepasó la de firmas norteamericanas (13) inscriptas en las suyas. Como indica Ernst & Young, este año inclusive dos empresas estadounidenses se registraron en el mercado alternativo de Londres.
