Delta se quedara sin presidente ejecutivo

Leo Mullin dejará pronto de ser CEO en Delta Air Lines. Cederá el cargo a dos directores hoy abocados a una reforma. La compañía afronta serios problemas por pérdidas y costos laborales.

25 noviembre, 2003

Desde los ataques terroristas en septiembre de 2001, Delta Air Lines no logra levantar cabeza. Ante la crisis, la junta directiva aceptó la dimisión de Mullin, pero le pasó por encima y no escogió a Frederick Reid, heredero cuidadosamente preparado por el CEO saliente.

Además, elimina desde enero la figura de presidente ejecutivo (chief executive officer). Así, ha nombrado a Gerald Grinstein como futuro director ejecutivo y a John Smith (ex director de General Motors) como presidente del directorio.

Ambos ya estaban en la junta y, según corrillos del negocio, en realidad se eligieron a sí mismos. No es la primera vez que el septuagenario Grinstein hace lo mismo: en 1977, reemplazó temporariamente a Ronald Allen, que había sido despedido por la junta.

En realidad, Mullin era un ejecutivo externo cuando Grinstein lo convocó para sustituir a Allen, destituido tras un descalabro financiero. La historia se repite. Sólo que, ahora, el detonante fue la dura pelea alrededor de paquetes remunerativos y jubilatorios, que el personal considera exiguos y los sindicatos rechazan.

“Leo vino a restaurar la moral de la gente y el servicio al pasajero. Pero ¿cómo hacerlo, si ha sido el primero en correr a los botes”. El cáustico comentario proviene de Henry Alger, ex vicepresidente de operaciones. Para colmo, desde 2001 Mullin era la “cara” del sector en los tratos institucionales con Washington.

Desde los ataques terroristas en septiembre de 2001, Delta Air Lines no logra levantar cabeza. Ante la crisis, la junta directiva aceptó la dimisión de Mullin, pero le pasó por encima y no escogió a Frederick Reid, heredero cuidadosamente preparado por el CEO saliente.

Además, elimina desde enero la figura de presidente ejecutivo (chief executive officer). Así, ha nombrado a Gerald Grinstein como futuro director ejecutivo y a John Smith (ex director de General Motors) como presidente del directorio.

Ambos ya estaban en la junta y, según corrillos del negocio, en realidad se eligieron a sí mismos. No es la primera vez que el septuagenario Grinstein hace lo mismo: en 1977, reemplazó temporariamente a Ronald Allen, que había sido despedido por la junta.

En realidad, Mullin era un ejecutivo externo cuando Grinstein lo convocó para sustituir a Allen, destituido tras un descalabro financiero. La historia se repite. Sólo que, ahora, el detonante fue la dura pelea alrededor de paquetes remunerativos y jubilatorios, que el personal considera exiguos y los sindicatos rechazan.

“Leo vino a restaurar la moral de la gente y el servicio al pasajero. Pero ¿cómo hacerlo, si ha sido el primero en correr a los botes”. El cáustico comentario proviene de Henry Alger, ex vicepresidente de operaciones. Para colmo, desde 2001 Mullin era la “cara” del sector en los tratos institucionales con Washington.

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