Caso Roveraro: lo mataron, lo mutilaron y están presos

Tres arrestos y la primera confesión indican que un socio de negocios descontento y en problemas resolvió secuestrarlo. Posiblemente, el bloqueo de fondos –que impidió pagar rescate- haya apresurado el asesinato del banquero.

22 julio, 2006

Tras quince días sin noticias, el viernes por la mañana se encontró el cadáver mutilado de Gianmario Roveraro, financista milanés (70 años) allegado al Opus y desaparecido, en circunstancias misteriosas, el 5 de julio por la noche. La policía cree que lo mataron mientras todavía se negociaba el rescate, por el estado de descomposición.

Los restos estaban bajo un viaducto en la provincia de Parma. Se los halló luego de que Emilio Toscani –técnico informático y partícipe del crimen- confesara ante los fiscales. Al parecer, un negocio que fracasó y perjudicó a dos fue el móvil del secuestro y el homicidio. Las declaraciones del detenido llevaron al arresto de dos cómplices: Mario Baldi, un albañil de Castelfranco (Emilia) y Filippo Botteri, consultor financiero de Parma.

La justicia estima que los responsables principales son Toscani y Botteri, involucrados en una operación que salió mal –sostuvo el primero- por culpa de Roveraro. Al respecto, llamando a su esposa desde Austria (el día 6), la propia víctima dio a entender lo mismo y, más tarde, las investigaciones se centraron en allegados de negocios.

Si bien la policía estima que Toscani fue el cerebro de todo, los fiscales le asignan ese papel a Botteri, que no terminaba de confesarlo claramente este fin de semana. ”Perdí la cabeza. Sé que está muerto, pero no cómo sucedió”. Eso afirmó al principio pero, un rato después, admitió: “luego del secuestro comprendí que no recobraría nunca el dinero y lo maté”. Quizá sea una táctica para argüir disturbios mentales.

El estado del cuerpo lo tornó inicialmente imposible de reconocer. Estaba bajo la autopista 308, entre Solignano y Fornovo, y –a criterio de los forenses- el ensañamiento post mortem sugiere mucho odio. Son éstos días difíciles para la justicia. Mientras se desenvolvía ese drama, en Nápoles Adamo Bove, ex funcionario que dirigía la seguridad en Telecom Italia, se tiró desde 30 metros de altura sobre un distribuidor caminero. La fiscalía abrió actuaciones por “presunto instigamiento al suicidio”, pues Bove vivía obsedido por las intercepciones telefónicas dispuestas por la justicia en el caso de corrupción futbolística.

Tras quince días sin noticias, el viernes por la mañana se encontró el cadáver mutilado de Gianmario Roveraro, financista milanés (70 años) allegado al Opus y desaparecido, en circunstancias misteriosas, el 5 de julio por la noche. La policía cree que lo mataron mientras todavía se negociaba el rescate, por el estado de descomposición.

Los restos estaban bajo un viaducto en la provincia de Parma. Se los halló luego de que Emilio Toscani –técnico informático y partícipe del crimen- confesara ante los fiscales. Al parecer, un negocio que fracasó y perjudicó a dos fue el móvil del secuestro y el homicidio. Las declaraciones del detenido llevaron al arresto de dos cómplices: Mario Baldi, un albañil de Castelfranco (Emilia) y Filippo Botteri, consultor financiero de Parma.

La justicia estima que los responsables principales son Toscani y Botteri, involucrados en una operación que salió mal –sostuvo el primero- por culpa de Roveraro. Al respecto, llamando a su esposa desde Austria (el día 6), la propia víctima dio a entender lo mismo y, más tarde, las investigaciones se centraron en allegados de negocios.

Si bien la policía estima que Toscani fue el cerebro de todo, los fiscales le asignan ese papel a Botteri, que no terminaba de confesarlo claramente este fin de semana. ”Perdí la cabeza. Sé que está muerto, pero no cómo sucedió”. Eso afirmó al principio pero, un rato después, admitió: “luego del secuestro comprendí que no recobraría nunca el dinero y lo maté”. Quizá sea una táctica para argüir disturbios mentales.

El estado del cuerpo lo tornó inicialmente imposible de reconocer. Estaba bajo la autopista 308, entre Solignano y Fornovo, y –a criterio de los forenses- el ensañamiento post mortem sugiere mucho odio. Son éstos días difíciles para la justicia. Mientras se desenvolvía ese drama, en Nápoles Adamo Bove, ex funcionario que dirigía la seguridad en Telecom Italia, se tiró desde 30 metros de altura sobre un distribuidor caminero. La fiscalía abrió actuaciones por “presunto instigamiento al suicidio”, pues Bove vivía obsedido por las intercepciones telefónicas dispuestas por la justicia en el caso de corrupción futbolística.

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