Chrysler se ha convertido en espinoso problema para Cerberus Capital

Dos meses después de haber comprado oficialmente la automotriz –todavía debe completar el apalancamiento-, el fondo afronta una situación financiera comprometida. Algunos analistas no creen que la compañía logre mejorar liquidez.

24 diciembre, 2007

Entre los escépticos figuran Neal Boudette y Joseph Valcourt, del “Wall Street Journal” en línea. Uno de los motivos es el propio Roberto Nardelli. Despedido tiempo atrás de Home Depot, sin conocimientos del sector automotor, genera desconfianza dentro y fuera del negocio.

Días atrás, el propio directivo admitió que ”surgirán pérdidas substanciales en 2007. El objetivo es liquidar activos para recomponer liquidez. Técnicamente, no estamos en bancarrota. Operativamente, sí”. En forma contradictoria, Nardelli afirmó: “Lo único que nos impide declarar la quiebra son los US$ 10.000 millones que los inversores han colocado”.

Esas cosas las dijo a puertas cerradas, el sábado. El lunes, un comunicado se limitaba a desvirtuar “informes incorrectos en algunos medios”. Otro personaje poco fiable, Mark Neporent (Cerberus), proclamó que el fondo especulativo “continúa entusiasmado con Chrysler y sus perspectivas”.

Hasta la compra apalancada de la automotriz, Cerberus se consideraba uno de los operadores más astutos en la materia. Ahora, es un caso típico de cómo espectaculares adquisiciones sin poner plata propia han pasado a ser severos problemas. ¿Por qué? Porque las grandes economías occidentales viven una interminable crisis doble: malas hipotecas e iliquidez financiera.

Por supuesto, el sigilosos Stephen Feinberg –amo de Cerberus- realmente le pagó un centavo a la actual Daimler por 80,1% en Chrysler. Pero aceptó colocar US$ 6.000 millones en la firma norteamericana y, ademásn recaudó 10.000 millones entre inversores, que ahora lamentan haber sido tan ingenuos. El objeto de una compra apalancada, como se sabe, reside en sacar una empresa de bolsa, achicarla (“sanearla” es un eufemismo), revenderla o relanzarla al mecado embolsando ganancias enormes.

Esta vez, a Feinberg le cuesta cumplir sus metas y la designación de Nardelli tal vez haya sido el error clave. Además, el nuevo CEO descubrió que la compañía estaba muy lejos de sus objetivos en ventas y reducción de costos, laborales inclusive. Entretanto, los efectos de la doble crisis se sentirán en los ingresos de 2008. Si las cosas empeoran, es posible que Nardelli pase a segundo plano y la papa caliente caiga en manos de James Press, presidente del directorio y ex ejecutivo de Toyota.

Entre los escépticos figuran Neal Boudette y Joseph Valcourt, del “Wall Street Journal” en línea. Uno de los motivos es el propio Roberto Nardelli. Despedido tiempo atrás de Home Depot, sin conocimientos del sector automotor, genera desconfianza dentro y fuera del negocio.

Días atrás, el propio directivo admitió que ”surgirán pérdidas substanciales en 2007. El objetivo es liquidar activos para recomponer liquidez. Técnicamente, no estamos en bancarrota. Operativamente, sí”. En forma contradictoria, Nardelli afirmó: “Lo único que nos impide declarar la quiebra son los US$ 10.000 millones que los inversores han colocado”.

Esas cosas las dijo a puertas cerradas, el sábado. El lunes, un comunicado se limitaba a desvirtuar “informes incorrectos en algunos medios”. Otro personaje poco fiable, Mark Neporent (Cerberus), proclamó que el fondo especulativo “continúa entusiasmado con Chrysler y sus perspectivas”.

Hasta la compra apalancada de la automotriz, Cerberus se consideraba uno de los operadores más astutos en la materia. Ahora, es un caso típico de cómo espectaculares adquisiciones sin poner plata propia han pasado a ser severos problemas. ¿Por qué? Porque las grandes economías occidentales viven una interminable crisis doble: malas hipotecas e iliquidez financiera.

Por supuesto, el sigilosos Stephen Feinberg –amo de Cerberus- realmente le pagó un centavo a la actual Daimler por 80,1% en Chrysler. Pero aceptó colocar US$ 6.000 millones en la firma norteamericana y, ademásn recaudó 10.000 millones entre inversores, que ahora lamentan haber sido tan ingenuos. El objeto de una compra apalancada, como se sabe, reside en sacar una empresa de bolsa, achicarla (“sanearla” es un eufemismo), revenderla o relanzarla al mecado embolsando ganancias enormes.

Esta vez, a Feinberg le cuesta cumplir sus metas y la designación de Nardelli tal vez haya sido el error clave. Además, el nuevo CEO descubrió que la compañía estaba muy lejos de sus objetivos en ventas y reducción de costos, laborales inclusive. Entretanto, los efectos de la doble crisis se sentirán en los ingresos de 2008. Si las cosas empeoran, es posible que Nardelli pase a segundo plano y la papa caliente caiga en manos de James Press, presidente del directorio y ex ejecutivo de Toyota.

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