2005, año internacional del microcrédito

Microfinanciación significa prestar cantidades ínfimas de dinero a los muy pobres para que inicien negocios que los saquen de la indigencia. La idea, que puso en práctica Muhammad Yunus hace 30 años, es hoy un prometedor mercado en crecimiento.

8 abril, 2005

El microcrédito, esa novedosa herramienta financiera que otorga préstamos en cantidades muy pequeñas para fomentar emprendimientos entre los pobres, va adquiriendo peso propio y, en opinión de expertos en microfinanciamiento, ya es hora que se despegue de donantes sin fines de lucro.

El que originó la idea hace 30 años fue Muhammad Yunus, fundador y director del Grameen Bank en Bangladesh, que hasta ahora lleva otorgados US$ 5.000 millones en préstamos a cuatro millones de personas. Desde entonces, aparecieron en diferentes lugares del mundo redes similares de instituciones de microfinanciación (MFI, todas organizaciones sin fines de lucro). El año 2005, ha sido declarado año Internacional del Microcrédito por las Naciones Unidas, quien auspiciará proyectos de investigación y reuniones para alentar el uso del microcrédito con miras a aliviar la pobreza en el mundo.

Las grandes instituciones financieras comerciales, incluidos Citigroup y Deutsche Bank, muestran interés por la microfinanciación, que daría por primera vez en la historia acceso al crédito a los más pobres. La revolucionaria novedad implica enormes desafíos en la tarea de atraer capital privado, bajar costos y tasas de interés y crear un sistema regulatorio.

En opinión de Keith Weigelt, catedrático de management de la escuela de negocios Wharton, la práctica de prestar para mejorar la suerte de la gente muestra el lado bueno del capitalismo. Hay más de 500 instituciones microfinancieras en todo el mundo que llevan prestados unos US$ 7.000 millones a 30 millones de pequeños empresarios, dice, pero los beneficiados pueden llegar a ser no menos de 300 millones. Hasta ahora, los préstamos otorgados por las MFI se originan de fundaciones o donaciones de gobierno o particulares. El salto que se impone ahora es que esas instituciones microfinancieras se desprendan de donantes y subsidios y operen como lo haría un banco comercial, agrega Weigelt.
Una serie de estudios realizados en India, Kenya y Filipinas demuestran que los retornos que obtienen las MFI no tienen nada que envidiarle a los de los bancos comerciales. Según las Naciones Unidos, el retorno anual promedio sobre inversiones en micronegocios oscila entre 117% y 847%.

El microcrédito, como lo explicó siempre Yunus, funciona porque seorganiza a la gente en grupos y eso crea una presión sobre los individuos para cumplir con sus compromisos, porque el riesgo es perder la oportunidad para todo el grupo. Los pobres, además, que si no cumplen no tendrán más opciones. Son, por lo tanto, más cumplidores que el resto de la sociedad.

Pero el proceso de formalización en que parece haber entrado esta forma de financiación no convence del todo a quienes desde hace tiempo llevan adelante la práctica. Tayyeb Shabbir, profesor de economíca de la universidad de Pennsylvania, dice que a las personas comprometidas con este movimiento desde hace 20 años les preocupan todos los extraños que van a venir a desmantelarlo todo. Cree, sin embargo, que el demor es infundado, porque la actividad tiene cabida para los organizaciones sin y con fines de lucro. Porque la misión social de llegar a todos los pobres del mundo no puede realizarse sólo con donaciones y subsidios.

El microcrédito, esa novedosa herramienta financiera que otorga préstamos en cantidades muy pequeñas para fomentar emprendimientos entre los pobres, va adquiriendo peso propio y, en opinión de expertos en microfinanciamiento, ya es hora que se despegue de donantes sin fines de lucro.

El que originó la idea hace 30 años fue Muhammad Yunus, fundador y director del Grameen Bank en Bangladesh, que hasta ahora lleva otorgados US$ 5.000 millones en préstamos a cuatro millones de personas. Desde entonces, aparecieron en diferentes lugares del mundo redes similares de instituciones de microfinanciación (MFI, todas organizaciones sin fines de lucro). El año 2005, ha sido declarado año Internacional del Microcrédito por las Naciones Unidas, quien auspiciará proyectos de investigación y reuniones para alentar el uso del microcrédito con miras a aliviar la pobreza en el mundo.

Las grandes instituciones financieras comerciales, incluidos Citigroup y Deutsche Bank, muestran interés por la microfinanciación, que daría por primera vez en la historia acceso al crédito a los más pobres. La revolucionaria novedad implica enormes desafíos en la tarea de atraer capital privado, bajar costos y tasas de interés y crear un sistema regulatorio.

En opinión de Keith Weigelt, catedrático de management de la escuela de negocios Wharton, la práctica de prestar para mejorar la suerte de la gente muestra el lado bueno del capitalismo. Hay más de 500 instituciones microfinancieras en todo el mundo que llevan prestados unos US$ 7.000 millones a 30 millones de pequeños empresarios, dice, pero los beneficiados pueden llegar a ser no menos de 300 millones. Hasta ahora, los préstamos otorgados por las MFI se originan de fundaciones o donaciones de gobierno o particulares. El salto que se impone ahora es que esas instituciones microfinancieras se desprendan de donantes y subsidios y operen como lo haría un banco comercial, agrega Weigelt.
Una serie de estudios realizados en India, Kenya y Filipinas demuestran que los retornos que obtienen las MFI no tienen nada que envidiarle a los de los bancos comerciales. Según las Naciones Unidos, el retorno anual promedio sobre inversiones en micronegocios oscila entre 117% y 847%.

El microcrédito, como lo explicó siempre Yunus, funciona porque seorganiza a la gente en grupos y eso crea una presión sobre los individuos para cumplir con sus compromisos, porque el riesgo es perder la oportunidad para todo el grupo. Los pobres, además, que si no cumplen no tendrán más opciones. Son, por lo tanto, más cumplidores que el resto de la sociedad.

Pero el proceso de formalización en que parece haber entrado esta forma de financiación no convence del todo a quienes desde hace tiempo llevan adelante la práctica. Tayyeb Shabbir, profesor de economíca de la universidad de Pennsylvania, dice que a las personas comprometidas con este movimiento desde hace 20 años les preocupan todos los extraños que van a venir a desmantelarlo todo. Cree, sin embargo, que el demor es infundado, porque la actividad tiene cabida para los organizaciones sin y con fines de lucro. Porque la misión social de llegar a todos los pobres del mundo no puede realizarse sólo con donaciones y subsidios.

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