Argentina: promueven el turismo rural

La idea es generar un nuevo polo de ingresos a través de los atractivos naturales del país. Se trata de un negocio que generaría, según los expertos, hasta US$ 2.000 millones al año.

22 febrero, 2001

(EFE).- Obligado por las sucesivas crisis económicas y atento a las exigencias del mercado, el campo argentino abrió sus puertas al turismo rural, un negocio que, según algunos, puede generar hasta unos US$ 2.000 millones al año.

Los agricultores argentinos, afectados en la década de los años 90 por las abruptas caídas de los precios agrícolas, buscaron la manera de diversificar sus ingresos y sin quererlo dieron origen al turismo rural: un negocio que comenzó siendo patrimonio de unos pocos establecimientos rurales y hoy da trabajo a más de 500.

“El turismo rural experimentó una demanda creciente, muchos extranjeros eligen la Patagonia y los campos destinados a cotos de caza, por los que pagan entre US$ 50 y US$ 900 al día”, explicó el ingeniero agrónomo Ernesto Barrera, encargado del programa oficial de turismo rural.

Estancias, campos, granjas y minifundios reciben miles de turistas al año, que buscan estar en contacto con la naturaleza y generan una facturación cercana a 10% del valor bruto de la producción agraria.

Barrera indicó que la facturación anual de los establecimientos de turismo rural va desde US$ 15.000 hasta US$ l millón, según las características de cada uno de ellos.

Un informe publicado recientemente por el diario Clarín indica que hay expectativas de que en conjunto se puede llegar a un negocio de US$ 2.000 millones al año.

“Los que optan por el turismo de estancias buscan participar de actividades típicas del campo como el arreo de ganado, el ordeñe de vacas, asistir a una doma de caballos a cargo de gauchos, o disfrutar de un partido de pato (deporte nacional parecido al polo) y una guitarreada junto a bailes folclóricos”, explicó el coordinador del Programa de Turismo Rural, Federico Wyss.

Pero la oferta no acaba allí: hay lugar también para una amplia gama de actividades como la pesca, la caza, los paseos a caballo y las visitas a museos rurales.

A la hora del almuerzo, el tradicional asado, cocinado por el propio dueño de la estancia, se impone como plato principal acompañado por un buen vino y por las empanadas de carne “cortadas a cuchillo”, como marca la costumbre en el campo argentino.

“El turismo rural no sólo es una entrada económica que permite mantener el campo, es también una posibilidad de conservar nuestros valores tradicionales y permite que las familias continúen unidas”, explicó Olga Martí, secretaria de la Red Argentina de Turismo Rural (Ratur) que reúne a más de cien establecimientos de campo.

La mayoría de los establecimientos dedicados al turismo rural han superado los 200 años de historia, y sus cascos (casas principales) son antiguas mansiones confortables y lujosamente equipadas.

Pese al crecimiento de esta actividad, hubo que esperar al año pasado para la puesta en marcha de un Programa Nacional de Turismo Rural denominado “Raíces”, gestionado por las secretarías de Agricultura y Turismo, para fomentar el desarrollo del sector.

Este programa se inspira en planes implementados en distintos países europeos y cuenta con propuestas locales para todos los gustos: “Rutas alimentarias argentinas”, “La Argentina de a caballo” y “Marí Marí”, un proyecto con comunidades indígenas.

El programa “Rutas alimentarias argentinas” propone un recorrido organizado en torno a las comidas típicas, que pueden ser saboreadas en establecimientos rurales o restaurantes especializados, y “la Argentina de a caballo” ofrece cabalgatas en circuitos de aventura y clases de monta con diferentes niveles de dificultad y duración.

“Mari Mari”, las palabras de saludo de la comunidad mapuche asentada en el sur argentino, que participa de este proyecto, es una oferta turística que busca contribuir al desarrollo económico y cultural de los pueblos indígenas.

