Desaparece en Milán un banquero allegado al Opus dei
Miércoles 5, al atardecer. Gianmario Roverano sale de su casa, toma el subte y baja en Cocetta. Iba a una reunión del Opus dei. Parcicipó y se fue a las 10 de la noche. Este jueves, aún no se sabía nada del banquero.
Casi por casualidad, desde fines de julio el papa Benito XVI ha empezado a quitarse de encima la densa “guardia pretoriana” tendida por la prelatura alrededor de Juan Pablo II durante 22 años. En rigor, los supérstites de José María Escrivá de Balaguer (antes Escribá y Albás) habían sucedido en ese papel a un íntimo del difunto papa, el arzobispo Józef Marcinkus –Istituto per le Opere religiose-, vinculado a Licio Gelli, la logia P-2 y dos banqueros que terminaron más: Roberto Calvi, Michele Sindona.
La desaparición de Roverano ocurre en tanto los jesuitas –viejos enemigos de Opus dei- retornan al entorno papal. Siguiendo con el banquero, a las dos de la mañana del jueves 6 su esposa recibe un llamado del marido, en apariencia desde Austria. Poco después, Roverano telefonea a su oficina y ordena liquidar un millón de euros de una sociedad que gestiona colocaciones de la familia. El viernes 7 le pide a su mujer transferirle la suma a Suiza.
Sospechando algo malo, ésta no lo hace. En cambio, llama a su abogado, Domenico Condestabile. Asesorada por éste, a la tarde del mismo viernes denuncia ante la policía milanesa la desaparición del banquero. La fiscalía abre una causa por presunto secuestro extorsivo y bloquea los bienes del matrimonio. Los medios recién se enteran del asunto el jueves 13.
“Parece un secuestro muy extraño y misterioso” presumen fuentes judiciales. El banquero, de 70 años, muestra larga trayectoria en esos negocios y es miembro supernumerario del Opus. Su abogado y los familiares están seguros de que no abandonó Italia –si es que lo hizo- por voluntad propia. De ahí que el juez de garantías Guido Salvini haya bloqueado cuentas y solicitado lo mismos a colegas de Austria y Suiza. Como le es habitual desde los años 70, el Opus dei no dice nada, al menos en público.
Casi por casualidad, desde fines de julio el papa Benito XVI ha empezado a quitarse de encima la densa “guardia pretoriana” tendida por la prelatura alrededor de Juan Pablo II durante 22 años. En rigor, los supérstites de José María Escrivá de Balaguer (antes Escribá y Albás) habían sucedido en ese papel a un íntimo del difunto papa, el arzobispo Józef Marcinkus –Istituto per le Opere religiose-, vinculado a Licio Gelli, la logia P-2 y dos banqueros que terminaron más: Roberto Calvi, Michele Sindona.
La desaparición de Roverano ocurre en tanto los jesuitas –viejos enemigos de Opus dei- retornan al entorno papal. Siguiendo con el banquero, a las dos de la mañana del jueves 6 su esposa recibe un llamado del marido, en apariencia desde Austria. Poco después, Roverano telefonea a su oficina y ordena liquidar un millón de euros de una sociedad que gestiona colocaciones de la familia. El viernes 7 le pide a su mujer transferirle la suma a Suiza.
Sospechando algo malo, ésta no lo hace. En cambio, llama a su abogado, Domenico Condestabile. Asesorada por éste, a la tarde del mismo viernes denuncia ante la policía milanesa la desaparición del banquero. La fiscalía abre una causa por presunto secuestro extorsivo y bloquea los bienes del matrimonio. Los medios recién se enteran del asunto el jueves 13.
“Parece un secuestro muy extraño y misterioso” presumen fuentes judiciales. El banquero, de 70 años, muestra larga trayectoria en esos negocios y es miembro supernumerario del Opus. Su abogado y los familiares están seguros de que no abandonó Italia –si es que lo hizo- por voluntad propia. De ahí que el juez de garantías Guido Salvini haya bloqueado cuentas y solicitado lo mismos a colegas de Austria y Suiza. Como le es habitual desde los años 70, el Opus dei no dice nada, al menos en público.
