Chrysler: ¿la crisis traerá de vuelta el modelo Iacocca?

Una de sus claves era el subsidio federal concedido por James Carter en 1978. Pero, hoy, la industria no tiene el poder político de entonces, George W.Bush se licúa y, además, Chrysler ni siquiera es norteamericana.

16 febrero, 2007

Las insuficientes economías de escala, el retraso técnico y la iliquidez trazan un panorama parecido al de hace treinta años. En tanto, Daimler-Benz analiza seriamente posibilidades de vender Chrylser Group o buscar un socio estratégico. El miércoles, los corrillos citaban a General Motors, suya situación no es exactamente buena (aparte, sólo le interesa cooperar en diseño). El jueves, medios británicos hablaban de Toyota, que ha destronado del liderazgo mundial a GM.

En verdad, Lee Iacocca apeló a Carter para evitar la quiebra, pero el entonces mandatario es un demócrata, por ende proclive a esa clase de intervenciones, y el fisco no estaba agobiado por los actuales déficit. Cuando, meses atrás, el trío de Detroit se entrevistó con Bush sólo para descubrir (por si no lo sabía) que el presidente es republicano y de Tejas. O sea, sensible al “lobby” petrolero, pero no al automotor ni, en general, al industrial.

Además, Iacocca tenía lo que le falta a Dieter Zetsche y Tommaso LaSorda: ideas. En aquella oportunidad, lanzó la exitosa línea K-car, junto con un audaz recorte de costos. Pero todo giraba en torno de subsidios federales; sin ellos, habría sido un fracaso, aunque no tan grande como los actuales “utilitarios deportivos” que nadie les compra a DaimlerChrysler, GM (Richard Wagoner) ni Ford Motor (Alan Mulally).

Por supuesto, la opción Iacocca tal vez cuaje en un congreso controlado por demócratas. Pero a éstos les basta y sobra, por ahora, su puja con Bush en torno de Irak y otras aventuras bélicas. Naturalmente, gente de United Auto Workers ha sugerido a contactos demócratas contemplar una solución estilo 1978.

En el extremo opuesto, Wall Street no vería mal una escisión de Chrysler y una venta posterior. Según apunta Ronald Tadross (Bank of America), “la empresa vale apenas US$ 5.000 millones. Es un bocado apetitoso, máxime recordando que Daimler pagó en 1998 una exorbitancia, 36.000 millones”. Aun así ¿quién se tentaría? Para Stefano Aversa (consultoría sectorial AlixPartners), “el candidato adecuado es Nissan-Renault. Su presidente, Carlos Ghosn, ha dicho varias veces que quiere aumentar capacidad instalada en Estados Unidos-Canadá”.

Otros imaginan que Volkswagen tiene la gama perfecta para complementarse con Chrysler, pero es alemana y el fracaso de Daimler –que puede liquidar su cúpula- pesará mucho en términos psicológicos. Tampoco cabe descartar especuladores como One Equity Partners, fondo manejado por Jacob Nasser, ex CEO de Ford.

Las insuficientes economías de escala, el retraso técnico y la iliquidez trazan un panorama parecido al de hace treinta años. En tanto, Daimler-Benz analiza seriamente posibilidades de vender Chrylser Group o buscar un socio estratégico. El miércoles, los corrillos citaban a General Motors, suya situación no es exactamente buena (aparte, sólo le interesa cooperar en diseño). El jueves, medios británicos hablaban de Toyota, que ha destronado del liderazgo mundial a GM.

En verdad, Lee Iacocca apeló a Carter para evitar la quiebra, pero el entonces mandatario es un demócrata, por ende proclive a esa clase de intervenciones, y el fisco no estaba agobiado por los actuales déficit. Cuando, meses atrás, el trío de Detroit se entrevistó con Bush sólo para descubrir (por si no lo sabía) que el presidente es republicano y de Tejas. O sea, sensible al “lobby” petrolero, pero no al automotor ni, en general, al industrial.

Además, Iacocca tenía lo que le falta a Dieter Zetsche y Tommaso LaSorda: ideas. En aquella oportunidad, lanzó la exitosa línea K-car, junto con un audaz recorte de costos. Pero todo giraba en torno de subsidios federales; sin ellos, habría sido un fracaso, aunque no tan grande como los actuales “utilitarios deportivos” que nadie les compra a DaimlerChrysler, GM (Richard Wagoner) ni Ford Motor (Alan Mulally).

Por supuesto, la opción Iacocca tal vez cuaje en un congreso controlado por demócratas. Pero a éstos les basta y sobra, por ahora, su puja con Bush en torno de Irak y otras aventuras bélicas. Naturalmente, gente de United Auto Workers ha sugerido a contactos demócratas contemplar una solución estilo 1978.

En el extremo opuesto, Wall Street no vería mal una escisión de Chrysler y una venta posterior. Según apunta Ronald Tadross (Bank of America), “la empresa vale apenas US$ 5.000 millones. Es un bocado apetitoso, máxime recordando que Daimler pagó en 1998 una exorbitancia, 36.000 millones”. Aun así ¿quién se tentaría? Para Stefano Aversa (consultoría sectorial AlixPartners), “el candidato adecuado es Nissan-Renault. Su presidente, Carlos Ghosn, ha dicho varias veces que quiere aumentar capacidad instalada en Estados Unidos-Canadá”.

Otros imaginan que Volkswagen tiene la gama perfecta para complementarse con Chrysler, pero es alemana y el fracaso de Daimler –que puede liquidar su cúpula- pesará mucho en términos psicológicos. Tampoco cabe descartar especuladores como One Equity Partners, fondo manejado por Jacob Nasser, ex CEO de Ford.

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