Por medio de este proyecto, los turistas conocerán culturas que se conservaron hasta el siglo XIX, y podrán saborear la cocina indígena.

(EFE).- Obligado por las sucesivas crisis económicas y atento a las exigencias del mercado, el campo argentino abrió sus puertas al turismo rural, un negocio que, según algunos, puede generar hasta unos US$ 2.000 millones al año.

Los agricultores argentinos, afectados en la década de los años 90 por las abruptas caídas de los precios agrícolas, buscaron la manera de diversificar sus ingresos y sin quererlo dieron origen al turismo rural: un negocio que comenzó siendo patrimonio de unos pocos establecimientos rurales y hoy da trabajo a más de 500.

“El turismo rural experimentó una demanda creciente, muchos extranjeros eligen la Patagonia y los campos destinados a cotos de caza, por los que pagan entre US$ 50 y US$ 900 al día”, explicó el ingeniero agrónomo Ernesto Barrera, encargado del programa oficial de turismo rural.

Estancias, campos, granjas y minifundios reciben miles de turistas al año, que buscan estar en contacto con la naturaleza y generan una facturación cercana a 10% del valor bruto de la producción agraria.

Barrera indicó que la facturación anual de los establecimientos de turismo rural va desde US$ 15.000 hasta US$ l millón, según las características de cada uno de ellos.

Un informe publicado recientemente por el diario Clarín indica que hay expectativas de que en conjunto se puede llegar a un negocio de US$ 2.000 millones al año.

“Los que optan por el turismo de estancias buscan participar de actividades típicas del campo como el arreo de ganado, el ordeñe de vacas, asistir a una doma de caballos a cargo de gauchos, o disfrutar de un partido de pato (deporte nacional parecido al polo) y una guitarreada junto a bailes folclóricos”, explicó el coordinador del Programa de Turismo Rural, Federico Wyss.

Pero la oferta no acaba allí: hay lugar también para una amplia gama de actividades como la pesca, la caza, los paseos a caballo y las visitas a museos rurales.

A la hora del almuerzo, el tradicional asado, cocinado por el propio dueño de la estancia, se impone como plato principal acompañado por un buen vino y por las empanadas de carne “cortadas a cuchillo”, como marca la costumbre en el campo argentino.

“El turismo rural no sólo es una entrada económica que permite mantener el campo, es también una posibilidad de conservar nuestros valores tradicionales y permite que las familias continúen unidas”, explicó Olga Martí, secretaria de la Red Argentina de Turismo Rural (Ratur) que reúne a más de cien establecimientos de campo.

La mayoría de los establecimientos dedicados al turismo rural han superado los 200 años de historia, y sus cascos (casas principales) son antiguas mansiones confortables y lujosamente equipadas.

Pese al crecimiento de esta actividad, hubo que esperar al año pasado para la puesta en marcha de un Programa Nacional de Turismo Rural denominado “Raíces”, gestionado por las secretarías de Agricultura y Turismo, para fomentar el desarrollo del sector.

Este programa se inspira en planes implementados en distintos países europeos y cuenta con propuestas locales para todos los gustos: “Rutas alimentarias argentinas”, “La Argentina de a caballo” y “Marí Marí”, un proyecto con comunidades indígenas.

El programa “Rutas alimentarias argentinas” propone un recorrido organizado en torno a las comidas típicas, que pueden ser saboreadas en establecimientos rurales o restaurantes especializados, y “la Argentina de a caballo” ofrece cabalgatas en circuitos de aventura y clases de monta con diferentes niveles de dificultad y duración.

“Mari Mari”, las palabras de saludo de la comunidad mapuche asentada en el sur argentino, que participa de este proyecto, es una oferta turística que busca contribuir al desarrollo económico y cultural de los pueblos indígenas.

Por medio de este proyecto, los turistas conocerán culturas que se conservaron hasta el siglo XIX, y podrán saborear la cocina indígena.

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